Las correrías de los extranjeros que se parapetan detrás de las murallas y tapias de la torre que recientemente ha sido levantada en la rada de Agaete llevan un tiempo (desde el verano de 1481) asolando las costas y medianías del norte, robando mujeres y ganado y provocando la huída hacia las montañas de los nativos, sobre todo desde que a principios de febrero de 1482 llegaran los refuerzos gomeros y majoreros de Hernán Peraza.
En el valle de Guayedra con toda probabilidad se oculta la familia real canaria después de que, ante el acoso de las fuerzas de Alonso Fernández de Lugo, tuviese que ser abandonada la ciudad de las guayarminas. El modo en que fue capturada la reina de la isla es un enigma. Es probable que fuera capturada al bajar a la playa para cumplir con los rituales de purificación como ocurriera años atrás con la princesa Tenesoya. En nuestra recientemente editada novela que lleva por nombre Abenchara (Cam –Pds 2014) hemos optado pues por describir una escena en la que una cuadrilla de soldados irrumpe por sorpresa en la playa de Faneroque, al pie de Guayedra, cuando algunas maguadas (mujeres en guanche) se bañan en la marina.
Marín de Cubas en su obra Historia de las siete islas de Canaria describe con profusión de detalles una de estas correrías: la que tiene lugar en las costas de Tirma cuando dos mujeres, una muchacha rubia y una mujer mayor que la acompaña, después de matar lanzando piedras a un castellano, al verse rodeadas y sin escapatoria deciden inmolarse, despeñándose, antes que ser capturadas ¿Puede ser esta la crónica de la captura de la reina de Canaria?
“Se corría la tierra por todas partes y entre los gomeros fueron muy señalados en fuerza y valor algunos veinte que tuvieron luchas y desafíos celebres con los canarios. Saliendo ciertos castellanos y gomeros de la torre de Agaete a traer ganado o cautivos, cogiendo la playa de la mar, vieron salir de una cueva dos mujeres huyendo por sobre unos riscos, la una era madre, algo anciana, y la otra, su hija, muy hermosa, de mucho cabello y rubio con unos faldellines de pieles y lo demás desnudo como en todas se veía. Estas, viendo llegar a querer subir el risco tras ellas, arrojaron tantas piedras que mataron a un soldado, e hirieron a muchos a la subida del risco de Tirma. Mas viendo la resistencia dos castellanos subieron rodeando otro camino por unos andenes bien peligrosos y pudiendo la más anciana huir y escaparse volvió sobre la moza que se ponía en defensa y pareciéndole imposible escapar de cautiverio le desenvolvió el cabello largo a la moza y dándose dos vueltas al brazo derecho con él, se arrojó del risco abajo trayéndosela consigo; se hicieron pedazos y hoy llaman el Salto de las Mujeres”
Un texto extraído de las crónicas puede arrojar una luz distinta sobre el modo en que fue capturada la reina. Relata el cronista de la Matritense que desde el fuerte de Agaete se realizaron exitosas correrías de castigo sobre Guayedra y Artenara.
“De la cual respuesta fue muy agradecido el Pedro de Vera y escribió a Hernán Peraza loando la respuesta de Alonso Jáimez y que le tenía en mucho miramiento, y le encargó que allí acompañase a su alcaide Alonso Fernández de Lugo y que junto hiciesen sus entradas en los canarios como de nobles se esperaba, y así lo hicieron, salteándolos sobre la Guayedra y Aretenara, haciendo presa en ellos y en sus ganados y mantenimientos con ciento cuarenta hombres que tenían”
La posibilidad de que la reina de la isla fuera capturada en Guayedra mientras Tenesor y los guerreros del poblado estaban ausentes del poblado con motivo de alguna operación militar nos parece más plausible que la de los bañaderos de Faneroque, habida cuenta de la proximidad del fuerte hasta dicha playa (menos de una legua). Nos decantamos pues por esta última posibilidad, la del asalto a Guayedra, aunque en nuestra novela “Abenchara”, como licencia literaria por la resonancia trágica del Salto de las Mujeres, hayamos preferido situar la escena en los bañaderos de Faneroque.
Desde uno u otro escenario, la reina, que estaba embarazada de pocos meses cuando fue capturada, será trasladada al fuerte de Agaete al mando del cual se encuentra el alcaide Alonso Fernández con una guarnición de 140 soldados. Podemos imaginar lo que allí ocurre con las nativas presas pero no tenemos datos para atestiguarlo. Lo único cierto y comprobado es que Abenchara llegó a Córdoba meses después “doliente a la muerte” como diría su protector, el alcaide Juan de Frías cuando le fue confiada. Hemos de suponer que o bien se riscó cuando huía, o bien fue objeto de violencias sin nombre por parte de los acuartelados…o ambas cosas.
Sí sabemos con certeza que en fechas próximas a estos hechos, había pasado a formar parte de la guarnición del fuerte, por encomienda de Pedro de Vera, un muchacho lanzaroteño, que llevaba algunos años retenido en Canaria, como rehén, llamado como su probable padre Juan Mayor, quien, haciendo las veces de espía y de traductor, debió advertir al alcaide de la torre de la identidad de la joven señora capturada. Abenchara Chambeneder es la hija del que había sido faycán con Egonayga, el anterior guadarteme y la esposa de Tenesor Semidán, el temido guadarteme de Gáldar que ahora lo es de toda la isla”.
Es razonable pensar que el de Lugo y Hernán Peraza no iban a desaprovechar la suerte para acreditar su mérito ante los monarcas castellanos y escapar así del largo destierro forzado de Agaete donde no se daban las condiciones para coronarse de gloria con el centenar de hombres que constituyen la guarnición, incapaces, por sí solos, de decantar el curso de la guerra contra los indígenas. Creemos por tanto que, contando con la anuencia del general Pedro de Vera, la infortunada guayarmina (“reina” en la lengua nativa) fue embarcada urgentemente, a pesar de su grave estado de salud, rumbo a la Península, para ser entregada como cautiva a los que serán conocidos más tarde como los Reyes Católicos. El profesor Ladero Quesada señala que la reina “fue traída a Castilla, seguramente en el viaje que Miguel de Mujica hizo por entonces, pues estaba ya en la península a finales de agosto”.
Es efectivamente a finales de agosto cuando Abenchara, que está “doliente a la muerte”, es confiada, como ya hemos adelantado, al Alcaide del Alcázar don Juan de Frías. Su captura sin embargo debió pues producirse mucho antes, a fines del invierno o principios de la primavera, pues debió pasar algún tiempo encerrada en la torre antes de ser embarcada y, una vez llegada a la Península, recibiendo atenciones médicas en Sevilla antes de su traslado final al Alcázar.
