jueves, 23 de septiembre de 2021

Prólogo de Rafael Rodríguez de Castro

GENEALOGÍAS SUREÑAS DE GRAN CANARIA

 

 


 

PRÓLOGO

 

Agradezco la deferencia que ha tenido Hernández Bautista y Juan Ramón García Torres de pedirme que prologue este trabajo. La trayectoria de Faneque y Juan Ramón en el campo genealógico alcanza un grado de madurez y consolidación con esta publicación. Estamos ante su tercer trabajo de este tipo desde que se estrenó, el año de 2016, con Una ascendencia canaria de cinco siglos, a la que siguió, el año siguiente, Víctimas y verdugos del Santo Oficio. Todos ellos con la imprescindible colaboración de Juan Ramón.

 

Si a esta temática se le suma la literatura lírica o histórica, el balance de la obra de Faneque sorprende por la abundancia y la prolijidad de géneros utilizados. Desde el primer eslabón de esta serie, constituido por su poema histórico La reina de Canaria, del año 2010, contamos hasta el presente con un total de nueve obras. Usa la totalidad de los géneros literarios. Hay un predominio de la lírica, usada en temática histórica en dos de sus publicaciones, y en el Romancero sureño; dramática presente en dos creaciones, entre las que destaca La rebelión de los sureños escenificada con gran éxito el año pasado; y una novela histórica, Abenchara.

 

En este trabajo vuelve a mostrarnos su labor vinculada a la genealogía de sus antepasados. Estamos ante una continuación de la primera de este ámbito y como un volumen más de una colección que seguro continuará con esta misma fecundidad productiva que le ha acompañado estos últimos años. Así lo deseamos y lo esperamos.

 

Estos trabajos en su conjunto no fueron hechos a propósito para estar publicados así, sino que parten de una experiencia progresiva de descubrimiento y desarrollo. En la investigación genealógica suele ocurrir que unas líneas se resuelven con más inmediatez y facilidad que otras, y de éstas algunas alcanzan una forma lo suficientemente completa como para ser consideradas, en cierto modo, como cerradas y terminadas. 

 

Una primera serie de estas líneas genealógicas las ha dado a conocer Faneque en  revistas locales como la que edita el Concejo Municipal de Patrimonio Histórico de Agüimes, blogs de temática específica genealógica como “Genealogías Canarias”, participando en los congresos que se celebran en Canarias sobre estos temas, y otros medios. En estos lugares aparecía una primera relación que muchas veces sufría ampliaciones, modificaciones o correcciones posteriores hasta alcanzar el siguiente nivel en el que se procedía a elegir las que se consideraban suficientes para componer una obra más amplia de carácter definitivo. 

 

Una nueva selección la encontramos en Genealogías sureñas de Gran Canaria, que es el título de la presente edición. Su lectura transmite una buena dosis de pasión y emoción, de satisfacción y de retos pendientes; su narración es fresca, inmediata; suena como si su autor contara su progreso al oído. Junto a la labor de síntesis y narrativa de Faneque, otro pilar fundamental es la del investigador Juan Ramón García Torres, perseverante buscador de documentación familiar en los distintos archivos depositarios. Su labor no sólo es clave e imprescindible para entender lo que aquí se expone, sino que lo inédito de buena parte de la información encontrada y su contenido clarificador, añade un valor considerable a su trabajo. Su labor no se reduce a ilustrar documentalmente lo que aquí se exhibe, sino que pone al servicio de un público más amplio información de interés multidisciplinar. A pesar del carácter más estricto y, por tanto, más formal y frío de esta labor, su resultado final no podrá resultar extraño o ajeno al gran público por excesivamente erudito; al contrario, todo parece una amena y entretenida conversación donde el argumento atrapa y abstrae hacía sí. El tándem Faneque-Juan Ramón vuelve a coordinarse para sorprendernos con un nuevo resultado más que satisfactorio.

