martes, 8 de noviembre de 2022

Ascendencia guanche: Los Mena de Tenerife y Gran Canaria

MARTÍN DE MENA Y ANA GUTIÉRREZ

(VECINOS  DE SAN CRISTÓBAL DE LA LAGUNA, TENERIFE, S. XVI)

(Con agradecimiento a  Pedro Socorro, cronista de Santa Brígida, por sus aportaciones)


I

MARTÍN DE MENA

TENERIFE

ANA GUTIÉRREZ

 

TESTAMENTO 1522

II

¿SEBASTIÁN DE MENA?

LA LAGUNA 1562

LEONOR DE AYLLÓN

 

III

JUAN DE MENA EL VIEJO

TESTAMENTO 1622

 

MELCHORA VERDE DE BETANCOR


IV

JUAN DE MENA EL MOZO

TESTAMENTO 1653


ICOD 1604

FRANCISCA CARMINATIS

V

GONZALO DE MENA BETANCOR

N 1613 ICOD

GRAN CANARIA  TELDE 1638

CATALINA GUTIÉRREZ

N 1618 TELDE

 

VI

MELCHOR DE MENA GUTIÉRREZ

N1639 TELDE               

TELDE 1664

CATALINA MARTÍN

VII

BERNARDO DE MENA MARTÍN

N 1665 TELDE

TELDE 1686

ISABEL SUÁREZ ALONSO

VIII

JOSEPH RODRÍGUEZ FLEITAS

TELDE 1725

MARÍA SUÁREZ DE MENA

N TELDE 1704


IX

JUAN FLEITAS

N TELDE 1732

TELDE 1758

Mª ANTONIA DE SOSA

N LAS PALMAS


X

JOSÉ A. BENÍTEZ RGUEZ

N 1765 TELDE

D 1844 LA VEGA

TELDE 1787

JUANA FLEITAS SOSA

N 1769 LAS PALMAS (MARZAGÁN)

D 1835 LA VEGA

XI

JOSÉ ANTONIO DE TROYA SÁNCHEZ

N LA VEGA 1796

LA VEGA 1820 

MARÍA DEL PINO BENÍTEZ FLEITAS

N 1794 LA VEGA (LA ATALAYA)

D LA VEGA

XII

JUAN ESTÉVEZ MIRAVAL

N 1815 LA VEGA

LA VEGA 1842

JUANA DE TROYA BENÍTEZ

N 1822 LA VEGA

D 1888 LA VEGA (EL MONTE)

XIII

ANTONIO GLEZ PÉREZ

N 1847 LA VEGA

D 1931 LA VEGA

LA VEGA 1869

Mª DEL PINO ESTÉVEZ TROYA

N 1845 LA VEGA

D 1899 LA VEGA

XIV

MANUEL GLEZ ESTÉVEZ

N 1879 LA VEGA

D 1956 LAS PALMAS

LAS PALMAS 1902

Iª DE SAN AGUSTÍN

AGUSTINA DOMÍNGUEZ SOCORRO

N 1882 LAS PALMAS

D 1978 LAS PALMAS

XV

MODESTO BAUTISTA DGUEZ

N 1894 GUÍA

D 1956 LAS PALMAS

LAS PALMAS 1924

Iª DE LA LUZ

AMÉRICA GONZÁLEZ

N 1906 REMEDIOS CUBA

D LAS PALMAS

XVI

LORENZO HDEZ VEGA

N 1927 SAN LORENZO

LAS PALMAS 1952

  SDA. FAMILIA

PURA BAUTISTA GONZÁLEZ

N 1932 GÁLDAR

D 2008 MASPALOMAS

XVII

FANEQUE HDEZ BAUTISTA

N 1955 LAS PALMAS

 

 

 

 



























    

     EL VALLE DE TAORO

Leopoldo de la Rosa en un magistral artículo La familia del rey Bentor (en A.E.A.) investiga la descendencia del último Mencey de Taoro. Bentor se inmola en los riscos de Tigaiga del mismo modo que lo hiciera Bentejuí, el último guadarteme de Canaria, en los riscos del Ansite, despeñándose voluntariamente antes que ser capturado por los conquistadores castellanos, poco después de la estrepitosa derrota en la batalla de La Laguna en la que fallece su padre. Bencomo como saben bien los lectores murió a manos de Pablo Martín Buendía un soldado de la compañía canaria de Maninidra que intervino de forma decisiva al final de la batalla para decantar la victoria del lado castellano.

