PALABRAS PARA GABRIEL
Saludos, Gabriel. No te conozco personalmente. Pero sé mucho de ti gracias al texto que estoy, paso a paso, a medida que lo leo, prologando. Sé por ejemplo que acabas de cumplir tu mayoría de edad y que fuiste un nieto muy deseado. El regalo que hoy se te hace, un estudio genealógico de tu ascendencia, realizado con infinita paciencia y pulcritud por parte de tu abuelo Antonio, es revelador de la veneración que te tienen tus abuelos, quienes, desde que naciste, están en un estado de ‘abuelicidad’ completa. Esto de ‘abuelicidad’ es un término nuevo que me he inventado y que trata de ensamblar dos hermosas palabras: abuelo y felicidad.
Me siento muy identificado con Antonio Bolaños, tu querido abuelo y mi apreciado amigo. Como él, soy un estudioso de la genealogía que pensaba que, por mor de una extraña maldición, me iba aquedar sin descendencia más allá de mis dos hijos, hasta que, en mi caso, para mi alegría y la de Carmen, mi compañera y esposa, llegaron hace poquito nuestras nietas: Ithaisa en 2021 y Nisa en 2023.
Entiendo muy bien por tanto la dedicatoria dirigida hacia ti, Gabriel, y hacia tu prima Lara de este libro mágico acerca de tus raíces. Algo parecido quise hacer con mis hijos hace algunos años, en 2015, cuando firmé un trabajo genealógico partiendo respectivamente de los linajes paternos o maternos de los ocho bisabuelos de mis hijos, es decir de mis cuatro abuelos y de los cuatro abuelos de mi mujer para llegar cuando fue posible hasta el año 1500. Aquel trabajo se títuló “Una ascendencia canaria de cinco siglos” y dio nombre a mi primera publicación en este campo de la genealogía en coautoría con Juan Ramón García Torres.
Hay muchas cosas en común entre aquel trabajo y este otro que a ti te dedica primorosamente tu abuelo. Se trata en ambos casos de buscar nuestras raíces, de escudriñar de dónde venimos, de dar a conocer nuestro proverbial mestizaje, de enorgullecernos de nuestra idiosincrasia como canarios, de vernos reflejados en nuestros ancestros de toda clase y condición. Comprobarás en los cuadros con la relación de personas que te anteceden que si bien las primeras generaciones, radicadas en los municipios hermanos de Gáldar y Guía, identifican a tus ancestros directos, a medida que se asciende por las escalas genealógicas a lo largo de los siglos irán identificando por igual a todos los vecinos de la comarca del noroeste hasta llegar, en torno al año 1500, a identificar la ancestría de buena parte de los habitantes de Gran Canaria en nuestros días. Efectivamente en ese entonces, tus ancestros ya no son solo tuyos sino de todos los grancanarios.
Y verás, haciendo una lenta degustación de este riguroso trabajo, que algunos de ellos fueron conquistadores de la isla pero que en su mayor parte eran sencillos colonos, tanto castellanos como portugueses, que para gozar de repartimientos, o lo que es lo mismo para hacerse con tierras productivas en las que establecerse, tenían que estar casados y contar con descendencia legítima. De este modo, los que vinieron solteros casaron en la isla o bien con mujeres nativas o con esclavas a las que llamaban blancas si eran moriscas y negras si eran subsaharianas. Has de saber que buena parte de esos colonos, los más hacendosos, profesaban la religión judía y que llegaron a la isla a fines del siglo XV huyendo de las persecuciones de la Santa Inquisición en territorio peninsular y aquí durante siglos mantuvieron en secreto sus creencias aunque no faltaban nunca a las ceremonias de la iglesia cristiana a la que sufragaban para evitarse mayores problemas. Es el caso, por ponerte algunos ejemplos de tus ancestros Pedro Castrillo o Francisco de Miranda, ambos conversos, habiendo pagado este último de su bolsillo como sanción pecuniaria buena parte de los ladrillos con los que se construyó la iglesia de Santiago.