Su entrega a los reyes tuvo lugar en la ciudad de Córdoba en el verano del 82 porque allí estaba en aquellos momentos, por su proximidad a la frontera con el Reino de Granada, situada la Corte itinerante. Desde Córdoba se dirigían las acciones de la guerra contra los nazaríes por lo que los reyes, cada año, desde 1482 hasta 1490 durante los ocho en que allí estuvo situado el centro de operaciones, se trasladaban al alcázar de esta ciudad al comienzo de cada campaña militar, a principios de la primavera, tras pasar el invierno en Castilla o Aragón. Así es que, nos cuenta Rumeu de Armas, Fernando llega a Córdoba a fines de marzo de 1842 e Isabel se retrasa algo, con motivo de estar embarazada, llegando a fines de abril.
Será exactamente a 31 de agosto cuando Abenchara que está muy enferma es recibida en el Alcázar de Córdoba quedando bajo la protección de su alcaide quien, según Rumeu, no es el obispo de Canaria sino otro personaje homónimo, afirmación que compartimos teniendo en cuenta los sólidos argumentos del historiador. En las “Cuentas de la conquista de Gran Canaria” que hizo públicas el profesor Ladero, el tal Juan de Frías justifica los gastos que hizo en medicinas, purgas y jaropes y en el salario de un maestro sanador para atender durante todo el mes de septiembre a la joven canaria que se debatía entre la vida y la muerte.
Durante ese mes viven en el Alcázar, más que conviven, la reina de Castilla y la reina de Canaria dado que no pudo haber relación entre ellas por la grave situación de salud de esta última. Curiosamente, cuando llegan a Córdoba, ambas se encontraban en avanzado estado de gestación, habiendo nacido sus hijas con una diferencia de tan solo tres meses. Primero, a fines de junio, dará a luz Isabel a la infanta María quien de mayor llegará a ser la reina de Portugal y, después a fines de septiembre Abenchara parirá a su hija Catalina. La coexistencia en todo caso es muy corta puesto que los Reyes Católicos abandonan Córdoba tan solo un día después del nacimiento de la hija de la reina cautiva, hecho que no puede ser fortuito.
La niña canaria nace, con la exactitud de las citadas cuentas, el día 30 de septiembre de 1482. Así lo atestigua el alcaide Juan de Frías cuando anota el pago de seis reales a la partera. A partir de entonces se va a producir una pronta recuperación de Abenchara como puede deducirse de la necesidad de confeccionarle vestidos nuevos y del pago de los salarios del sanador. Como anécdota curiosa, referimos ciertos gastos habidos, después del parto, en frisa blanca y pardilla para la ropa de cama de la niña y en frisa verde y lienzo para los vestidos y camisas de Abenchara, además de algunos complementos como tocas y zapatas. Por cierto que Bethencourt Alfonso estima que la recién nacida tuvo también nombre guanche, ostentando el mismo de su madre por lo que podríamos llamar, si esto se confirmara, a la infanta canaria bien como Catalina o bien como Abenchara hija.
Pensamos que uno de los motivos de la pronta recuperación de Abenchara y de la prosperidad de su parto, pudo ser la llegada imprevista de su esposo, el guadarteme Tenesor Semidán, quien, tras acordar su entrega, viajó por primera vez a la Península siendo recibido por los reyes en la misma corte cordobesa donde estaba su esposa. Posteriormente, Tenesor, a principios de octubre, después de recibir el bautismo y de ver a su hija recién nacida, emprendería el viaje de vuelta a Canaria, no sin antes haber sellado en Córdoba una capitulación casi incondicional, con muy pocos derechos; entre ellos, los de ostentar la propiedad y el gobierno del término redondo de Guayedra, “donde estaba el espíritu de sus antepasados”; el de asegurar la protección para las libertades y costumbres de la nobleza canaria, derecho circunscrito a las cuarenta familias que son autorizadas a permanecer con él en la isla ; y muy gravosos deberes, como los de aceptar la sumisión a los Reyes Católicos, cristianarse renegando de sus creencias hasta el punto de perder su nombre y apellido, contribuir militarmente a la pacificación de la isla y comprometerse como vasallo del rey a acudir con su hueste a las acciones de guerra contra los infieles a las que fuera convocado.
Una nueva cita de Marín de Cubas puede resultar esclarecedora acerca de los motivos, unos meses antes, de la entrega voluntaria de Tenesor cuando explica que en la cueva donde fueron apresados los canarios “algunos dormían con mujeres y la espía (la palabra espía era en aquella época de género femenino) dijo que el uno de ellos que tenía una mozuela era el guadarteme de Gáldar, que por sus amores vino allí”. En nuestra opinión las palabras puestas en boca del informante o espía Juan Mayor el mozo se prestan a confusión, mereciendo otra interpretación: lo que el guadarteme habría comunicado al lengua es que él ha decidido su entrega en el lugar pactado, en compañía de sus leales, para acudir al rescate de Abenchara la mujer que ama y que le otorga su legitimidad como rey.
Asimismo, el profesor Wölfel en su espléndido trabajo sobre el obispo Juan de Frías nos argumenta la imposibilidad de una captura a tenor de la forma en que esta se produjera y en el modo en que fuera recibido por el general de Vera según atestiguan las crónicas, decantándose claramente por la hipótesis de una entrega voluntaria aunque yerra en cuanto a los motivos de la misma y a la fecha del evento.
Puesto que Abenchara fue capturada en los primeros meses de 1482 y alumbra a su hija Catalina a finales de septiembre en el Alcázar de Córdoba, tuvo que ser en torno a mayo o junio cuando Tenesor Semidán habría acordado su entrega, aceptando o incluso proponiendo que Abenchara fuera canjeada por su vasallaje a los reyes de Castilla. Es la única posibilidad que contempla, como hemos planteado, de mantener su legitimidad como rey de todos los canarios y de evitar la guerra civil entre los guayres que gobiernan los doce cantones en que la isla está dividida.
La estancia de Tenesor tuvo que ser por tanto necesariamente breve, Después de su bautismo y del nacimiento de su hija, embarca para emprender el viaje de vuelta a principios de octubre de 1482, en el Puerto de Santa María en una nave fletada por Miguel de Mujica como se acredita en las Cuentas:
“Relación de la partida de Michel de Moxica e de las cosas que llevó. Parece, por una carta firmada de Miguel de Moxica, su fecha en la villa del Puerto de Santa María a primero día de octubre de 1482, por do paresce que a la sazón partió el dicho Michel de Moxica para la Grand Canaria,…”
El 24 de este mes, será recibido en Las Palmas por Pedro de Vera quien muestra su sorpresa y satisfacción por la antelación con la que llegan los esperados refuerzos y bastimentos. Después de hacer honores al capitán gobernador, Fernando Guadarteme, desde el Real, envía emisarios a sus súbditos para cumplir con lo pactado. Más tarde, abandona con sus guayres el Real, sin custodia alguna, y se dirige hacia el interior de la isla. Será aproximadamente en noviembre de 1482 cuando tenga lugar un Sábor, al parecer en Cendro, en que el guadarteme converso trata de convencer los nobles canarios de las ventajas de la capitulación, alzándose en su contra Tasarte, junto a su protegido Bentejuí, de ahí su apelativo de Tasartico, para continuar con la resistencia.