 

Todo esto no constituye un hecho aislado. El siglo XXI ha supuesto un renacimiento de la genealogía. Es una de las consecuencias de la reivindicación realizada por las ciencias humanísticas desde la última posguerra mundial por tener un método propio y autónomo que las legitime como tales. Con la introducción de los métodos hermenéuticos las Humanidades han conseguido un instrumento investigador equiparable al de las ciencias experimentales, ante las cuales ofrecían hasta entonces una cierta dependencia. Antes de estos logros, para alcanzar una certeza válida y aceptable, se introdujo en ellas metodologías adaptadas de aquellas ciencias experimentales que limitaban y empobrecían los resultados. Las humanidades se veían en un mundo extraño y ajeno por la relación que estas ciencias guardaban con los hechos investigados, distinta a la que les correspondía a las primeras. En este contexto, el método de articular datos personales en su ámbito familiar, y de éste con aquéllos que les habían precedido, o seguido, o acompañado en su misma generación, hizo de la genealogía un recurso útil con el que contribuir de forma eficaz a las aportaciones que las ciencias de las Humanidades ofrecían en esa nueva situación. No en vano es aquí donde surgen los nuevos trabajos de investigación, sobre todo en la Historia, con nuevo calado y profundidad. Son pocos ejemplos los que todavía podemos encontrar en nuestro país, donde todavía se encuentran implantados métodos científicos de tipo dialéctico, válidos, pero limitados, frente a nuestro entorno, donde ya están completamente establecidos.

 

Este resurgir genealógico ha estado apoyado con el desarrollo de las nuevas tecnologías, la consecuente globalización de las comunicaciones y la inmediata intercomunicación de lugares distantes. Las inquietudes e interrogantes que surgen sobre antecedentes familiares de un lugar lejano desde el que se produjo la emigración llegan con más facilidad a su destino. Le ocurre lo mismo al camino inverso que recorre la respuesta. Esto no sólo facilita el acceso a la información de cada intención individual, sino que hace que su número se multiplique. Canarias en este sentido es un lugar privilegiado, dentro del conjunto nacional español, por la conservación de sus archivos de contenido familiar correspondiente a todos los niveles sociales de población. En mayor medida hasta aproximadamente el año 1600 y, algo menos, pero con una cantidad significativa y pendiente de exhumación, hasta la conquista.

 

El carácter de tierra de nueva población hizo que la genealogía respondiera desde muy pronto al interés por incorporar conocimientos a los recién llegados que reforzara y enriqueciera el que ya traían. No es casualidad que el primer intento sistemático y general correspondió a la Inquisición, cuyos libros de padrón de habitantes de Canarias conversos del judaísmo, del islam o de la religiosidad indígena se llaman precisamente Libros de Genealogía, compuestos en su mayoría en la segunda mitad de la década que comienza en 1520 y conservados celosamente en los fondos del Museo Canario de esta ciudad. En Canarias estableció su domicilio uno de los referentes genealógicos de final de este siglo, Gonzalo Argote de Molina. En el siguiente brilló de forma especial Juan Núñez de la Peña, cuyos apuntes sobre familias canarias, especialmente de Tenerife, están dispersos, algunos perdidos, y en su mayoría inéditos. Junto a Núñez de la Peña aparece Antonio de Viana, componiendo en una temprana edad una obra en verso donde la historia, la literatura y su creatividad, desarrollan también nuevas composiciones familiares.

 

A finales del siglo XIX surge la figura de Francisco Fernández de Bethencourt, con una producción genealógica monumental y enciclopédica como nunca antes se había hecho. Es un momento en que ha llegado a España un tímido primer intento científico al calor de los métodos histórico críticos de la Historia que todavía están incipientes y que en este estado llegan a nuestro personaje quien lo aplica fundamentalmente al estamento nobiliario y aristocrático.

 

A raíz de esta iniciativa aparecerá en torno a la facultad de Historia de la Universidad de La Laguna, ya en el segundo tercio del siglo XX, un elenco de estudiosos e investigadores que continuarán desarrollando aquella labor investigadora incluyendo en sus estudios genealógicos a sectores más amplios de la sociedad de los estrictament nobiliarios. Este esfuerzo, en paralelo y en contraste con la difusión de los métodos analíticos, continuó con cierta inercia, pero sin la fuerza que hubieran podido desarrollar de haber contado con una situación académica más favorable. La presencia de prejuicios sobre la genealogía a la que sólo se la veía vinculada con lo legendario y lo mítico, frenó cualquier iniciativa. Sin embardo, el cambio experimentado tras la segunda gran guerra ha sido clave.