También es importante que sepas que otra parte relevante de las familias repobladoras eran ya canarias antes de llegar a Gran Canaria. Quiero decirte con esto que procedían de las islas de Señorío, sobre todo de Lanzarote y Fuerteventura, y eran el resultado del mestizaje después de un siglo de colonización de conquistadores normandos y colonos andaluces con mujeres nativas o moriscas.
Junto a los colonos peninsulares y a las familias de las islas llegaron también comerciantes y hacendados extranjeros, primero de Génova y más tarde de Flandes atraídos por las riquezas que generaban las plantaciones de azúcar, el oro blanco como entonces lo llamábamos.
Pero junto a estos contingentes europeos y a la riada de esclavos traídos a la fuerza desde tierras africanas, hay que destacar que entre nuestros ancestros primigenios se sitúan también unas pocas familias indígenas canarias que pudieron quedarse en la tierra, lo que puede suponer en torno a un 15% de nuestra carga genética. Solo cuarenta familias canarias obtuvieron ese privilegio en los pactos de Córdoba y estas en su mayoría se establecieron de inicio en la comarca del noroeste de la isla, sobre todo en Gáldar y Agaete, si bien pronto muchas de ellas, excepto las que estaban emparentadas directamente con los últimos guadartemes de Gáldar, el bueno y el malo, iban a ser desplazadas hacia las áridas y frías cumbres o en el mejor de los casos fueron impelidas a reasentarse en Tenerife, isla de cuya conquista habían sido partícipes.
Como ejemplo de familias sin mezcla que se quedan en la tierra señalaremos a las de Antón López Guadarteme, las de Pedro Maninidra 2, la de Michel Canario o la de Hernán Sánchez Bentidagua; y como ejemplo de familias mixtas señalaremos a las de Margarita y Catalina Hernández, la de Luisa de Betancor y la de Catalina de Guzmán, mujeres de la realeza indígena que fueron casadas con conquistadores castellanos como parte de una política matrimonial de integración promovida en los acuerdos de Córdoba por los reyes de Castilla y de Canaria.
En este recuento de cinco siglos de la historia de tu familia que se convierte en la de todos los grancanarios, sobre todo los norteños, tu abuelo ha trabajado con mucho rigor y mucha ética, distinguiendo entre elucubraciones y entronques probados, subiendo equilibradamente por todas las ramas del drago, y no solo por la que se corresponde con tu linaje paterno, defecto que alcanza a la mayoría de los genealogistas empeñados en despreciar los linajes maternos y sus correspondientes apellidos. Ten en cuenta Gabriel que en tu árbol tienen la misma importancia, genética y genealógicamente hablando, los apellidos de tu bisabuelo paterno-paterno, Bartolomé Bolaños Sánchez, que los de tu bisabuela materna-materna, Tomasa Suárez Santiago. Es ciertamente meritorio que se aborden por igual en este trabajo todas tus líneas de ascendencia, tanto masculinas como femeninas, tanto de personas pudientes como humildes, tanto de hijos naturales como legítimos, tanto de personas de tez blanca como de piel morena, tanto de cristianos viejos como de conversos. Todos ellos son parte de tu sangre y conforman muy dignamente el crisol de nuestra canariedad.
Este regalo que a modo de libro hoy se te entrega, Gabriel, es el vetusto drago de familia de todos los grancanarios del norte, el drago del consistorio de Gáldar, la ciudad de las guayarminas. Consérvalo y pásalo, de generación en generación, a tus futuros hijos y nietos y asegura, te lo ruego, que llegue a tus bisnietos, tataranietos y así sucesivamente porque este es un presente cargado de historia y de sentimiento, el mejor regalo que tu abuelo podía hacerte aunque hoy pueda parecerte un tanto árido por consistir en una relación ordenada de tus ascendientes. Estoy seguro no obstante de que apreciarás mucho más esta obra maestra cuando pase algo de tiempo, cuando poblada de canas tu cabeza y rodeado de niños que son carne de tu carne, te sumerjas en un estado de “abuelicidad” plena, similar a aquel en el que hoy se encuentra tu abuelo, que te permita comprender en toda su extensión la importancia de nuestras raíces.
A 20 de mayo de 2023, Faneque Javier Hernández Bautista
Catedrático de Historia, inspector de Educación y escritor de temas canarios