Sobre este primer viaje de Fernando Guadarteme a la Corte el debate entre los historiadores ha sido prolijo. La mayoría de los especialistas confunden la fecha de la “captura” de su esposa con la de la captación diplomática de Tenesor, que, según Rumeu y Ladero, se realiza un 12 de febrero de 1483, una fecha “imposible”, pues tenemos la certeza histórica de que a finales de 1482 el rey canario participa del lado castellano en la batalla de Ajódar, y de que está presente, a principios de 1483, en el cerco del Bentayga, para ser protagonista en abril de ese mismo año de la rendición de Ansite, por lo que su entrega a Alonso Fernández de Lugo tuvo que ser muy anterior, a fines de primavera o principios del verano de 1482, como creemos estar demostrando.
Miguel Santiago y Rodríguez es el investigador que más se aproxima a estos asertos cuando plantea la hipótesis, a la vista de las incuestionables Cuentas de la Conquista, de un primer viaje a la Península en la “primavera” de 1482 pero sin atreverse a reconocer la extorsión a la que se somete al guadarteme. Prefiere hablar de que este acompaña a su mujer embarazada hasta la Corte y de que la reina de Canaria permanecerá allí como rehén tras haber alumbrado a su hija.
El único cabo suelto que debemos reconocer en nuestras conjeturas en torno a la fecha de su entrega es la extrema cortedad de ese primer viaje. Pero sabemos de las urgencias de los reyes para conseguir que el cautivo Fernando Guadarteme regresara cuanto antes a la isla para así culminar la conquista de Gran Canaria, como bien recoge Marín de Cubas a través de sus privilegiadas fuentes, cuando Fernando el Católico insta al guadarteme a volver “luego que fuese cristiano, con la brevedad posible”.
Si un viaje entre Gran Canaria y Andalucía podía durar en torno a una semana, dependiendo de los vientos y el tipo de embarcación, debemos calcular tres semanas para el viaje en barco de ida y vuelta y al menos dos meses para, después de presentarse ante los Reyes en Córdoba y ser allí bautizado, esperar por la leva que hace Miguel de Mujica en Vizcaya de 200 ballesteros y 100 colonos para después retornar al puerto de Santa María y poner rumbo al puerto de Las Isletas. Todo esto debe suponer un mínimo de tres meses y puesto que existen pruebas, en las Cuentas, de que el barco de vuelta parte a “primero día de octubre de 1482” desde el Puerto de Santa María, podríamos concluir que fue a principios del verano, algún tiempo después del rapto de Abenchara, cuando Tenesor debió entregarse a las cuadrillas de Alonso Fernández de Lugo y Hernán Peraza con la mediación del intérprete Juan Mayor.
No obstante, el esquema cronológico se podría simplificar si pensamos que Miguel de Mujica no acompaña a Tenesor en su primer viaje a la Península sino que es a la reina de Canaria a quien acompaña realmente en la primavera de 1482, en su tornaviaje de marzo de ese año, con lo que los plazos para organizar la leva de ballesteros se amplían considerablemente. Tenesor habría embarcado con posterioridad, a principios de verano, después de contrastar alguna prueba de vida de su esposa, con lo que su estancia de tres meses en la Península de julio a septiembre sería un tiempo más que suficiente para cumplir los objetivos que le han marcado pues la leva de Mujica se habría realizado entre abril y septiembre de ese mismo año. Concluimos pues con la idea de que Mujica lleva hasta la península a la reina de Canaria en marzo-abril de 1482 y regresa a Gran Canaria en octubre trayendo de vuelta en su embarcación a Tenesor.
En cuanto al bautismo del rey canario ponemos en cuestión los lugares donde se dice que tuvo lugar la ceremonia. Algunos autores hablan de Calatayud, confundiendo este viaje con el realizado en 1481 por un guadarteme de Telde, cuyo nombre es un enigma, aunque el investigador Rumeu de Armas no duda en identificarlo como Aymedeyacoán, hermano del, en esas fechas ya fallecido por una epidemia de modorra, rey de Telde Ventagao, el padre de Tenesoya y de Autindana. Otros historiadores sitúan equivocadamente el evento en Toledo por el hecho de que quien dirige la ceremonia es el recién propuesto Arzobispo de Toledo don Pedro de Mendoza. Otros, como Rumeu y Ladero, sin documentación de apoyo, lo sitúan en Madrid porque datan incorrectamente el hecho en febrero de 1483 cuando la corte castellana efectivamente estaba situada en el Alcázar de dicha ciudad.
Pero sabemos que en el verano de 1482 los reyes estaban en Córdoba y si, como ya hemos dicho, abandonan esa ciudad a principios de octubre, al mismo tiempo que Tenesor emprende su viaje de vuelta a Gran Canaria, hemos de concluir que la ceremonia de su bautismo fue oficiada en la misma ciudad califal poco antes de su partida. Esta presunción ya fue adelantada en 1947 por el insigne Juan del Río Ayala quien en su poema “Tirma; Romance de la conquista” describe de este modo el evento:
“En el alto minarete/ en que rezaba el muecín/ tañen campanas, hogaño,/ la alegría del Señor,/y bajo las arquerías/ de pórfido y alabastro/ de la mezquita de antaño/ las aguas de gracia y vida/ recibiera Tenesor”
¿Por qué se empeñan sin embargo Rumeu y Ladero en llevar la ceremonia hasta Madrid cuando en las propias Cuentas de la Conquista se hace constar el pago del traslado de ida y vuelta del guadarteme desde Sevilla a Córdoba en 1482:
Relación de objetos recibidos por Miguel de Muxica para su partida de El Puerto de Santa María en octubre de 1482…Que dio o pagó más por el gasto de un escudero que fue por lengua con Noguadarteme (sic) de Sevilla a Córdoba: mil e quilla a Córdoba : mill e quinientos maravedíes. Que pagó por alquiler de un mulo en que fue el dicho escudero que iba como lengua: setecientos maravedíes.
¿Por qué no se da crédito por parte de los historiadores en general a la declaración de don Fernando de Álvarez en la Información Guadartémica de 1526 cuando en respuesta a la pregunta nº 13 nos dice: “sabe e vido que el dicho don Fernando Guadnarteme fue presentado ante sus altezas en la Corte e que oyó decir que sus altezas lo mandaron bautizar y este testigo lo vido después de bautizado en la ciudad de Córdoba donde a la sazón estaban sus altezas”?