 

De ahí se explica la fuerza actual de la genealogía, quizá no como ciencia, pero sí como un valioso y necesario instrumento que facilita y profundiza la composición familiar en cualquier disciplina que quiera abordarla. Ha sido como un estallido de un deseo reprimido mucho tiempo. Las iniciativas en Canarias han sido múltiples desde finales de la pasada centuria. Escasas y tímidas al principio, como las asociaciones Marqués de Acialcázar o el Instituto Canario de Estudios Históricos Rey Fernando Guanarteme, como dos ejemplos de las que han llegado hasta el presente con actividad. Y más amplia y diversas en pleno siglo XXI: hay Congresos en ambas islas, la Sociedad de “Estudios Genealógicos y Heráldicos de Canarias en la isla Tenerife”, “Genealogías Canarias”, con su activo e ilustrado blog, en la de Gran Canaria; publicaciones desde la nueva perspectiva como el Ensayo para un diccionario de conquistadores de Canarias de Juan Antonio Cebrián Latasa, o la propia sobre la Población de Agüimes en los cien primeros años del señorío, citadas ambas en esta obra; artículos y colaboraciones en distintas revistas; incluso el incremento de profesionales de la genealogía, y por ende, de su demanda entre la población.

 

Otra novedad del resurgir genealógico que se plasma perfectamente en esta obra es su democratización. A la hora de incorporar a algún grupo en una genealogía, no hay más obstáculo que el que ofrezca la documentación y que sean ancestros de Faneque. El interés de este conocimiento tiene un profundo calado humano; el objetivo es el propio conocimiento como forma de fortalecer convicciones y vínculos propios ante la vida. No podía ser de otra manera, pues carece de sentido en la actualidad, dar exclusividad a las clases privilegiadas o nobiliarias. Ese esquema social ya no funciona entre nosotros. Es lógico que, a medida que se retrocede en el tiempo, la documentación es generada en su mayoría por los grupos privilegiados, pues era consecuencia del papel social que desempeñaban entonces. Pero eso no es óbice para que cualquier dato referente a otros estamentos sea susceptible de ser admitido en la investigación genealógica.

 

Por eso el primer capítulo sorprende con el recuerdo de los vínculos más inmediatos, los más cercanos. Se realza en él la importancia y lo decisivo de los hechos y vivencias de nuestros familiares más cercanos; se evidencia su influencia en nosotros; es la primera memoria histórica. La referencia a Maruca Bautista González, tía materna de Faneque, es toda una declaración de principios de lo que a continuación nos llegará. Y una apertura con tal calado femenino se corresponde con una conclusión centrada en la genealogía estrictamente matrilineal del primero de los autores. Una vez que la mujer está presente, la vida humana, en su sentido más amplio surge. Por esto, el siguiente capítulo está dedicado al conjunto de los detenidos en el acontecimiento del motín de la villa de Agüimes de 1718-1719, antepasados muchos de ellos de Faneque y emparentados con Juan Ramón y con el que este prólogo suscribe. El punto de vista se fija en quienes se rebelaron y sus familias, su condición social es de lo más variado. Se trata de aquéllos que lucharon contra una situación que consideraban injusta y que, aunque finalmente salieron triunfantes, pasaron por un episodio de represión a cargo de intereses de clases dominantes que muy bien podían haber convertido la  legitimidad rebelde en graves delitos reprochables. Conocerles en esa situación y hacerlo en un gran mapa genealógico, tal como nos ofrece Faneque y Juan Ramón, es innovar considerablemente en la perspectiva de los estudios históricos.

