Ayer oí en el Bentayga sitiado
de un guanarteme palabras de ofensa:
«Si quieren a sus vidas dar amparo,
rindan sin condición la fortaleza».
Hoy aquí, en los riscos del Faneque
percibo los ecos de indignación:
«Tenesor Semidán, ¡fore tronqueve!,
perdiste tu nombre, también tu honor».
Ayer oí en los altos de Ajódar,
sonoros ajijides de alegría,
cuando del Reino de Castilla las tropas
hacia Gáldar, vencidas, se retiran.
Hoy aquí, al pie del Roque Nublo
presiento que la aurora ya está cerca,
que regresa Doramas a este mundo
tras centurias de oprobio y de miseria.
Ayer oí en las cumbres de Fataga
mil gritos de profundo desconsuelo
cuando se entrega el Faysage de Gáldar,
y, con él, la esperanza de su pueblo.
Hoy aquí, desde la cima del Amurga
arengo, ¡Haí tu catana!, a nuestra gente,
a mantener con nobleza la lucha
aunque sea más fuerte el oponente.
Ayer oí en las crestas del Ansite
con angustia, ¡Atis Tirma!, la caída.
Bentejuí yace al fondo del letime.
Las brumas se apoderan de la Isla.
Empero, hoy aquí, desde el Roque Aguayro
advierto que en arrifales y llanos,
entre verdes cardones y tasaigos,
rebrotan con más fuerza los alzados.
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