jueves, 23 de septiembre de 2021

Prólogo de Rafael Rodríguez de Castro

GENEALOGÍAS SUREÑAS DE GRAN CANARIA

 

 


 

PRÓLOGO

 

Agradezco la deferencia que ha tenido Hernández Bautista y Juan Ramón García Torres de pedirme que prologue este trabajo. La trayectoria de Faneque y Juan Ramón en el campo genealógico alcanza un grado de madurez y consolidación con esta publicación. Estamos ante su tercer trabajo de este tipo desde que se estrenó, el año de 2016, con Una ascendencia canaria de cinco siglos, a la que siguió, el año siguiente, Víctimas y verdugos del Santo Oficio. Todos ellos con la imprescindible colaboración de Juan Ramón.

 

Si a esta temática se le suma la literatura lírica o histórica, el balance de la obra de Faneque sorprende por la abundancia y la prolijidad de géneros utilizados. Desde el primer eslabón de esta serie, constituido por su poema histórico La reina de Canaria, del año 2010, contamos hasta el presente con un total de nueve obras. Usa la totalidad de los géneros literarios. Hay un predominio de la lírica, usada en temática histórica en dos de sus publicaciones, y en el Romancero sureño; dramática presente en dos creaciones, entre las que destaca La rebelión de los sureños escenificada con gran éxito el año pasado; y una novela histórica, Abenchara.

 

En este trabajo vuelve a mostrarnos su labor vinculada a la genealogía de sus antepasados. Estamos ante una continuación de la primera de este ámbito y como un volumen más de una colección que seguro continuará con esta misma fecundidad productiva que le ha acompañado estos últimos años. Así lo deseamos y lo esperamos.

 

Estos trabajos en su conjunto no fueron hechos a propósito para estar publicados así, sino que parten de una experiencia progresiva de descubrimiento y desarrollo. En la investigación genealógica suele ocurrir que unas líneas se resuelven con más inmediatez y facilidad que otras, y de éstas algunas alcanzan una forma lo suficientemente completa como para ser consideradas, en cierto modo, como cerradas y terminadas. 

 

Una primera serie de estas líneas genealógicas las ha dado a conocer Faneque en  revistas locales como la que edita el Concejo Municipal de Patrimonio Histórico de Agüimes, blogs de temática específica genealógica como “Genealogías Canarias”, participando en los congresos que se celebran en Canarias sobre estos temas, y otros medios. En estos lugares aparecía una primera relación que muchas veces sufría ampliaciones, modificaciones o correcciones posteriores hasta alcanzar el siguiente nivel en el que se procedía a elegir las que se consideraban suficientes para componer una obra más amplia de carácter definitivo. 

 

Una nueva selección la encontramos en Genealogías sureñas de Gran Canaria, que es el título de la presente edición. Su lectura transmite una buena dosis de pasión y emoción, de satisfacción y de retos pendientes; su narración es fresca, inmediata; suena como si su autor contara su progreso al oído. Junto a la labor de síntesis y narrativa de Faneque, otro pilar fundamental es la del investigador Juan Ramón García Torres, perseverante buscador de documentación familiar en los distintos archivos depositarios. Su labor no sólo es clave e imprescindible para entender lo que aquí se expone, sino que lo inédito de buena parte de la información encontrada y su contenido clarificador, añade un valor considerable a su trabajo. Su labor no se reduce a ilustrar documentalmente lo que aquí se exhibe, sino que pone al servicio de un público más amplio información de interés multidisciplinar. A pesar del carácter más estricto y, por tanto, más formal y frío de esta labor, su resultado final no podrá resultar extraño o ajeno al gran público por excesivamente erudito; al contrario, todo parece una amena y entretenida conversación donde el argumento atrapa y abstrae hacía sí. El tándem Faneque-Juan Ramón vuelve a coordinarse para sorprendernos con un nuevo resultado más que satisfactorio.

 

Todo esto no constituye un hecho aislado. El siglo XXI ha supuesto un renacimiento de la genealogía. Es una de las consecuencias de la reivindicación realizada por las ciencias humanísticas desde la última posguerra mundial por tener un método propio y autónomo que las legitime como tales. Con la introducción de los métodos hermenéuticos las Humanidades han conseguido un instrumento investigador equiparable al de las ciencias experimentales, ante las cuales ofrecían hasta entonces una cierta dependencia. Antes de estos logros, para alcanzar una certeza válida y aceptable, se introdujo en ellas metodologías adaptadas de aquellas ciencias experimentales que limitaban y empobrecían los resultados. Las humanidades se veían en un mundo extraño y ajeno por la relación que estas ciencias guardaban con los hechos investigados, distinta a la que les correspondía a las primeras. En este contexto, el método de articular datos personales en su ámbito familiar, y de éste con aquéllos que les habían precedido, o seguido, o acompañado en su misma generación, hizo de la genealogía un recurso útil con el que contribuir de forma eficaz a las aportaciones que las ciencias de las Humanidades ofrecían en esa nueva situación. No en vano es aquí donde surgen los nuevos trabajos de investigación, sobre todo en la Historia, con nuevo calado y profundidad. Son pocos ejemplos los que todavía podemos encontrar en nuestro país, donde todavía se encuentran implantados métodos científicos de tipo dialéctico, válidos, pero limitados, frente a nuestro entorno, donde ya están completamente establecidos.