 

Los siguientes capítulos son un compendio de varias familias que ocuparon las más diversas posiciones en el entramado social de la isla. Se hace un somero estudio de la documentación más antigua, acudiendo incluso a analizar sus lugares de procedencia cuando se pueden averiguar, y desde ahí se usa la genealogía para descender de generación en generación, hasta el autor. Desfilan los Romero que tuvieron su referencia en el barrio de Triana de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, la familia de Hernán Moro, los Quevedo, Ojeda, Canino Veintemilla según la manera que la cita el autor que reproduce la grafía de algunos de los documentos del siglo XVI. De ellos se desarrolla de forma amplia sólo su comienzo insulares, un recurso útil para cualquier estudio familiar de la época, ya sea estrictamente genealógico como de ayuda para otras disciplinas. Resultan muy interesantes los estudios complementarios que se insertan sobre las familias consortes de las mencionadas.

 

Los siguientes capítulos pivotan sobre elementos de intrahistoria. Un episodio propio de la historia negra insular del siglo XVI y otra no menos dotada de cierto suspense y tensión vinculada con la Inquisición. Ambas ubicadas principalmente en la villa de Agüimes con alguna derivación por la comarca de las Tirajanas. Y siempre con la genealogía de fondo, su relación con Faneque y la documentación exhumada por Juan Ramón.

 

Los dos últimos recogen de nuevo vinculaciones genealógicas personales con un significado específico en relación al autor: sus antepasados de Fuerteventura y su ascendencia matrilineal; la mezcla y diversidad geográfica de los ancestros que se puede poner en paralelo con un mundo concebido como aldea global, y lo femenino considerado de forma autónoma y central tan cercano a la sensibilidad de nuestros días. 

 

Termino con una apreciación más. La interdisciplinariedad actual de la ciencia tiene también su espacio en esta obra. Si antes hablamos de la autonomía alcanzada por las ciencias humanísticas frente a las experimentales, otra característica de la modernidad es su interacción. Es posible la cooperación y colaboración de ciencias de ambos bandos. Esto lo vemos en la preocupación del autor por vincular genética y genealogía. Ya lo hizo en su primera obra genealógica. Ahora lo repite en un referente tan importante como es la herencia matrilineal recogida en el último capítulo.

 

Esta obra conjunta no surge de Faneque y Juan Ramón solo como genealogistas, no es tampoco simple literatura. Sus autores al introducir sus específicas personalidades han volcado apasionamiento y creatividad; hay datos históricos inéditos y valiosos para la investigación postrera, pero sin quedarse en un intelectualismo de altos vuelos y reducido repertorio. No estamos ante la aplicación de formalismos y plantillas, al contrario, son páginas que rezuman espontaneidad y calor, cercanía y autenticidad. Son información popular de amplia difusión y gran interés.

 

Genealogías sureñas de Gran Canaria es un buen motivo y ocasión para conocer, sentir y vivir los lugares y la gente que poblaron aquella zona insular desde el definitivo asentamiento europeo.

 

 

Rafael Rodríguez de Castro

Prólogo de Fernando Bruquetas de Castro

Prólogo

Fernando Bruquetas de Castro

Universidad de Las Palmas de Gran Canaria





 

            Es un honor prologar esta obra de Faneque Hernández y Juan Ramón García Torres, la cual representa el culmen –más significativo hasta ahora– de sus estudios históricos y genealógicos sobre la antigua población canaria, y en el que demuestra una gran erudición al realizar al mismo tiempo un compendio familiar, particular, que es fácilmente extensible a lo social y general de la población de las Islas Canarias. 

            Faneque y Juan Ramón despliegan en estas páginas un gran amor por el país y por los “canarios de nación”, tal como llaman los documentos antiguos a los que habían nacido en alguna de las islas del Archipiélago; así lo manifiesta en el bello poema titulado “Desafío y muerte de Doramas” con el que cierra la primera parte del libro, y lo corrobora en la ascendencia genealógica de cuantos paisanos formaron parte de tribunales eclesiásticos y seglares sin experimentar discriminación por su origen; no sucedió así con las personas –protagonistas estelares de este libro– que fueron investigadas o procesadas por esos mismos tribunales, a los que probablemente apenas solo les cupo fuerza para intentar defenderse de las graves acusaciones, que se hacían de forma anónima, y que podían concluir con terribles sentencias, como la que implicaba morir en la hoguera. No puede olvidarse que en el llamado Antiguo Régimen de la Edad Moderna la característica predominante era las escasas o nulas garantías en casi todos los órdenes de la vida, por lo que no podía ser menos en los asuntos judiciales.

