Prólogo
Fernando Bruquetas de Castro
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
Es un honor prologar esta obra de Faneque Hernández y Juan Ramón García Torres, la cual representa el culmen –más significativo hasta ahora– de sus estudios históricos y genealógicos sobre la antigua población canaria, y en el que demuestra una gran erudición al realizar al mismo tiempo un compendio familiar, particular, que es fácilmente extensible a lo social y general de la población de las Islas Canarias.
Faneque y Juan Ramón despliegan en estas páginas un gran amor por el país y por los “canarios de nación”, tal como llaman los documentos antiguos a los que habían nacido en alguna de las islas del Archipiélago; así lo manifiesta en el bello poema titulado “Desafío y muerte de Doramas” con el que cierra la primera parte del libro, y lo corrobora en la ascendencia genealógica de cuantos paisanos formaron parte de tribunales eclesiásticos y seglares sin experimentar discriminación por su origen; no sucedió así con las personas –protagonistas estelares de este libro– que fueron investigadas o procesadas por esos mismos tribunales, a los que probablemente apenas solo les cupo fuerza para intentar defenderse de las graves acusaciones, que se hacían de forma anónima, y que podían concluir con terribles sentencias, como la que implicaba morir en la hoguera. No puede olvidarse que en el llamado Antiguo Régimen de la Edad Moderna la característica predominante era las escasas o nulas garantías en casi todos los órdenes de la vida, por lo que no podía ser menos en los asuntos judiciales.
Un tribunal tan peculiar como el que formaba la Inquisición, compuesto en su mayor parte por miembros –llamados familiares– que estaban presentes en toda la geografía insular, muchos de ellos perteneciente a las más destacadas estirpes isleñas, tenía como fin primordial velar por la ortodoxia moral y religiosa, para obtener así la unificación de las costumbres con la metrópoli.
En los primeros años de la instauración del tribunal en Canarias[1], en la primera década del siglo XVI, la pretensión del tribunal consistía en integrar rápidamente a los canarios en el modo de vida cristiano, aunque todos los autores resaltan el trato benevolente con los nativos, a pesar de que algunos daban muestras de haber retornado a las antiguas creencias, como también los había que no creían parte del dogma o abiertamente lo cuestionaban. En esos casos están algunos de los casos estudiados por Faneque, de los que aporta los propios procesos, en los que se evidencia la acusación de apostasía y herejía; sin descartar los delitos de carácter despreciativo contra la religión oficial, como eran las ofensas de palabra, las blasfemias, de obra, sacrilegios e incluso los cometidos por omisión, como era el de la inobservancia de la doctrina. Además, no hay que olvidar que el mundo y la época eran proclives a cometer actos que se consideraban trasgresiones de la moral y hechos supersticiosos, que también perseguía el tribunal.
La Inquisición se implantó en Canarias en 1505, año de la fundación del Tribunal en Las Palmas, bastantes años después de terminada la conquista de Gran Canaria. No obstante, se sabe que la primera actuación inquisitorial de la que hay constancia tuvo lugar en Las Palmas en 1488 y la propuso el tribunal de Sevilla contra un sospechoso de judaísmo[2], por lo que se puede deducir que hasta entonces la vigilancia de la moral de los canarios que habitaban las islas periféricas no había sido motivo de interés para los monarcas anteriores[3]. En el contexto político de consolidación de la monarquía autoritaria, que encarnaban Isabel y Fernando, se ha situado la erección del tribunal inquisitorial, como un instrumento vital de control e intervención directa sobre la población[4].
No fue hasta 1511 cuando la Inquisición intervino de forma represiva y generalizada, pero nada violenta, como pudiera pensarse, pues en una fecha tan tardía como 1525 todavía algunos de los antiguos canarios tenían conocimientos dudosos de la doctrina cristiana, como explica el profesor Lobo[5]; lo que es una prueba más de la condescendencia del tribunal con los nativos, la cual cambió cuando la colonización fue protagonizada por otros grupos humanos, como los judeoconversos, moriscos y esclavos negros.
La originalidad del trabajo de Faneque y Juan Ramón radica, por una parte, en que aporta datos relevantes que permiten comprobar cómo fue el comportamiento del tribunal en el transcurso de la Modernidad, y subsidiariamente transmite nuevos aspectos sociales y económicos de las personas que fueron procesadas, independientemente de que se conozca o no el resultado de los sumarios. Tan solo el esfuerzo de búsqueda, transcripción y estudio familiar de estas personas es una obra ímproba y por lo tanto loable, que los demás historiadores le agradecemos recomendando su lectura, por lo que significa de aprendizaje del mundo y la liturgia de los ancestros.
[1] Algunos de los que han estudiado el tribunal de la Inquisición de Canarias son Luis Alberto Anaya Hernández, “Las casas de Inquisición de Las Palmas y algunas características del Tribunal canario”, en IV Coloquio de Historia Canario Americana (1980), t. 2; Las Palmas, 1982; “Judíos y expulsos en Canarias”, en Anuario de Estudios Atlánticos, nº. 33, Madrid-Las Palmas, pp. 43-50; “Establecimiento de la Inquisición en Canarias” en Congreso Internacional de la Inquisición (febrero, 1987), Lisboa, 1989. Manuel Lobo Cabrera, “Los indígenas canarios y la Inquisición”, en Anuario de Estudios Atlánticos, nº 29, 1983; Eduardo Aznar Vallejo, “Religiosidad popular en los orígenes del Obispado de Canarias” en VII Coloquio de Historia Canario Americana (1986), Las Palmas, 1990; y Manuela Ronquillo Rubio, Los orígenes de la Inquisición en Canarias, 1488-1526, Cabildo Insular de Gran Canaria, 1991.
[2] Manuela Ronquillo Rubio, Los orígenes de la Inquisición… Opus Cit., pág. 55.
[3] De hecho, la Inquisición española fue creada por los Reyes Católicos, por Bula de Sixto IV, y en 1481 comenzó la andadura del tribunal sevillano.
[4] Eduardo Aznar Vallejo, “Estado y colonización en la Baja Edad Media. El caso de Castilla”, en La España medieval, ed. Universidad Complutense, Madrid, 1988.
[5] Manuel Lobo, “Los indígenas canarios y la Inquisición”, Art. Cit., pág. 71.
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