De confirmarse nuestra hipótesis, el templo en que se realiza la ceremonia de bautismo del rey canario y de algunos de sus guayres acompañantes tuvo que ser la misma Mezquita-Catedral de Córdoba, la Catedral de Santa Madre de Dios. Decimos esto por varias razones: por un lado, por la proximidad de una cuadra hasta el Álcazar nuevo donde se sitúa el Palacio Real y, de otro lado, por la magnificencia del acto que se describe en las crónicas, oficiado por todo un arzobispo aunque no es todavía el de Toledo, como dicen los historiadores citados, sino el de Sevilla. Su nombre es sin lugar a dudas Pedro González de Mendoza, el hijo del Primer Marqués de Santillana, quien fue nombrado cardenal y patriarca desde los tiempos de Enrique IV de Castilla quien lo tenía en tanta consideración que lo llamaba el Gran Cardenal de España.
El tal Pedro González de Mendoza fue ciertamente Arzobispo de Sevilla desde 1474 hasta finales de 1482. Es en abril de ese año cuando sería propuesto al Papa por Isabel de Castilla como arzobispo de la sede primada de Toledo pero su nombramiento papal no llegará hasta noviembre cuando Tenesor ya está de regreso en Gran Canaria.
En dicha ciudad de Córdoba tuvo que permanecer la reina cautiva tras el retorno de su esposo. Nada más llegar a Sevilla en la primavera de 1482 debió haberse producido la ceremonia de su bautizo, mientras estuvo cerca de la muerte, recibiendo un nombre cristiano que según fray Juan Suárez de Quintana es Ana y según Nuñez de la Peña es Juana. Por nuestra parte, valorando el trabajo realizado por Miguel Rodríguez Díaz de Quintana, postulamos que Abenchara, la reina de Canaria cautiva en el Alcázar, es la misma persona que él reconoce como Juana Fernández, la madre de Margarita y Catalina.
1483 LAS CIRCUNSTANCIAS DEL SEGUNDO VIAJE DE TENESOR
Poco sabemos de cómo transcurrió el encierro de Abenchara en Córdoba hasta que un año más tarde pudo regresar a Gran Canaria. Una nota de Rumeu señala que la reina Isabel no apareció por Andalucía durante la campaña de 1483, en la que sí participó el Rey Fernando, por lo que debemos suponer que ambas reinas no volvieron a verse. Imaginamos en todo caso que, después de sellada la Capitulación de Córdoba y recuperada su salud, su estancia en el Alcázar fue todo lo plácida que puede ser la vida de una cautiva por mucho que sea su prisión un palacio real, es decir, añorando su tierra, su familia y la libertad perdida. En las cuentas del Alcaide del Alcázar se dice: “gasté con la dicha reina de Canaria, de su mantenimiento de once meses y medio que la tuve en mi poder, hasta quince días de agosto que la entregué a su marido por mandado del Rey nuestro señor, para llevarla a su tierra…, 4000 maravedíes”
Es efectivamente en 1483, con posterioridad a la capitulación del 29 de abril en Ansite, probablemente a fines de julio, después de recogidas las cosechas, cuando Fernando Guadarteme, una vez entregada en Las Palmas su sobrina Arminda Masequera como símbolo de la soberanía indígena, acude por segunda vez a la corte, situada de nuevo en Córdoba, para acudir al rescate convenido. Después de cruzar el mar hasta Sevilla y recorrer, esta vez probablemente a caballo, la distancia que le separa de la ciudad califal, Tenesor se presenta en la Corte. La entrega se realiza el 15 de agosto de 1483, momento a partir del cual, después de una estancia en Sevilla, regresará a la isla acompañado de Juana, su esposa, y de Catalina, su hija pequeña. Ambas llevarán en su honor los apellidos Hernández o Fernández, como indistintamente se escribía en el lenguaje de la época.
Durante este segundo viaje el guadarteme canario va a tener la oportunidad de compartir el séquito del rey Fernando con otro ilustre cautivo, Muhamad XI, el rey de Granada, cuyo nombre castellanizado suena algo así como Boabdil, pues ambos fueron exhibidos en el verano de 1483 en una cabalgata real por las calles de Córdoba como símbolos de su poder. Boabdil será pronto liberado de su cautiverio, a fines de agosto, pudiendo regresar a su reino, al igual que había sucedido con Tenesor un año antes, con la finalidad de provocar la guerra civil entre los nazaríes, lo que habría de favorecer los intereses castellanos. Marín de Cubas nos lo cuenta a su modo: “Vino a visitarle y estuvo con Guadarteme durante tres días Muyel Adaly, rey de Granada llamado el Chico porque, vivo el padre, reinó él”.
Rumeu de Armas lo describe de esta manera: “La ciudad de los califas le iba a deparar el raro espectáculo de contemplar a otro monarca cautivo: el rey Boabdil de Granada, prisionero de los andaluces de resultas de la derrota de Lucena. Relatan las crónicas que al Rey Católico le enorgullecía pasear a caballo por las calles de Córdoba, llevando a diestra y siniestra a los dos monarcas prisioneros”
En la Información guadartémica el canónigo Fernando de Álvarez describe el hecho de un modo más directo: “este testigo lo vido andar en la corte de sus altezas en Córdoba encabalgado e ataviado como buen caballero, que andaban juntos por mandado de sus altezas el dicho don Fernando Guadnarteme, rey de la Gran Canaria, y el rey chiquito de Granada”
Las circunstancias diplomáticas de la liberación de Boabdil tienen algún correlato con la vivida por Tenesor un año antes. Las concomitancias las deja patentes el mismo rey Fernando el católico en una carta que dirige a fines de ese mes de agosto de 1483 a su hermana la reina de Nápoles: “…en cuanto al rescate de dicho rey, después de muchas particularidades, hemos capitulado con aquel, que por poner en división y perdición el reino de Granada, hemos deliberado soltarle de esta manera: que él haya de estar a nuestra obediencia y sea vasallo nuestro; y ha de librar 400 cristianos y ha de hacer la guerra a su padre, y nos ha de dar un tributo de 12 mil doblas cada año de los dos que de tregua le otorgamos; y ha de venir a servirnos con 700 lanzas cuando sea llamado… Por seguridad de todo lo cual, nos da en rehenes a su hijo y a su hermano y 10 hijos de los más principales de aquel reino los cuales esperamos de día en día; venidos que sean, pondremos en libertad al dicho rey porque todo esto cumple mucho al servicio de Dios y nuestro”.
