“EL APELLIDO ROMERO Y CEBALLOS”
VICENTE J. SUÁREZ GRIMÓN
Del manuscrito “Diario cronológico histórico de los sucesos elementales políticos e históricos de esta isla de Gran Canaria (1780-1814)”, de Isidoro Romero Ceballos, Ediciones del Cabildo de Gran Canaria publicó en 2002 una obra impresa en dos tomos con transcripción y estudio preliminar a cargo del historiador Vicente J. Suárez Grimón quien gentilmente nos ha autorizado a publicar íntegramente en este blog el capítulo primero de dicho estudio titulado “El hombre y el nombre”. Se trata de un memorable estudio biográfico y genealógico de este personaje en el que Vicente J. Suárez Grimón, Catedrático de Historia Moderna de la ULPGC, despliega con minuciosa maestría sus dotes investigadoras.
EL HOMBRE Y EL NOMBRE
EL LICENCIADO ISIDORO ROMERO EL I
La familia, o si se quiere, el apellido Romero y Ceballos irrumpe en la Historia de Canarias, en particular en la de Gran Canaria, a fines del siglo XVII. Sus orígenes, aunque naturales como los de todos los humanos o seres vivos, son modestos y tiene visos de ilegitimidad que el propio Isidoro Romero, como ha señalado Néstor Álamo, se encarga de solventar recomponiendo el apellido del padre adoptivo del primer Romero hasta convertirlo “en el sonoro, retumbante y encandilador Romero y Tello de Medina, sobrenombres en Gran Canaria de viejos ecos teldenses” (Néstor Álamo: Prólogo y notas en Agustina González Romero “La perejila” LPGC 1983). No obstante y en descargo de Isidoro de la Concepción Romero el I hay que señalar que no usó de los apellidos Tello de Medina pues fueron sus hijas y nieto los que se los atribuyeron.
El primer Romero, llamado también Isidoro, nace en la isla de La Palma en 1684 teniendo por madre a María de Aguilar Brito y de padre desconocido. En su “Diario” el cronista Isidoro Romero Ceballos cita a don Diego Romero de Carreño, el presbítero y hacedor del Cabildo Catedral que estando en La Palma lo adoptó cuando contaba cuatro años de edad como padre del primer Romero a quien en las partidas de su familia le añade el Tello de Medina. Esa paternidad de adopción deja la puerta abierta a la sospecha de que don Diego Romero fuera el padre natural de Isidoro Romero el I. Néstor Álamo se hizo eco de estos orígenes impuros de Isidoro Romero el I cuando en referencia a su madre habla de “aquella ramita de amulatada canela que se llamó, la llamaron después, doña María de Aguilar y Brito, señora que parece haber figurado en ese tipo humano que las barajeras llaman mujer revuelta en color” (Ibídem).
Los visos de ilegitimidad no impiden que los Romero que ahora nos ocupan logren, en un proceso de apenas tres generaciones, encaramarse entre la élite de la isla de Gran Canaria y de la Ciudad de las Palmas: estudios, comercio, tierras y casas, milicias, posesión de vínculos y regidurías, etc., son las señas de ese ascenso social. El licenciado don Isidoro Romero, casado con doña Andrea Vibero del Toro, representó la primera generación; su hijo, el también licenciado don Antonio Romero Vibero, casado en Caracas con doña Juana Ceballos Guerra, lo fue la segunda; y por último el bachiller y cronista don Isidoro Romero y Ceballos, casado en Fuerteventura con doña Josefa Magdaleno, representará a la tercera generación. Este último no solo heredará un apellido lleno de lustre sino que completará el ascenso con la adquisición en 1785 de un oficio de regidor en el Cabildo de Gran Canaria y con el disfrute a partir de 1787 y 1788 de las rentas que le proporcionaba un vínculo fundado por sus tías Ana y Gerónima Romero.