Nos descubre el profesor De la Rosa con sólidos razonamientos  la identidad de una hija de Bentor que aparecía enmascarada bajo el nombre bautismal de Ana Gutiérrez. A partir de varios documentos de finales del siglo XVI referidos a dos familiares de Ana, Ana Bentor de Mena y Antón de Mena Benchorne que dicen ser primos hermanos entre sí, el preclaro investigador, atando cabos,  entresaca de la lectura  de los mismos que Ana Bentor es hija de Pedro de Mena, y que Antón de Mena es hijo de Sebastián de Mena, dando como padre de ambos a Martín de Mena, el marido de la ya mentada Ana Gutiérrez. El que sus nietos ostenten el apellido indígena le parece al autor del artículo una  prueba convincente para proceder a identificarla como la hija del inmolado Mencey Bentor de  Taoro, aserto que compartimos, dado el peso de sus argumentos, a los que vamos a añadir alguno más. 

Bentor, obra de Carmen León


El ilustre genealogista, avanzando en sus pesquisas, localiza y estudia el testamento de Ana Gutiérrez, dictado en La Laguna en 1522 ante Alonso Gutiérrez. A pesar de su pésimo estado de conservación, dicho documento confirma su matrimonio con Martín de Mena y la descendencia con él habida, pues nombra como herederos a sus hijos  Pedro, Juan y  Bastián, a partes iguales. Cita además una deuda de dos reales con su tía doña Mencía a quien identifica el investigador como una hermana del Mencey de Abona. El trato de doña asignado a dicha señora, reservado en aquellos tiempos para las personas de alto rango, confirmaría la estirpe real guanche de la señora.

Los albaceas a los que nombra para hacer cumplir sus últimas voluntades son su marido Martín de Mena y Gaspar Fernández, uno de los guanches más “premiados” en los repartimientos por su eficaz colaboración en la conquista de su propia isla, perteneciendo por tanto a la realeza de alguno de los bandos de paces. Los testigos que oyen su declaración en las casas de su morada son toda una representación de la sociedad indígena: Diego de Matos, Diego de Ibaute, Juan Mayor y Alonso Rodríguez, pues hemos podido comprobar en los protocolos de esos años que  los tres últimos son  reconocidos como naturales, es decir, guanches, a pesar de sus ibéricos nombres y apellidos.  

Acerca de Martín de Mena, el esposo de Ana Gutiérrez, sabemos que pertenecía una familia de mercaderes con presencia en Gran Canaria al poco de culminada la conquista de dicha isla. Su procedencia nos es desconocida aunque pudiera presumirse que se trata de una familia de origen portugués puesto que tenemos constancia de un protocolo de 1526 ante Justiniano en el que un tal Juan de Mena, portugués, estante, da un poder general a cierta persona para cobrar deudas. El apellido no era nada frecuente en la época por lo que esta pista nos conduce incuestionablemente hacia Portugal.

Consta que un Pedro de Mena fallecido en Gran Canaria antes de 1507 era estante en dicha isla. Quizá este personaje fuera su padre. Otro Pedro de Mena, probable hijo del anterior, hermano en ese caso de Martín, bautiza a una hija en Telde el 16 de febrero de 1511, fruto de su matrimonio con Catalina Perdomo. En Tenerife en 1515 se tiene constancia de otro mercader llamado Juan de Mena, posible hermano de los anteriormente citados, que reside en El Realejo y que testimonia haber obtenido repartimientos en Abona.

Un documento protocolado en 1508 ante Juan Ruiz de Berlanga se refiere a un poder otorgado por Juan de Bérriz a otro mercader vizcaíno para que cobre determinadas cantidades a ciertos deudores. Entre ellos, debía proceder al cobro a los herederos de Pedro de Mena, mercader, estante que fue de Gran Canaria, de la cantidad de 55.000 mrs.  que este le debía según consta en una sentencia dada a favor de Bérriz por Pedro de Góngora, alcalde mayor de Gran Canaria.

Concluimos de estas pesquisas que los Mena son una gran familia de mercaderes  portugueses que, establecida inicialmente en Gran Canaria, pasa a Tenerife a comienzos del siglo XVI. Las mercaderías con las que trabajan por las cuales adeudan la cantidad antes señalada al mercader vizcaíno son, según consta en un protocolo relacionado, paños, lienzos, hierro, herraje y “otras cosas”.