            Un tribunal tan peculiar como el que formaba la Inquisición, compuesto en su mayor parte por miembros –llamados familiares– que estaban presentes en toda la geografía insular, muchos de ellos perteneciente a las más destacadas estirpes isleñas, tenía como fin primordial velar por la ortodoxia moral y religiosa, para obtener así la unificación de las costumbres con la metrópoli. 

En los primeros años de la instauración del tribunal en Canarias[1], en la primera década del siglo XVI, la pretensión del tribunal consistía en integrar rápidamente a los canarios en el modo de vida cristiano, aunque todos los autores resaltan el trato benevolente con los nativos, a pesar de que algunos daban muestras de haber retornado a las antiguas creencias, como también los había que no creían parte del dogma o abiertamente lo cuestionaban. En esos casos están algunos de los casos estudiados por Faneque, de los que aporta los propios procesos, en los que se evidencia la acusación de apostasía y herejía; sin descartar los delitos de carácter despreciativo contra la religión oficial, como eran las ofensas de palabra, las blasfemias, de obra, sacrilegios e incluso los cometidos por omisión, como era el de la inobservancia de la doctrina. Además, no hay que olvidar que el mundo y la época eran proclives a cometer actos que se consideraban trasgresiones de la moral y hechos supersticiosos, que también perseguía el tribunal.

La Inquisición se implantó en Canarias en 1505, año de la fundación del Tribunal en Las Palmas, bastantes años después de terminada la conquista de Gran Canaria. No obstante, se sabe que la primera actuación inquisitorial de la que hay constancia tuvo lugar en Las Palmas en 1488 y la propuso el tribunal de Sevilla contra un sospechoso de judaísmo[2], por lo que se puede deducir que hasta entonces la vigilancia de la moral de los canarios que habitaban las islas periféricas no había sido motivo de interés para los monarcas anteriores[3]. En el contexto político de consolidación de la monarquía autoritaria, que encarnaban Isabel y Fernando, se ha situado la erección del tribunal inquisitorial, como un instrumento vital de control e intervención directa sobre la población[4]

No fue hasta 1511 cuando la Inquisición intervino de forma represiva y generalizada, pero nada violenta, como pudiera pensarse, pues en una fecha tan tardía como 1525 todavía algunos de los antiguos canarios tenían conocimientos dudosos de la doctrina cristiana, como explica el profesor Lobo[5]; lo que es una prueba más de la condescendencia del tribunal con los nativos, la cual cambió cuando la colonización fue protagonizada por otros grupos humanos, como los judeoconversos, moriscos y esclavos negros.

La originalidad del trabajo de Faneque y Juan Ramón radica, por una parte, en que aporta datos relevantes que permiten comprobar cómo fue el comportamiento del tribunal en el transcurso de la Modernidad, y subsidiariamente transmite nuevos aspectos sociales y económicos de las personas que fueron procesadas, independientemente de que se conozca o no el resultado de los sumarios. Tan solo el esfuerzo de búsqueda, transcripción y estudio familiar de estas personas es una obra ímproba y por lo tanto loable, que los demás historiadores le agradecemos recomendando su lectura, por lo que significa de aprendizaje del mundo y la liturgia de los ancestros.  

 



[1] Algunos de los que han estudiado el tribunal de la Inquisición de Canarias son Luis Alberto Anaya Hernández, “Las casas de Inquisición de Las Palmas y algunas características del Tribunal canario”, en IV Coloquio de Historia Canario Americana (1980), t. 2; Las Palmas, 1982; “Judíos y expulsos en Canarias”, en Anuario de Estudios Atlánticos, nº. 33, Madrid-Las Palmas, pp. 43-50; “Establecimiento de la Inquisición en Canarias” en Congreso Internacional de la Inquisición (febrero, 1987), Lisboa, 1989. Manuel Lobo Cabrera, “Los indígenas canarios y la Inquisición”, en Anuario de Estudios Atlánticos, nº 29, 1983; Eduardo Aznar Vallejo, “Religiosidad popular en los orígenes del Obispado de Canarias” en VII Coloquio de Historia Canario Americana (1986), Las Palmas, 1990; y Manuela Ronquillo Rubio, Los orígenes de la Inquisición en Canarias, 1488-1526, Cabildo Insular de Gran Canaria, 1991.