SEGUNDA PARTE: CONJETURAS
El quinquenio 1485-1490 una vez enteramente pacificada la isla con la colaboración de Tenesor, lo cual incluye en febrero de 1485 la deportación de un grupo de alzados en las montañas, se caracteriza por la llegada continua de pobladores al Real de Las Palmas que se esparcen por todas la vegas de la isla y el reasentamiento en Gáldar de los nobles canarios de la estirpe Semidán que enlazan a sus hijas con los conquistadores castellanos en una entente no exenta de conflictos.
Como vasallo del rey de Castilla, don Fernando Guadarteme recibirá durante este período distintas llamadas del rey para su incorporación, con su milicia indígena, a diversas acciones de guerra: contra el reino de Granada, al menos en la campaña del 87; y contra la insurgencia gomera por la muerte de Hernán Peraza en el 88. Posteriormente en los años 90 tenemos la certeza de su incorporación a las expediciones de conquista de La Palma y Tenerife.
Las quejas de los pobladores europeos por la importante presencia de la nobleza indígena en el norte de la isla se saldarán con una cédula real de septiembre de 1491 que ordena que evacuen la isla los canarios que excedan de los cuarenta vecinos (con sus familias respectivas) autorizados por el rey a permanecer en ella en las capitulaciones de Córdoba de 1482. Las expediciones citadas de conquista de La Palma y Tenerife serán la válvula de escape que evite que Fernando Guadarteme tenga que elegir entre los que pueden quedarse en su tierra y los que han de partir.
EL SUPUESTO VIAJE DE 1485
Rumeu de Armas nos habla de un viaje realizado por don Fernando Guadarteme en 1485 en el que visita Sevilla para defender los derechos de los canarios esclavizados. Señala como prueba una Real Cédula de 30 de agosto de ese año en la que se ordena al alcalde mayor de Sevilla Juan Guillén que proteja a los aborígenes deportados de las violencias de que eran víctimas. Entendemos que este viaje, mientras no haya otras pruebas que lo acrediten, no puede ser dado por cierto pues dicha cédula pudo ser promovida, como defiende el profesor Wolfel, por el Obispo Juan de Frías, a instancias del propio Guadarteme, quien en el viaje anterior de 1483, según Rumeu de Armas, antes de embarcarse para Gran Canaria, estuvo en la ciudad de Sevilla y “al contemplar la suerte de los canarios allí desterrados, solicitó para ellos un trato de favor consiguiendo de momento el retorno de cuarenta de ellos,… encomendando al Obispo Juan de Frías la defensa de los indígenas maltratados”. Coincide por otra parte dicha cédula con el año del fallecimiento del Obispo lo cual puede no ser una simple coincidencia. Quizá el rey y la reina de Castilla ofrecieran este presente al viejo obispo in artículo mortis.
Un argumento muy sólido en apoyo de la inverosimilitud de este viaje lo plantea Miguel Santiago cuando comenta que hay plena constancia en este año de 1485 de la presencia de Fernando Guadarteme en su Gáldar natal, más concretamente en el mes de octubre, que es cuando recibe en repartimiento el término redondo de Guayedra y otras posesiones. Por nuestra parte queremos remarcar ante las dudas planteadas sobre su fecha de emisión que en el manuscrito original de la colección de Muñoz que Sabino Berthelot recoge en su “Etnografía y Anales de la conquista” la cédula aparece datada sin cuestión en 1485.
EL VIAJE DE 1487: EN EL REAL DE MÁLAGA
Un nuevo viaje del que se tienen pruebas de la presencia ante la Corte de don Fernando Guanarteme tuvo lugar en el verano de 1487 aunque se mantienen las dudas acerca de su motivación.
El libro del limosnero de Isabel la Católica transcrito por Eloy Benito Ruano nos aporta la contabilidad a lo largo de los años 1486 y 1487 de la munificencia de la reina llevada a cabo por el limosneromPedro de Toledo quien pasará a ser nombrado Obispo de Málaga tras de la toma de la ciudad en agosto del 87. En el folio 77 vuelto del manuscrito (Asiento nº 797) se recoge esta curiosa anotación:
“Di a Guadarteme, Rey que fue de Canaria, entretanto que su alteza lo despachaba cuatro reales para comer lo que monta 124 maravedíes” (1 real = 31 mrs. castellanos)
La ordenada contabilidad durante el año 1487 de las dádivas y limosnas que hace Pedro de Toledo en nombre de la reina nos lleva a asegurar que la presencia de don Fernando Guadarteme ante la reina Isabel tuvo lugar a mediados de julio. El asiento que lo señala es el nº 797. Si miramos aproximadamente los 50 anteriores y los 50 posteriores comprobaremos que todos ellos se realizan estando la reina en el real de Málaga, a donde había acudido en apoyo de sus tropas, es decir en el campamento militar desde el que se dirige el asedio a la ciudad, asedio que como sabemos se extendió desde mayo hasta agosto de 1487. Efectivamente es a solo partir del asiento 857 cuando se hace constar que las nuevas dádivas y limosnas se otorgan en Córdoba, a la vuelta de Málaga.
Algunas de las anotaciones incluyen fecha lo que nos ha sido de gran ayuda para datar el encuentro. Puesto que en el asiento 796, el inmediatamente anterior al de la recepción del guadarteme, se cita el segundo viernes del mes de julio y en el 805 se cita el primer viernes del mes de agosto podemos asegurar que la visita a la Corte tuvo lugar a mediados de julio, aproximadamente un mes antes de la caída de la ciudad. Esto lo sabemos gracias a las pagas que recibe semanalmente María de Robles, una dama al servicio de la reina que en su nombre hace las encomiendas a Pedro de Toledo. Por dicha tarea María recibe cada viernes del limosnero una cantidad fija de tres reales, lo cual nos han sido de gran utilidad para fechar los acontecimientos (Quizá esta señora sea la hija del poderoso corregidor de Jerez de la Frontera y Señor de Castroponce don Juan de Robles, la que casó con mosén Jaime Ferrer).
En relación al valor de la donación de 4 reales que recibe para comer Guadarteme en dicho día, creemos necesario hacer una acotación a los comentarios de Rumeu de Armas y de Santiago y Rodríguez. Ambos historiadores lamentan la cicatería del limosnero de la reina y comentan la precaria situación en la que debía encontrarse el otrora rey canario para tener que mendigar esa cantidad para poder comer. Nada más alejado de la realidad en nuestra opinión. No creemos que Fernando Guadarteme se encontrase en tal situación de penuria porque las remesas de provisiones para el sitio de Málaga fueron continuas y copiosas, sobre todo en esa parte final del asedio después de la incorporación, con sus naves cargadas de bastimentos, de los señores de Aragón, Valencia y del Principado de Cataluña y después de que el propio Duque de Medina Sidonia se sumara personalmente a la campaña adelantando 20 mil doblas de oro a los reyes para el sostenimiento de la misma. Mientras los nazaríes malagueños se morían de hambre, los sitiadores castellanos estaban en aquellos momentos bien aprovisionados.