 

Este resurgir genealógico ha estado apoyado con el desarrollo de las nuevas tecnologías, la consecuente globalización de las comunicaciones y la inmediata intercomunicación de lugares distantes. Las inquietudes e interrogantes que surgen sobre antecedentes familiares de un lugar lejano desde el que se produjo la emigración llegan con más facilidad a su destino. Le ocurre lo mismo al camino inverso que recorre la respuesta. Esto no sólo facilita el acceso a la información de cada intención individual, sino que hace que su número se multiplique. Canarias en este sentido es un lugar privilegiado, dentro del conjunto nacional español, por la conservación de sus archivos de contenido familiar correspondiente a todos los niveles sociales de población. En mayor medida hasta aproximadamente el año 1600 y, algo menos, pero con una cantidad significativa y pendiente de exhumación, hasta la conquista.

 

El carácter de tierra de nueva población hizo que la genealogía respondiera desde muy pronto al interés por incorporar conocimientos a los recién llegados que reforzara y enriqueciera el que ya traían. No es casualidad que el primer intento sistemático y general correspondió a la Inquisición, cuyos libros de padrón de habitantes de Canarias conversos del judaísmo, del islam o de la religiosidad indígena se llaman precisamente Libros de Genealogía, compuestos en su mayoría en la segunda mitad de la década que comienza en 1520 y conservados celosamente en los fondos del Museo Canario de esta ciudad. En Canarias estableció su domicilio uno de los referentes genealógicos de final de este siglo, Gonzalo Argote de Molina. En el siguiente brilló de forma especial Juan Núñez de la Peña, cuyos apuntes sobre familias canarias, especialmente de Tenerife, están dispersos, algunos perdidos, y en su mayoría inéditos. Junto a Núñez de la Peña aparece Antonio de Viana, componiendo en una temprana edad una obra en verso donde la historia, la literatura y su creatividad, desarrollan también nuevas composiciones familiares.

 

A finales del siglo XIX surge la figura de Francisco Fernández de Bethencourt, con una producción genealógica monumental y enciclopédica como nunca antes se había hecho. Es un momento en que ha llegado a España un tímido primer intento científico al calor de los métodos histórico críticos de la Historia que todavía están incipientes y que en este estado llegan a nuestro personaje quien lo aplica fundamentalmente al estamento nobiliario y aristocrático.

 

A raíz de esta iniciativa aparecerá en torno a la facultad de Historia de la Universidad de La Laguna, ya en el segundo tercio del siglo XX, un elenco de estudiosos e investigadores que continuarán desarrollando aquella labor investigadora incluyendo en sus estudios genealógicos a sectores más amplios de la sociedad de los estrictament nobiliarios. Este esfuerzo, en paralelo y en contraste con la difusión de los métodos analíticos, continuó con cierta inercia, pero sin la fuerza que hubieran podido desarrollar de haber contado con una situación académica más favorable. La presencia de prejuicios sobre la genealogía a la que sólo se la veía vinculada con lo legendario y lo mítico, frenó cualquier iniciativa. Sin embardo, el cambio experimentado tras la segunda gran guerra ha sido clave.

 

De ahí se explica la fuerza actual de la genealogía, quizá no como ciencia, pero sí como un valioso y necesario instrumento que facilita y profundiza la composición familiar en cualquier disciplina que quiera abordarla. Ha sido como un estallido de un deseo reprimido mucho tiempo. Las iniciativas en Canarias han sido múltiples desde finales de la pasada centuria. Escasas y tímidas al principio, como las asociaciones Marqués de Acialcázar o el Instituto Canario de Estudios Históricos Rey Fernando Guanarteme, como dos ejemplos de las que han llegado hasta el presente con actividad. Y más amplia y diversas en pleno siglo XXI: hay Congresos en ambas islas, la Sociedad de “Estudios Genealógicos y Heráldicos de Canarias en la isla Tenerife”, “Genealogías Canarias”, con su activo e ilustrado blog, en la de Gran Canaria; publicaciones desde la nueva perspectiva como el Ensayo para un diccionario de conquistadores de Canarias de Juan Antonio Cebrián Latasa, o la propia sobre la Población de Agüimes en los cien primeros años del señorío, citadas ambas en esta obra; artículos y colaboraciones en distintas revistas; incluso el incremento de profesionales de la genealogía, y por ende, de su demanda entre la población.