[2] Manuela Ronquillo Rubio, Los orígenes de la Inquisición… Opus Cit., pág. 55.

[3] De hecho, la Inquisición española fue creada por los Reyes Católicos, por Bula de Sixto IV, y en 1481 comenzó la andadura del tribunal sevillano. 

[4] Eduardo Aznar Vallejo, “Estado y colonización en la Baja Edad Media. El caso de Castilla”, en La España medieval, ed. Universidad Complutense, Madrid, 1988.

[5] Manuel Lobo, “Los indígenas canarios y la Inquisición”, Art. Cit., pág. 71.

Prólogo de Juan Gómez-Pamo Guerra del Río

Una nueva ventana a la genealogía canaria

 


Las Islas Canarias cuentan con una gran tradición en los estudios genealógicos. Es muy significativo el hecho de que algunas de las grandes figuras que a nivel nacional han cultivado estas materias, y que gozan de reconocimiento mundial entre los especialistas en esos temas, han tenido una estrecha vinculación con las islas.

 

El Provincial de la Santa Hermandad Gonzalo Argote de Molina (1548-1596), fallecido en Las Palmas y sepultado en su catedral, es el celebrado autor de Nobleza del Andalucía, uno de los más completos y documentados tratados heráldicos y genealógicos de su época, en el que incluyó algunas referencias a familias canarias. Francisco Fernández de Béthencourt (1850-1916), nacido en Arrecife de Lanzarote, miembro de la Real Academia Española y de la de la Historia, es el responsable de Nobiliario y blasón de Canarias: diccionario histórico biográfico, genealógico y heráldico de la provincia, publicado en siete tomos en Santa Cruz de Tenerife y Madrid, entre 1878 y 1886. Esta obra, convertida en un referente clásico en su género, era cada vez más difícil de encontrar, a medida que pasaban los años, incluso en librerías de viejo. A mediados del siglo XX el profesor universitario y editor Juan Régulo Pérez reunió una junta de especialistas para preparar una nueva edición, ampliada y puesta al día, se tituló Nobiliario de Canarias y se publicó en La Laguna en cuatro gruesos tomos entre 1952 y 1967. Argote y Béthencourt representan dos cimas en la investigación genealógica europea.

 

Hay que mencionar que en la Edad Moderna el cultivo de la genealogía tenía mucho que ver con el interés de las familias de la elite social por acreditar su pertenencia a la nobleza o por reunir todos los méritos necesarios para que esta les fuera reconocida. También tenía su utilidad con objeto de atestiguar parentescos que permitieran reclamaciones de herencias, especialmente de mayorazgos y capellanías en los que el fundador hubiera señalado distintos llamamientos en cuanto a su sucesión. La genealogía tenía un carácter fuertemente utilitario. Por este motivo se guardaban celosamente ejecutorias, informaciones, traslados, certificaciones, etc., en los archivos familiares.

 

La obra que el lanzaroteño dedicó a la nobleza de Canarias, Nobiliario y blasón de Canarias, constituyó, con sus limitaciones, un estudio modélico, sin parangón en otros ámbitos del mundo hispánico, en su intento de reflejar el desarrollo de las familias estudiadas desde sus orígenes conocidos hasta la época del autor. Alguna de ellas las puso al día en las sucesivas ediciones de sus Anales de la Nobleza de España (1880-1890) y Anuario de la Nobleza de España (1908-1917). Parecía sentar las bases para la edición de unas publicaciones similares a los celebrados repertorios británicos Debrett’s o Burke’s Peerage. El campo correspondiente al estudio de las familias canarias que formaban parte del estado noble en el Antiguo Régimen quedaba dignamente cubierto. 