De Martín de Mena, el origen del linaje, tenemos referencias documentales de su presencia en Tenerife ya desde la primera década de dicho siglo. Casado en primeras nupcias con Teresa Gómez no se conocen hijos de su primer matrimonio pero sí del segundo con la indígena de estirpe real guanche Ana Gutiérrez, a los que aporta su apellido.

Un protocolo de 1527 ante Justiniano nos confirma la existencia  por entonces de dicho segundo matrimonio y la preeminencia de su esposa:

“Ana Gutiérrez, vecina, mujer de Martín de Mena, con su licencia, da poder general  a Francisco de Lucena, procurador de causa, vecino, para resolver querellas y cobrar sus deudas. Martín de Mena, presente, consiente en todo lo que su mujer en esta carta hace. Testigos: Pedro de Sobranis, Alonso de Jerez, Gaspar Justiniano, vecinos”. Por no saber, Gaspar Justiniano.

De los hijos que tuvo Martín con Ana Gutiérrez nos referiremos en primer lugar al primogénito, Pedro de Mena, alguacil de campo de la isla a mediados del siglo XVI, quien tiene con su esposa Polonia de Lugo a la ya citada Ana Betancor de Mena. Polonia era una hija natural de Catalina Infante y del herreño Alonso de Lugo aunque este se negó reiteradamente a reconocerla. 

De Juan de Mena, el segundo de los hijos, De la Rosa concluye que debió morir joven pues no encuentra huellas documentales del mismo. Nosotros sin embargo aportaremos a continuación un documento que acredita su existencia adulta que pensamos que pudo pasar desapercibido a este investigador por haberse protocolado en una escribanía de la ciudad de Canaria:

4 de julio de 1531 Las Palmas Folio 132 Vto. Ante Cristóbal de San Clemente. 

“Juan de Mena, vecino de la isla de Tenerife, otorga poder a Juan Gómez de Fregenal, su suegro, vecino de la isla de Tenerife, para que tome posesión de un casa pajiza que linda con casa de Juan López y por arriba con tierras del Señor Adelantado, la cual le dio Marcos Hernández en pago de un cahíz de trigo. Testigos: Marcos Hernández, Andrés de Vesga y Juan Vizcaíno”. Por no saber, firma Juan Vizcaíno.

Cualquier aficionado a la genealogía canaria sabe que, de confirmarse dicha identidad, nos encontraríamos ante una joya documental pues se colige de ella la posibilidad de  un consorcio matrimonial entre un nieto del Mencey de Taoro, Juan de Mena, con una hija de Juan Gómez de Fregenal, de quien sabemos que fue esposo de María Doramas la hija del conquistador Juan Doramas, probable nieta por tanto del guayre de anchas narices.  

Juan Gómez de Fregenal, hijo de Pedro Castrillo y Leonor Fernández Márquez,  repoblador de Tenerife,  fue efectivamente el segundo esposo de María Doramas con quien casa en 1514. En su testamento dictado en 1541 declara ser vecino del Realejo de Abajo y señala como herederos a Leonor Márquez, Juan Serrano, Ángela Hernández, María Hernández, Alonso Gómez, Mencía Gómez, Inés Hernández, Francisco Duramas y Pedro Gómez. Pero ¿cuál de sus hijas pudo ser la esposa de Juan de Mena? 

En la publicación  digital Historia, leyenda y genealogía del apellido Oramas, obra de José Antonio Oramas Luis se realiza una prolija descripción de la descendencia de Juan Doramas, pero nada se habla del tal Juan de Mena como esposo de ninguna de las hijas de Juan Gómez de Fregenal que se citan en su testamento. Considerando las fechas que están en liza, y reconociendo que no tenemos certezas, conjeturamos que Juan de Mena pudo ser el primer marido de la primogénita Leonor Márquez con quien no habría tenido sucesión pues en su testamento solo declara que estuvo casada, probablemente en segundas nupcias, con Juan de Cuenca. Además de las fechas nos sirve como indicio para esta conjetura el hecho de que no se tenga constancia de haber sido dotada, como sí lo fueron sus hermanas, y asimismo el hecho de que algunos nietos de la citada Leonor que embarcaron para Indias de su Majestad ostentan el nombre de Juan o Sebastián, lo cual, justo es reconocerlo, no es nada concluyente habida cuenta de que son nombres muy corrientes en la época.