 

Otra novedad del resurgir genealógico que se plasma perfectamente en esta obra es su democratización. A la hora de incorporar a algún grupo en una genealogía, no hay más obstáculo que el que ofrezca la documentación y que sean ancestros de Faneque. El interés de este conocimiento tiene un profundo calado humano; el objetivo es el propio conocimiento como forma de fortalecer convicciones y vínculos propios ante la vida. No podía ser de otra manera, pues carece de sentido en la actualidad, dar exclusividad a las clases privilegiadas o nobiliarias. Ese esquema social ya no funciona entre nosotros. Es lógico que, a medida que se retrocede en el tiempo, la documentación es generada en su mayoría por los grupos privilegiados, pues era consecuencia del papel social que desempeñaban entonces. Pero eso no es óbice para que cualquier dato referente a otros estamentos sea susceptible de ser admitido en la investigación genealógica.

 

Por eso el primer capítulo sorprende con el recuerdo de los vínculos más inmediatos, los más cercanos. Se realza en él la importancia y lo decisivo de los hechos y vivencias de nuestros familiares más cercanos; se evidencia su influencia en nosotros; es la primera memoria histórica. La referencia a Maruca Bautista González, tía materna de Faneque, es toda una declaración de principios de lo que a continuación nos llegará. Y una apertura con tal calado femenino se corresponde con una conclusión centrada en la genealogía estrictamente matrilineal del primero de los autores. Una vez que la mujer está presente, la vida humana, en su sentido más amplio surge. Por esto, el siguiente capítulo está dedicado al conjunto de los detenidos en el acontecimiento del motín de la villa de Agüimes de 1718-1719, antepasados muchos de ellos de Faneque y emparentados con Juan Ramón y con el que este prólogo suscribe. El punto de vista se fija en quienes se rebelaron y sus familias, su condición social es de lo más variado. Se trata de aquéllos que lucharon contra una situación que consideraban injusta y que, aunque finalmente salieron triunfantes, pasaron por un episodio de represión a cargo de intereses de clases dominantes que muy bien podían haber convertido la  legitimidad rebelde en graves delitos reprochables. Conocerles en esa situación y hacerlo en un gran mapa genealógico, tal como nos ofrece Faneque y Juan Ramón, es innovar considerablemente en la perspectiva de los estudios históricos.

 

Los siguientes capítulos son un compendio de varias familias que ocuparon las más diversas posiciones en el entramado social de la isla. Se hace un somero estudio de la documentación más antigua, acudiendo incluso a analizar sus lugares de procedencia cuando se pueden averiguar, y desde ahí se usa la genealogía para descender de generación en generación, hasta el autor. Desfilan los Romero que tuvieron su referencia en el barrio de Triana de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, la familia de Hernán Moro, los Quevedo, Ojeda, Canino Veintemilla según la manera que la cita el autor que reproduce la grafía de algunos de los documentos del siglo XVI. De ellos se desarrolla de forma amplia sólo su comienzo insulares, un recurso útil para cualquier estudio familiar de la época, ya sea estrictamente genealógico como de ayuda para otras disciplinas. Resultan muy interesantes los estudios complementarios que se insertan sobre las familias consortes de las mencionadas.

 

Los siguientes capítulos pivotan sobre elementos de intrahistoria. Un episodio propio de la historia negra insular del siglo XVI y otra no menos dotada de cierto suspense y tensión vinculada con la Inquisición. Ambas ubicadas principalmente en la villa de Agüimes con alguna derivación por la comarca de las Tirajanas. Y siempre con la genealogía de fondo, su relación con Faneque y la documentación exhumada por Juan Ramón.

 

Los dos últimos recogen de nuevo vinculaciones genealógicas personales con un significado específico en relación al autor: sus antepasados de Fuerteventura y su ascendencia matrilineal; la mezcla y diversidad geográfica de los ancestros que se puede poner en paralelo con un mundo concebido como aldea global, y lo femenino considerado de forma autónoma y central tan cercano a la sensibilidad de nuestros días. 

 

Termino con una apreciación más. La interdisciplinariedad actual de la ciencia tiene también su espacio en esta obra. Si antes hablamos de la autonomía alcanzada por las ciencias humanísticas frente a las experimentales, otra característica de la modernidad es su interacción. Es posible la cooperación y colaboración de ciencias de ambos bandos. Esto lo vemos en la preocupación del autor por vincular genética y genealogía. Ya lo hizo en su primera obra genealógica. Ahora lo repite en un referente tan importante como es la herencia matrilineal recogida en el último capítulo.

 

Esta obra conjunta no surge de Faneque y Juan Ramón solo como genealogistas, no es tampoco simple literatura. Sus autores al introducir sus específicas personalidades han volcado apasionamiento y creatividad; hay datos históricos inéditos y valiosos para la investigación postrera, pero sin quedarse en un intelectualismo de altos vuelos y reducido repertorio. No estamos ante la aplicación de formalismos y plantillas, al contrario, son páginas que rezuman espontaneidad y calor, cercanía y autenticidad. Son información popular de amplia difusión y gran interés.

 

Genealogías sureñas de Gran Canaria es un buen motivo y ocasión para conocer, sentir y vivir los lugares y la gente que poblaron aquella zona insular desde el definitivo asentamiento europeo.

 

 

Rafael Rodríguez de Castro

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