 

En las décadas de los setenta y ochenta del siglo XX el joven investigador Miguel Rodríguez Díaz de Quintana, que había estudiado paleografía con el gran Agustín Millares Carlo, rastreó todos los archivos públicos, eclesiásticos y privados de Gran Canaria y recopiló una gran cantidad de información genealógica. Recibió numerosos encargos de particulares interesados en conocer su historia familiar. El resultado, reflejado en una serie de tomos mecanografiados que el autor fotocopiaba con el fin de proporcionar ejemplares para ser consultados en las bibliotecas públicas de Las Palmas, constituyó la más valiosa y documentada aportación al estudio de la genealogía grancanaria desde el ya mítico Nobiliariode Fernández de Béthencourt.

 

Al tratarse de estudios sin otra finalidad que el conocimiento más exacto posible del desarrollo de las generaciones, sin ninguna pretensión de índole nobiliaria o legal, consiguieron lo que podríamos calificar de una democratización genealógica. Los estudios no se ceñían a la nobleza ni siquiera a las familias ilustres, Rodríguez Díaz de Quintana reunía todos los datos posibles de una familia, sin discriminar ramas más o menos brillantes o acaudaladas. Numerosas personas interesadas en conocer sus orígenes han encontrado en los diversos estudios del autor alguna referencia familiar que les permitía remontar su genealogía varias generaciones.

 

En el último cuarto del siglo XX se fundaron el Instituto Canario de Estudios Históricos Rey Fernando Guanarteme y el Centro de Estudios Genealógicos de Canarias Marqués de Acialcázar, este último no ha contado con una excesiva proyección pública, pero ha conseguido, a lo largo de los años, reunir un abundante conjunto de referencias y fichas genealógicas, así como una interesante biblioteca especializada.

 

El Instituto Canario de Estudios Históricos Rey Fernando Guanarteme publicó, entre 1986 y 1989, seis volúmenes de su revista. En ellos figuraban estudios genealógicos relacionados, en su mayor parte, con la antigua realeza insular. A lo largo de varios capítulos Miguel Rodríguez desarrollo la descendencia del último Rey de Gáldar, tanto las ramas ya conocidas como otras que habían permanecido inéditas. En su estudio no se limitaba a las líneas principales, sino que pretendía documentarlas todas y prolongarlas, en muchos casos, hasta el siglo XVIII. Numerosos aficionados a la genealogía descubrieron así su descendencia de Don Fernando y pudieron constatar el hecho de que la mayor parte de los canarios tenemos unos vínculos de parentesco más o menos cercanos. 

 

En el siglo actual las nuevas tecnologías han permitido el rápido acceso a archivos y documentos que hasta fechas recientes eran asequibles para muy pocos y presentaban ciertas dificultades para su consulta. Nos han proporcionado la esperanza de poder reunir, en poco tiempo, toda la información genealógica disponible y completar, en gran medida en algunos casos, las lagunas de los archivos locales.

 

En Arona, Tenerife, se han celebrado con notable éxito unas Jornadas de Genealogía, la quinta en 2014. Asimismo, en 2012 se había fundado en esa isla La Sociedad de Estudios Genealógicos y Heráldicos de Canarias SEGEHEC. Algunos investigadores que acudieron desde Gran Canaria a esas convocatorias consideraron la posibilidad de organizar un encuentro similar en su isla. En un primer momento la propuesta pudo parecer inmadura o utópica, sin embargo, la brillante gestión de sus promotores unida al interés de la propia materia consiguieron que el I Encuentro de Genealogía Gran Canaria, celebrado en la sede de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de esta isla en noviembre de 2014, concitara un gran interés. Las aportaciones de los participantes iban desde la genealogía tradicional hasta acercamientos desde otras disciplinas y, lo más significativo, se presentaron nuevas propuestas metodológicas que evidenciaban que la genealogía tiene por delante un largo recorrido por desarrollar, no se trata de una mera ciencia auxiliar que da sus últimos coletazos. La propuesta de Faneque Hernández en ese encuentro puso de manifiesto la incuestionable vigencia de esta disciplina, mostró la posibilidad de utilizar avances científicos como los estudios sobre el ADN para ofrecer una visión mucho más completa y sugerente de la realidad social de una comunidad.