Hemos realizado esta extensa digresión por un motivo que no escondemos: algunos genealogistas, entre los que no me encuentro, opinan que Leopoldo de la Rosa Olivera pudo haber errado al defender que Sebastián de Mena es el padre de Juan de Mena el viejo. De hecho, este autor reconoce en su trabajo que se trata de una simple conjetura pero, una vez establecido que Juan de Mena Gutiérrez llegó a la edad adulta y casó con una hija del canario Juan Gómez de Fregenal, probablemente con la primogénita Leonor Márquez o con una hija anterior fallecida tempranamente, podría ciertamente pensarse que Juan de Mena el viejo puede ser hijo de su homónimo quien portaría en sus venas sangre indígena de las dos islas centrales del archipiélago.

De Sebastián de Mena, el tercero de los hijos de Martín de Mena y Ana Gutiérrez, nos dice el genalogista cuyo artículo glosamos, que casó con Leonor de Ayllón, hija del prestamista Miguel Ayllón y de su esposa Leonor Vélez. Hijos contrastados de esta pareja son el ya citado Antón de Mena Benchorne, Ana Vélez y otro Pedro de Mena, dando como hijos probables a otro Sebastián de Mena, vecino de Vilaflor, quien estuvo casado con Margarita Hernández, y a Juan de Mena el viejo, nuestro  ascendiente, por quien sigue la línea.

DE TAUCHO (TENERIFE) AL VALLE DE LOS NUEVE (GRAN CANARIA)

Bien sea hijo de Sebastián, o bien de Juan, los hijos de Martín y Ana, con Juan de Mena el viejo se inicia una fase en el cuadro genealógico inicial que se caracteriza por la fiabilidad de los entronques pues a partir de ahora estos quedan sólidamente documentados tanto en las líneas tinerfeñas como grancanarias.

Sin duda Juan fue un personaje muy relevante entre los naturales de Tenerife (descendientes de los guanches) por cuanto en unión de tres de sus hijos y de un hermano, suscriben a 16 de marzo de 1601 un poder ante el escribano de Daute por el que, en unión de otros “naturales” de apellido Asensio, Ibaute y Betancor, se suman al recurso presentado días antes en otras escribanías de la isla para mantener el privilegio de portar a la Virgen de Candelaria cuando es sacada en procesión. 

Aunque en dicho documento se dice vecino de Daute, su casa y hacienda principal estaba en Taucho, en el antiguo reino de Adeje. En los testamentos que dicta, el último es de 1622, un siglo después que el de su abuela Ana, declara haber estado casado con Melchora Verde de Betancor, hija del herreño Alonso de Lugo (sí, es la misma persona que el padre de Polonia, la esposa de Pedro de Mena, su hermano) y de Águeda Pérez de Munguía quien enlaza con el linaje de los Betancor. Los hijos de Juan y Melchora  son, por orden de edad, Juan de Mena el mozo, por quien sigue la línea; Martín de Mena (casado con Isabel Martínez); Águeda Pérez de Munguía (casada con Pedro García del Castillo); Melchora Verde (casada con Hernán García del Castillo); Mateo de Betancor y Diego de Mena. De todos ellos,  nos describe De la Rosa, la continuidad de la estirpe con la excepción de Mateo de Betancor cuyas circunstancias vitales desconoce.

Si bien esta es una línea colateral, podemos por nuestra parte aportar a los interesados en la genealogía canaria que Mateo de Betancor pasó a Gran Canaria, junto con su esposa Juana González y sus dos hijas, nacidas en Tenerife, que llevan los apellidos Verde y Betancor. Una  de ellas, llamada Melchora Verde como su abuela, declara en el testamento que dicta en 1652 ante Juan Báez Golfos en la Ciudad de Canaria que es vecina de esta  isla y que en ella posee, además de las cuantiosas propiedades que le correspondieron por dote (tierras en La Culata de Tejeda y seis reses vacunas), las siguientes propiedades:

“…después que falleció mi padre (Mateo de Betancor) me tocó de su legítima 200 ovejas y 60 borregos y 14 colmenas y un esclavo de color negro llamado Sebastián y dos vacas y una yegua y un pedazo de huerta y parral en el término de Tejeda y 50 cabras y 10 o 12 carneros”

