EL DRAGO MILENARIO
Autor del Poema: Faneque Hernández
Pintura de Alberto Lacave |
I
En medio del proceloso Atlántico
alzado sobre profundas raíces,
crece en las islas un árbol sagrado
que entrelaza milenarias estirpes
abiertas en ramaje septenario.
Bajo sus frondas, en pródiga urdimbre
bulle una naturaleza indómita
que tarda ya en reconocer la Historia.
II
Es Cairasco en su égloga canaria
quien evoca los valles nemorosos
bajo un toldo de nubes relevadas,
nervados de tan prístinos arroyos
que, con su incesante y serena riada,
densa fronda entretejen en su entorno.
¡Así era aquel País de la Fortuna
que fue de mis ancestros verde cuna!
III
Sublime poeta ítalo-canario
que nos abres las sendas del recuerdo
imponiendo a los montes elevados
regia corona de fayas y brezos,
y diademas de til y barbusano
a los valles del verde barlovento
que absorben de las brumas argentadas
raudales de preciosa tarosada.
IV
Reinando altivo en las cotas cimeras,
por más que azote el frío del invierno
es siempre su copa preciosa gema
de verde olivino ramas al viento;
y no arderá su corazón de tea
aunque al bosque… ¡condenen al infierno!
¡Mástil señero que extiende su sombra
sobre un manto de enchumbada pinocha!
V
Ataviada con áureos colgantes,
que en los estíos alfombran la tierra,
con su talle estrecho y cimbreante
y su verde y undosa cabellera
anuncia la fontana al caminante
y el abrevadero a cabras y ovejas.
¡Palma sagrada que vence al desierto,
oasis de paz al soco del viento!
VI
Rematan las puntas verdes estrellas
de cada una de las ramas del drago.
Exudan sangre las llagas abiertas
en su tronco hinchado, ya milenario,
pues quedan muy pocos árboles-hierba
con los que hablar de las cosas de antaño.
¡Endémica planta antediluviana,
viva enseña de identidad canaria!
VII
En estas tierras del medio insular
el árbol sagrado ahonda raíces,
echando ramas en torno a un pilar
henchido de roja savia aborigen,
sangre de drago, que fluye tenaz
en las entrañas de una altiva estirpe
que dio a esta isla título de grandeza
por su larga y heroica resistencia.
VIII
Aún no se han extinguido los incendios
ni el acre olor a la tierra quemada
conque la paz fue dada al insurrecto
en el nombre de una Santa Cruzada,
cuando impone Guadarteme el acuerdo
por el que se intercambian las alianzas
las damas de la aborigen nobleza
con los nuevos Señores de la Guerra.
IX
¡Cuántas son las jóvenes indígenas
esposadas a hidalgos muertos de hambre
ansiosos por unirse a la familia
de los aún poderosos Semidanes!
La más sentida muestra es Guayarmina,
de cristiana, Margarita Fernández,
quien pierde su regio nombre canario
con bautismo y matrimonio en el acto.
X
Y este es tan solo un caso constatado
por venir de nativa aristocracia,
pero se le impuso nombre castellano
a toda la población de Canarias.
Se evidencia lo que siempre nos negaron.
¡No hubo nunca exterminio de la raza
sino cruel y salvaje imposición
de costumbres, de lengua y religión!
XI
En cinco centurias de recorrido
por el libro de historia de las islas
son ya casi incontables apellidos
los que cuelgan del drago de familia.
¡Qué importa cuál sea el patronímico
que da siempre al varón la primacía,
cuando tenemos, inscrita en el alma,
adoración por la Venus de Tara!
XII
Dominan dicha lista hijosdalgo,
oriundos de las tierras de Castilla,
sin remedio soldados mercenarios
por no haber más opción que la milicia
al revés que supone el mayorazgo
que le otorga al mayor de la familia
la propiedad de todo el señorío
y al resto lo condena al ostracismo.
XIII
También el portugués es recio roble
de nuestra intrincada arboleda humana.
Desde antes que fueran españoles
de la Corona Unida de los Austrias,
alzaron con ingenio plantaciones
de oro blanco en los valles de Canarias.
¡Y aportando su vena laboriosa
nos donaron acento y parsimonia!
XIV
No puede faltar en la relación
recuento de africanos ascendientes
que parte buena forman del crisol.
Los esclavos negros y bereberes
adquirieron con sangre y con sudor
su derecho a gozar de los laureles
y las aguas rumorosas del bosque
al que el genearca Doramas da nombre.
XV
En el tesoro de pueblos que llegan
brillan los mercaderes genoveses,
gente hacendosa, de mente despierta,
que cosecha crecidos intereses
en los repartos de aguas y tierras
y en la compra de cargos y poderes.
¡Bartolomé Cairasco es magno ejemplo
de itálica presencia en nuestro acervo!
XVI
Es el propio literato quien se ufana
de también tener nativos ancestros
cuando emplea la lengua vernácula
en “La Comedia del Recibimiento”,
poniendo en boca del héroe Doramas
rezados que le oyera de pequeño
a su venerada abuela materna,
¡de benaorita estirpe!, por más señas.
XVII
“Infaca, Doramas”, ruega una ninfa
al indomable guerrero de Arucas.
“Renace de tus gloriosas cenizas
para escudar a los hombres que luchan
por paz y prosperidad en la vida
sin distinciones de credo o de cuna.
¡Más allá del lugar del que procedan
lo que importa es su amor por esta tierra!”
XVIII
Hoy, después de calimas de desprecio
a la sangre de los antepasados,
lanzamos a los vientos el anhelo
de ser una voz en el Atlántico,
revelando en arbóreo manifiesto,
en sonoras octavas cultivado,
la pervivencia de la noble raza
indígena de las Islas Canarias,
XIX
que en crisol de fecundo mestizaje
con la llama de nuevos pobladores
se funde en el país de los atlantes
al calor de encendidas tradiciones,
del ígneo poder de sus volcanes,
y de la oriflama que luce un broche,
un nimbo de estelares esmeraldas,
prendido en el azul que nos abraza.
XX
Y en cada orilla, campos de retama,
al orto, de ardiente flor amarilla,
al ocaso, de nevada flor blanca,
rebrotan en la tierra agradecida
que en guirnalda de colores estalla
en cuanto cae la más leve llovizna.
¡Aquí estaremos, regando conciencias,
por que esta enseña… por siempre florezca!