 

El interés por la genealogía en nuestras islas no ha decaído en el siglo XXI, aunque habíamos llegado a pensar que su misión se limitaba a una mera continuación del trabajo de los investigadores citados y a completar y poner al día los repertorios existentes. Recientemente hemos podido comprobar con alegría que se abren nuevos horizontes a nuestras disciplinas. Este libro que tienen en sus manos es un claro y definitivo ejemplo.

 

Una ascendencia canaria de cinco siglos es fruto de un trabajo compartido entre Faneque Hernández Bautista y Juan Ramón García Torres. El primero ha concebido la tarea con el ímpetu y la decisión, sin concesión al desaliento, con los que ha enfrentado sus estudios genealógicos y que le han convertido en poco tiempo en un especialista consumado. Juan Ramón García Torres ha aportado la documentación, producto de sus pesquisas y del dominio de las fuentes, que ha facilitado el desarrollo de un proyecto tan ambicioso. La propuesta de los autores se materializa en este grueso volumen estructurado en tres bloques bien diferenciados y que comparten esa mirada enriquecedora al pasado familiar. 

 

Una primera parte incorpora la ponencia presentada en la Real Sociedad Económica, en el marco del citado encuentro genealógico, sobre ADN e historia familiar. La segunda parte, que da título a todo el volumen, Una ascendencia canaria de cinco siglos, cuenta con veintidós capítulos referidos a otras tantas parejas originarias, vivas a comienzos del siglo XVI, y su descendencia hasta llegar a los hijos de Faneque. Constituyen una selección actualizada de los artículos publicados en el blog Genealogías Canarias. De esas parejas desciende también una gran parte de la actual población insular, son los abuelos comunes de muchos grancanarios. Los autores no se limitan a aportarnos el resultado de sus laboriosas indagaciones, sino que nos ofrecen también el camino que les ha llevado a reconstruir el árbol familiar y las hipótesis más plausibles para recomponer las lagunas que se presentan en algunos casos. El relato se convierte en un manual de investigación genealógica donde se percibe el latir de la vida de nuestros antecesores. Por último, se incorpora la conferencia pronunciada en 2014 en Gáldar, con motivo del acto académico anual del Instituto Canario de Estudios Históricos Rey Fernando Guanarteme, titulada precisamente Los viajes de Tenesor a la corte de los Reyes Católicos. Constituye un valiente acercamiento a un tema proceloso, la biografía de don Fernando Guanarteme o Guadarteme, cuya sangre corre también por las venas de muchos canarios actuales.

 

Los autores han conseguido que su búsqueda de datos familiares se convierta en un viaje en el que el lector les acompaña. No solo nos proporcionan los resultados de sus pesquisas, sino que, de una manera muy sugestiva, nos implican en sus descubrimientos, hipótesis de trabajo y acertadas conclusiones. La condición de poeta y persona culta y sensible de Faneque le lleva a incorporar al texto, con total naturalidad, alguno de sus romances y también apreciaciones poco corrientes en los estudios genealógicos tradicionales y que enriquecen sobremanera la lectura y la comprensión de las situaciones que describe.

 

Este libro de Faneque Hernández Bautista y Juan Ramón García Torres, Una ascendencia canaria de cinco siglos, constituye una emocionante búsqueda, al modo de un viaje iniciático, que asciende en el árbol y se remonta hacia atrás en el tiempo, desde unos jóvenes canarios de este siglo hasta sus más remotos antepasados conocidos. Por otro lado, se erige en un acercamiento novedoso, que tiene mucho de revolucionario, a una disciplina que se muestra ante los que no la conocen con la apariencia de una materia estática y anquilosada. Tal como nos sugiere la cubierta de Alberto Lacave, que representa un portillo entornado que nos permite ver el tronco y las ramas de un viejo árbol, este trabajo abre una ventana y ofrece una perspectiva nueva en los estudios genealógicos canarios.

 

Juan Gómez-Pamo Guerra del Río