Hay que pensar por tanto que la espera fue larga ese día por las múltiples ocupaciones de la reina de ahí que Fernando Guadarteme recibiera la atención de 4 reales para almorzar mientras esperaba por la recepción. Si miramos el libro de limosnas de don Pedro de Toledo vemos además que otras autoridades, como el obispo de Canaria (fray Miguel López de la Serna) y el deán de Canaria Juan Bermúdez fueron asimismo atendidas con donaciones de la Corona para subvenir a sus necesidades o por encontrarse enfermos durante la campaña militar de 1487 como fue el caso del obispo.
Pero es que, además, los cuatro reales que recibe Guadarteme para comer ese día de mediados de julio de 1487 entretanto lo recibía la reina no son ninguna minucia pues con solo tres a la semana se atiende a los yantares y gastos de subsistencia de la dama doña María de Robles cuando la corte se mueve entre palacio y palacio. La dádiva no es pues tan mezquina, como plantean Rumeu y Santiago, sobre todo si la comparamos con el medio real que recibe poco después, en agosto, un tal Pedro García de Quintana (herido en combate) cantidad que es seis veces inferior a la otorgada por el mismo concepto a don Fernando Guadarteme.
El motivo de la entrevista con la reina no lo conocemos pero quizás, es tan solo una conjetura, pueda tener relación con una petición del Guadarteme para que su hija Catalina fuera admitida como menina en la Corte, hecho que podría justificar un viaje posterior del rey canario, acompañado de sus hijas, del que hablaremos después.
De todo lo comentado hasta ahora acerca de la presencia de Fernando Guadarteme en julio de 1487 en el real de Málaga podríamos deducir que el otrora rey canario, al frente de una milicia canaria, forma parte de las tropas que asedian la ciudad y que un mes después de la recepción real lograrán finalmente rendirla. Algunos autores como José Peraza de Ayala habían planteado, sin que los historiadores le hubiesen dado crédito alguno, que “Juan Doramas se había distinguido en las conquista de Granada y Tenerife al mando de su pariente el famoso aborigen don Fernando y que los RR. CC., atendiendo a sus servicios y elevada jerarquía isleña, le concedieron el importante privilegio de escudo de armas…”
Quizá este sea el momento de reconsiderar el asunto planteando que Fernando Guadarteme, como uno más de los nobles vasallos de los reyes de Castilla, pudo recibir la orden de incorporarse a la campaña militar del 87 que tenía como objetivo la conquista de Málaga, el corazón económico del reino nazarí. Los cronistas de los reyes hablan de la concentración de unos efectivos ingentes a comienzos de dicha campaña. Hernando del Pulgar después de citar, uno a uno, a los grandes nobles convocados al frente de sus respectivas huestes nos dice:
“E vinieron asimismo los hijosdalgo que eran tenidos de venir a servir en las guerras cada vez que fueran llamados, y de los reinos de Aragón, de Valencia, y de Sicilia y del Principado de Cataluña y de las islas y otros señoríos del rey y la reina vinieron…Cuando todas aquellas gentes fueron juntas que podían ser 20 mil hombres a caballo y 50 mil a pie platicose en el Consejo del rey y de la reina qué ciudad de moros se debía conquistar primero en este año…”
Ladero en su libro “La Guerra de Granada” corrige a la baja estos efectivos señalando que en la campaña del 87 pudieron ser 11.000 los lanceros y 45.000 los infantes reclutados, siendo estos en todo caso los contingentes más numerosos jamás convocados durante los casi diez años que duró la guerra de Granada.
Tomada la decisión se inicia el camino desde Écija donde estaba concentrada la artillería en dirección a Vélez Málaga. El cronista Alonso de Palencia nos describe el lento avance de las poderosas columnas precisando que iba en la rezaga, es decir en la retaguardia, entre otros nobles señores de la casa del rey, Pedro de Vera con gentes de su capitanía a caballo y a pie. A este capitán se le vuelve a citar en la crónica meses después al final de la campaña: “Tomada la ciudad de Málaga luego el rey y la reina enviaron un capitán que se llamaba Pedro de Vera con cierta gente de caballo y a pie y con algunos tiros de lombarda a dos villas cercanas de la mar; la una se decía Mijas y la otra Osuna…
Después de analizados estos datos estamos en disposición de plantear abiertamente la siguiente conjetura: Pedro de Vera al ser llamado a la campaña del 87 acude en la primavera con sus gentes de armas de Jerez y con los auxiliares canarios que habían luchado junto a él en la conquista de la isla de Canaria cuatro años atrás. Su confianza en esas tropas de a pie debía ser grande para los combates que se avecinaban en las serranías de Granada. En la campaña del 85 ya tenemos un antecedente de esa confianza hacia los guerreros canarios que nos reseña el profesor Ladero cuando nos dice que en las cuentas de la guerra de Granada que él ha estudiado hay una mención al pago de soldadas por parte de Pedro de Vera a 23 “canarios” sevillanos que lucharon en el cerco de Álora y que sin duda, opina Ladero, formaban parte de la hueste conquistadora de Gran Canaria.
Los auxiliares canarios al mando de Fernando Guadarteme, en nuestra hipótesis, habrían partido de Écija en marzo. Desde allí habrían avanzado hacia Vélez- Málaga participando en la rendición de esta ciudad en abril del 87. Habrían marchado después hacia Málaga para participar en el asedio de dicha ciudad que se extiende desde mayo hasta agosto. Posteriormente tras la toma de Málaga los canarios encuadrados en la capitanía de Pedro de Vera pudieron participar en la rendición incondicional de las plazas de Mijas y Osuna y finalmente en septiembre-octubre habrían sido licenciados, regresando a su tierra hacia mediados del otoño.
¿UN NUEVO VIAJE A LA CORTE A FINES DE LOS 80?Don Juan del Río Ayala fue el primer historiador que habló de la existencia de un viaje de don Fernando Guadarteme a la Corte acompañado de su hija Margarita. Más tarde será Rumeu quien nos diga que también iba en la misma expedición la princesa Masequera confundiendo a Catalina de Guzmán, sobrina de don Fernando, con Catalina Hernández, su hija pequeña. Hoy sabemos gracias a los trabajos de Manuel Lobo que las personas de su familia que lo acompañan son sus hijas: Margarita Hernández, la llamada Guayarmina, es decir reina en la lengua antigua, así llamada porque efectivamente fue la última reina de la isla tras su enlace con Bentejuí, y Catalina Hernández, la niña nacida en Córdoba en 1482, la llamada en un documento de Simancas “Catalina la canaria” quien pasó a servir en la Corte como menina de la infanta María. Recordemos que Catalina y María son de la misma edad y origen pues ambas nacieron, como ya anticipamos, entre las paredes del Alcázar nuevo de Córdoba en el verano de 1482.
