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martes, 17 de noviembre de 2020

LA POBLACIÓN DE TELDE EN EL SIGLO XVI

 







Por: Jesús Emiliano Rodríguez Calleja.

Doctor en Historia Moderna y Demografía Histórica (ULPGC).    


Nacimiento y consolidación demográfica de la ciudad.


Telde entra en la historia en fechas muy anteriores al proceso de conquista de la isla de Gran Canaria. El interés por las islas Canarias toma nuevo impulso en el siglo XIV con las expediciones genovesas y las pretensiones mallorquinas de asentarse en las islas, por lo que la Santa Sede se plantea la acción misionera y por tal motivo el Papa Clemente VI por la bula Celestis rex regum nombra primer obispo de las Islas Afortunadas a Fray Bernardo Font, que ejerce como tal entre1351 y 1354, aunque no será hasta 1361 cuando el Papa Inocencio VI nombra obispo a Fray Bartolomé, del que hay opiniones diversas sobre su presencia en Telde. El nombramiento de obispos significa la confirmación de Telde como Sede Episcopal y de esta manera adquiere su condición de ciudad pontificia.


Junto con Gáldar, Telde fue un núcleo importante de asentamiento aborigen y tuvo una participación destacada en el desenlace final de la conquista de Gran Canaria. Terminada ésta se dio paso a los repartimientos de aguas y tierras, lo que despertó la codicia de los primeros conquistadores y, para disponer de mayor terreno a repartir, el conquistador Pedro de Vera desplaza a cuantos aborígenes puede, para así disponer de un mayor reparto entre los nuevos pobladores.


La ciudad de Telde, pronto se convirtió en un lugar importante de población tras los primeros repartimientos, y tomando como base los primitivos núcleos de asentamiento aborigen, se irá configurando su trama urbana, con una importante actividad agrícola y comercial, que girará en torno al cultivo y transformación de la caña de azúcar, cuyos beneficios atraen a personas de diferente procedencia, como queda reflejado en los registros bautismales, a partir de 1503, en donde hay constantes alusiones a: “canarios”, portugueses, esclavos, moriscos, flamencos, genoveses, sevillanos y otros, que por el conocimiento de los primeros apellidos recogidos en los registros, se puede deducir la procedencia de algunos de los que inicialmente se asentaron en Telde, como serían los casos de: Alcalá, de Braga, de Burgos, de Burguillos, de Aranda, de Medina, de Tabares, de Niebla, de Zurita, de Zafra, de Oviedo, de Villanueva, de Perales, de Lambarri, de Talavera, de Baena, de Bracamonte, de Salas, de Mayorga, de Moguer, Xerez, u otros como Valenciano, Navarro, Cáceres, Villalón, Madera, Montañés, Inglés, Bristol y Alemán.


La consolidación de la ciudad que se estaba formando, se observa en el reflejo de los oficios que quedaron plasmados en las primeras actas bautismales y así aparecen las diferentes actividades relacionadas con la explotación de la caña de azúcar, pero también otras que dan vida a una ciudad que se transforma hacia la modernidad como son los casos de: carpinteros, herreros, barberos, caldereros, sastres, aserradores, labradores, hortelanos, tenderos, pescadores, toneleros, canteros, vendederas, parteras, camelleros, parraleros, albañiles, cirujanos, espaderos, boyeros, ovejeros, molineros, cerrajeros, escribanos, clérigos, etc. 


Un hecho de capital importancia, fue la creación de la parroquia de San Juan Bautista, ya independiente del Sagrario-Catedral, en 1486, que dará unidad administrativa al territorio y su jurisdicción eclesiástica se extendía por los actuales términos municipales de Telde y Valsequillo, de manera inalterable hasta 1800 en que se creó la parroquia de San Miguel Arcángel, en Valsequillo. A la creación parroquial siguió la de diferentes ermitas, como la hoy desaparecida de San Sebastián y la de Nuestra Señora de la Antigua, que luego pasó a convento franciscano, y la erección del hospital de San Pedro Mártir.


La importancia económica y poblacional de Telde, que llegó a disponer de hasta tres ingenios azucareros, durante el S. XVI, hizo que viajeros distinguidos se fijasen en esta ciudad y en 1583 el inglés Thomas Nichols ya alabó su hermosura y sus vinos; en 1590 el portugués Gaspar Frutuoso destaca la laboriosidad de sus gentes y lo bien cuidado que estaban sus campos, con cañas (azúcares), viñas y algodones. Leonardo Torriani, ingeniero de Felipe II, mostró una muy buena impresión de la ciudad pero además levantó un plano de la misma, fechado en 1594, en el que ya se aprecia una configuración urbana bien formada, en torno a la cual se ha ido desarrollando y expandiendo la ciudad hasta llegar al Telde actual.


Datos sobre la población de Telde no nos llegan hasta las décadas finales del S. XVI y son aproximados, puesto que se expresan en cifras redondeadas y en la mayoría de los casos hacen referencia a vecinos, por lo que para transformarlos en habitantes es necesario aplicar un coeficiente multiplicador, que para el S. XVI se ha considerado como el más adecuado el situado entre 5,5 y 6, inclinándonos nosotros por el 6 como número a multiplicar por los vecinos. En 1581 una anotación parroquial deja constancia de haber 2.000 almas en la feligresía de Telde, lo que equivaldría a 333 vecinos, cifra que queda rebajada a 300 vecinos por un informe, de entre 1584-1589, elaborado por el tío del licenciado Valcárcel. Idéntica cantidad se refleja para 1585 en el Vecindario de Tomás López y por el ingeniero Torriani, en 1590, aunque los datos del portugués Gaspar Frutuoso son discrepantes con los anteriores y eleva la población de Telde hasta 500 vecinos en el año de 1590.


Hacia finales del S. XVI parece que hay un descenso poblacional, pues un informe episcopal de 1599 rebaja la población de Telde hasta 200 vecinos, volviendo a incrementarse, hasta 284 en 1601, según una anotación parroquial, y ya en 1600 volver a alcanzar, de nuevo, los 300 vecinos según se recoge en un informe inquisitorial. Con estos datos se puede afirmar que la población de Telde, a finales del S. XVI e inicios del S. XVII quedó estancada en torno a 300 vecinos y los momentos más críticos se situarían en el paso de un siglo a otro como consecuencia de crisis de subsistencia, por falta de trigo; por el ataque holandés a la isla; por una transformación agrícola que afecta a la rentabilidad del cultivo de la caña de azúcar y por la agudización de la emigración hacia América.