Los trabajos de Juan del Río Ayala y posteriormente de Rumeu de Armas se basan en cierta Información sobre la alta genealogía de Bartolomé Aguilar, nieto de doña Margarita que se conserva en el archivo Acialcázar. En la misma se dice que este personaje era hijo de otro Bartolomé Aguilar, natural de Gáldar, y de doña María Carvajal, nacida en Castilla. Uno de los testigos de la Información precisa en su declaración que su madre, Malgarida Hernández, natural de esta isla e hija del Rey Guadarteme, fue preñada de María desde esta villa de Gáldar para España”. Otro testigo nos aclara que el rey canario “fue a hablar con el rey don Fernando a Castilla”.
Lamentablemente no se indica en estos documentos la fecha del evento ni la edad de doña María de Carvajal. Miguel Santiago presupone que este viaje es coincidente en el tiempo con la presencia ya mencionada de don Fernando Guadarteme en Andalucía, a las puertas de Málaga. Es un recurso insólito en un historiador de su talla. Tiene, gracias al limosnero de la reina, una constatación de la presencia de Tenesor en la Corte en 1487 y hace coincidir esa reseña con la noticia de otro viaje del mismo personaje de fecha indeterminada en el que va acompañado de sus hijas.
Por nuestra parte consideramos muy improbable que Tenesor haya acudido a la campaña militar de la toma de Málaga en compañía de sus dos hijas legítimas (creemos que Tenesor tuvo otros hijos varones con su esposa Abenchara y, como era propio de la cultura indígena, muchos otros hijos naturales de ambos sexos como resultado del ius prima noctis) y aunque era costumbre indígena que las mujeres del pueblo llano tomaran parte en las acciones de guerra desde la retaguardia no parece que pudieran ser de mucha ayuda en estas lides la presencia de las princesas canarias: una niña pequeña de menos de 10 años y una muchacha de algo más de 20 y que además está en avanzado estado de gestación pues va a dar a luz a su hija en Córdoba como le había sucedido a su madre años atrás. La información citada nos dice que Margarita iba preñada desde Gáldar por lo que algo muy importante la impulsa junto a su padre y hermana a acometer el largo viaje hasta la Corte en esas condiciones.
Es Roberto Hernández Bautista en su obra “Los Semidanes en Canarias” quien advierte que el motivo de este viaje de Tenesor pudiera estar relacionado con las tribulaciones de Abenchara, la madre de sus dos hijas, la que fue reina de Canaria, la que estuvo durante un año cautiva en el Alcázar y a quien se impuso el nombre cristiano de Juana Hernández. En su obra Roberto Hernández identifica a esta persona con el personaje de Juana la canaria que aparece en una ejecutoria de 1491 dictada por los reyes en Sevilla en 1491, que fue dada a conocer por Wölfel en los anexos de su obra sobre “Don Juan de Frías”. El encabezamiento de dicha ejecutoria reza de este modo:
“Sepades que en nuestro Consejo fue querellado por una petición dada por Juan de Guzmán canario en nombre de Juana canaria su tía diciendo que al tiempo que se tomó la isla de Gran canaria e fue sometida a nuestro servicio la dicha Juana se tornó cristiana y quedó libre con los otros canarios que nos mandamos que fuesen libres y que el gobernador Pedro de Vera hiciera una armada para ir a la isla de Tenerife y quisiera en ella llevar a algunos canarios y que alguno de los dichos canarios temiendo que los quería traer a vender a castilla se ausentaron, ente los cuales se ausentara el marido de la dicha Juan ala canaria. Y el dicho Pedro de vera tomara a la dicha Juana y la metiera en un navío e la hiciera traer a estos reinos de castilla diciendo que recibía de noche a su marido en su casa, y que estaba huido y la trajera a la ciudad de Jerez y la vendiera a Nicolás Muñoz vecino de esa ciudad el cual la tenía hoy por esclava siendo libre y que el corregidor de la dicha ciudad de Jerez había sido requerido por algunos canarios que quisiese poner en libertad a la dicha Juana canaria y que lo había diferido porque eran los dichos canarios hombres que sabían poco y no sabían negociar sus cosas…”
Si pudiera confirmarse que es Abenchara la que sufre de nuevo las infamias del gobernador de Vera podría justificarse el hecho de que Fernando Guadarteme acudiera a la Corte, en tiempo de guerra, en compañía de sus dos hijas. El objetivo de la visita sería, en ese supuesto, y a pesar de haber sido repudiado por ella, el de interceder ante los reyes de Castilla por la liberación de su ex-esposa y madre de las dos hijas que le acompañan. El hecho de que los Reyes Católicos no establezcan la relación entre Abenchara y Juana la canaria en su Ejecutoria podría explicarse por su intolerancia hacia la franqueza indígena que ha permitido un nuevo casamiento de Juana Hernández aun estando vivo su primer marido, don Fernando Guadarteme. No obstante se hace constar en dicha ejecutoria una petición de Pedro de Vera en su defensa que puede ser esclarecedora: Dice el gobernador a través de su representante “que la dicha Juana la canaria era de las que se habían tomado en la isla y otros canarios y gentes de las que estaban en la conquista la tomaran y la vendieran (¿en referencia a Hernán Peraza y a los gomeros que la capturaron?) y que estando Nos en la ciudad de Córdoba fuera otra vez pedida esta canaria y mandada traer a nuestra corte y fuera dada por cautiva y entregada a aquellos que la habían tomado y aquella era la verdad”
UN VIAJE FRUSTRADO POR LA MUERTE DE 1496
Un último viaje fue programado por el viejo rey canario en 1496 poco después de la conquista de Tenerife como atestigua su hija Margarita Fernández Guanarteme (Guayarmina) quien hace constar en la Información guadártémica que su padre “desde que vino de la Corte siempre se ocupó en servir a Sus Majestades y les sirvió con su persona y criados y llegados de tal suerte que con los trabajos que padeció en las dichas guerras acabadas las conquistas de las dichas islas adoleció en tiempo que estaba de partida para la Corte de sus Majestades y de la dolencia falleció de la presente vida pobre y necesitado”.
TERCERA PARTE: ALGUNAS PREGUNTAS QUE NOS HACEMOS
Debemos recordar que los hechos narrados en torno al secuestro y cautividad de Abenchara que explican la “captación diplomática” de Tenesor y sus dos primeros viajes a la península, tuvieron un precedente mejor conocido: el rapto de la guayarmina Tenesoya y su canje posterior, para recuperarla, por un numeroso grupo de rehenes cristianos, hechos que cantaran bellísimamente Cairasco de Figueroa en octavas reales en el siglo XVI y Néstor Álamo en preciosa prosa poética en el siglo XX (18).
Pero esta vez es el propio guadarteme Tenesor Semidán quien se ofrece a sí mismo en sacrificio de rendición para recuperar a su mujer y su legitimidad como rey lo que dota de una justificable debilidad humana a personaje tan controvertido y coloca en insostenible situación a los reyes de Castilla que promueven el rapto y la extorsión como fórmula de ablandamiento de sus contrincantes. En este caso hablamos de una estratagema urdida para forzar la conquista de Gran Canaria utilizando como rehenes a una mujer y a una niña recién nacida. Ni la crueldad inherente a los tiempos de las guerras de “reconquista” ni el fanático cristianismo de los reyes, para quienes los nativos no serían más que unos bárbaros infieles, permiten dar amparo a tamaña iniquidad histórica.
En cuanto a los presuntos viajes de la segunda mitad de la década, entre 1485 y 1490, antes de la incorporación de la compañía canaria al ejercito castellano que conquista las islas de La Palma y Tenerife, hemos planteado como conjetura que la hueste al mando de don Fernando Guadarteme debió tomar parte en diversas campañas de la guerra de Granada teniéndose constancia al menos de la presencia de Tenesor ante las murallas de Málaga en el verano de 1487. Asimismo tenemos constancia de otra visita a la corte en fecha indeterminada a la que acude en compañía de sus hijas que puede o no ser coincidente en el tiempo con el encuentro ante las murallas de Málaga.
Quizá la pregunta nº 14 de la información guadartémica esté referida a más de un encuentro del otrora rey canario con Boabdil, el rey de Granada, lo cual no constituiría una sorpresa para nosotros pues sabemos que aquel estuvo en la corte castellana en diversas ocasiones para protegerse de las iras de su tío El Zagal y de su padre durante la guerra civil en la que se enconaron: “Ítem si saben que el dicho don Fernando Guadnarteme anduvo cierto tiempo en la Corte de sus Altezas y sus altezas lo traían consigo en su servicio y junto con él al rey chiquito de Granada”. El conquistador Alonso Hdez de Arévalo contestando a esta pregunta señala: “Que así lo oyó decir a muchos que vinieron de la Corte: que andaba el dicho Guadnarteme y lo traían sus altezas en Corte con el rey chiquito de Granada y que así lo oyó contar al dicho Guadnarteme don Fernando venido a esta isla de Castilla y lo contaba a sus parientes los canarios y a los conquistadores y decía y nombraba las ciudades donde anduvo y que así fue notorio en esta isla”
Cuando ya dábamos término a este trabajo, una relectura de la biografía de don Fernando Guadarteme realizada en 1921 por José Rodríguez Moure nos aporta la prueba que buscábamos sobre las andanzas de Tenesor en la Guerra de Granada. Este autor nos lleva a analizar unos documentos del año 1556 que se conservan en el archivo del Museo Canario consignados bajo el título de “Proceso contra don Rodrigo Manrique de Acuña”. Se trata de la querella que Ramiro de Guzmán, nieto de Arminda y Hernando de Guzmán, como curador de los hijos de Bernardino de Carvajal, nieto de Abenchara y Tenesor, puso ante la justicia contra el Gobernador de la isla don Rodrigo de Acuña por haber este condenado a Bernardino por un supuesto delito de lesa majestad que dañaba grandemente la hacienda de los menores a su cargo: el asesinato cometido en la persona de don Hernando de Pineda. En el alegato inicial del proceso Ramiro de Guzmán se expresa de este modo: “…los predecesores del dicho Bernardino de Carvajal han sido siempre servidores de S.M. según es público y notorio en los reinos de Castilla y personas de quien S.M. y rey nuestro señor confía sus fronteras y cosas de importancia, como caballeros muy leales y servidores así en la paz como en la guerra y el dicho don Fernando, abuelo del dicho don Bernardino de Carvajal, haber sido rey y señor de esta isla de Canaria y haberse venido de su libre voluntad a tornar cristiano y haber servido a los Católicos Reyes de gloriosa memoria con gente suya y a su costa en la conquista del reino de Granada de donde sus altezas lo tornaron a enviar a esta isla en su servicio el cual lo hizo como tan buen vasallo que fue principal parte para que esta isla se acabase de ganar y lo mismo las de Tenerife y La Palma…”.
Creemos que como fuente primaria esta es la prueba que nos faltaba para que todos los historiadores procedamos a rastrear la participación de una milicia indígena canaria en sucesivas campañas de la Guerra de Granada.
BREVE RECAPITULACIÓN SOBRE LA FIGURA DE TENESOR
En la recapitulación final del poema histórico La reina de Canaria nos atrevimos a hacer una valoración humana y política del personaje de Tenesor Semidán. Es sin duda una figura muy controvertida por su colaboración con las fuerzas invasoras en la conquista de su propio reino y de los reinos indígenas de La Palma y Tenerife. Opinamos no obstante que no se han valorado hasta el momento las verdaderas razones de su entrega cuando acepta como irremediable la capitulación tras una cruel estratagema de los conquistadores que han logrado capturar a su esposa. Su hija nacerá con posterioridad a su entrega pactada y ambas serán mantenidas como rehenes a la espera de que el guadarteme de Canaria cumpla con las condiciones del canje.
Es para el autor una evidencia histórica que la capitulación de Córdoba de 1482 va a permitir que la población indígena de la isla de Canaria, hoy Gran Canaria, si bien sufrió deportaciones masivas a la Península y desplazamientos entre islas, sobre todo a Tenerife, no fuera objeto de esclavitud a partir de entonces haciendo posible que perviviera hasta nuestros días en mestizaje con colonos europeos y esclavos africanos, dando lugar a la actual idiosincrasia canaria. Como estadista le debemos pues la evitación de la aniquilación de los nativos tal y como ocurrió por desgracia en muchas islas del Caribe tras la cruenta conquista española.
Las palabras con las que termina el poema con el que vamos a cerrar nuestra disertación “De aquellos que prefirieron, con numantina soberbia, inmolarse como pueblo no queda …ni descendencia” deben ser entendidas, en el respeto a los alzados y a los héroes de la resistencia, como un reconocimiento de la inevitabilidad de la derrota militar ante el poderoso ejército castellano. También deben ser entendidas como agradecimiento del autor a la política pactista de don Fernando Guadarteme pues de otro modo el que escribe no hubiera podido hacerlo. Como se ha podido comprobar en mi árbol genealógico, Canarii Family Tree, que en el siglo XVI es el de todos los canarios con raíces, tanto Catalina Hernández como su hermana Margarita Hernández son ascendientes directos del escribidor de estos versos:
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