Algo más adelante nos da unos detalles acerca de su familia grancanaria y tinerfeña que tienen indudable interés genealógico: 

“…mi hermana María Verde y yo dimos poder a mi marido Lázaro de Betancor y a Gregorio Pérez, mi cuñado, y a Francisco González, primo mío, para que cobrasen en la isla de Tenerife la legítima que le pertenecía al dicho mi padre… de la legítima de sus padres y mis abuelos Juan de Mena y Melchora Verde, vecinos que fueron del lugar de Taucho…y fianzaron la dicha pretensión con Juan de Mena, mi tío…”

Esta referencia a su tío, Juan de Mena, por quien sigue la línea, nos va a servir de ayuda para no irnos mucho por esta rama y volver al tronco del árbol genealógico.

Juan de Mena el mozo, que fue junto a su padre uno de los demandantes del mantenimiento del privilegio de porteo de la virgen por parte de los naturales guanches, casa en Icod en 1604 con Francisca de Carminatis, una bien dotada doncella, nieta materna del mercader italiano Juan Jacome de Carminatis y de Juana Jovel, hija esta del conquistador de Tenerife Jaime Jovel.

El testamento de Juan de Mena dictado ante el escribano Díaz de la Guardia en 1653 nos informa de las extensas propiedades que tenía en Taucho sobre las que funda una capellanía perpetua  y también nos da cuenta de su descendencia al reconocer como hijos legítimos de su matrimonio con Francisca a Luis, Gonzalo, Dionisio y Juan de Mena, Francisco de Betancor y Alonso de Lugo.

El segundo de los hijos citados, Gonzalo de Mena, por quien sigue la línea se traslada, como ya lo hiciera su tío Mateo Betancor a finales del siglo anterior, hasta Gran Canaria, para casarse en Telde en el Valle de los Nueve, en 1618, con Catalina Gutiérrez. He aquí la partida que lo atestigua: 

Iglesia de San Juan Bautista Libro 1 Folio 203 Vto. Nº 579 Año 1638 

"Estando en el Valle de los Nueve, término de esta Ciudad de Telde, lunes 2 de Agosto de 1638 años, case in facie ecclesiae según orden del Santo Concilio de Trento a Gonzalo de Betancor, hijo de Juan de Mena y de Francisca Carmenates, vecinos de Tenerife, y a Catalina Gutiérrez, hija de Pedro Lorenzo y Marcelina Gutiérrez, vecinos de esta Ciudad lo cual hice con licencia del Doctor Francisco de Cubas Beneficiado y por fe y verdad de lo cual lo firmo; testigos Sebastián Rodríguez y Gregorio de Vera y Tomás Hernández, mozo de coro, y otras personas vecinos de esta Ciudad de Telde”.  Luis Aguiar Toledo.

Acerca de este topónimo me van a permitir una breve digresión filológica como acostumbro hacer en mis artículos. El siguiente texto extraído de Wikipedia, cuyo contenido comparto, nos habla del origen del término: 

“En época precolonial, la zona del Valle de Los Nueve se encontraba dentro del Faycanato de Telde y recibía la denominación de Guadalda, que, según el historiador Buenaventura Bonnet y Reverón, es la raíz etimológica de la actual nombre (Uad-arroyo, alda-nueve). Existen versiones populares sobre el origen del topónimo que son erróneas y que indicarían que este proviene del número de los primeros pobladores castellanos, y que son desmentidos por la documentación histórica, ya que fueron diez (y no nueve) los  beneficiarios de los primeros repartos (como demuestra el historiador Vicente Suárez Grimón en su obra "La propiedad pública, vinculada y eclesiástica de Gran Canaria en el Antiguo Régimen") y por el hecho de que el topónimo ya aparece antes de la finalización de la conquista de Gran Canaria (1483)”.

Pues bien, en este “fértil valle de los nueve arroyos” los descendientes de Gonzalo de Mena o de Betancor, como también es llamado, proseguirán su existencia, como pueden ver en el cuadro,  durante varias generaciones manteniendo el apellido Mena por tratarse de varones hasta llegar a María de Mena con cuyo hijo, Juan Fleitas, este se pierde.

Juan Fleitas casa en la Iglesia de San Juan Bautista de Telde con Mª Antonia de Sosa, cuyos padres, dice la partida correspondiente, son vecinos de la ciudad de Canaria en el pago de Marzagán.  Este matrimonio, cuyos apellidos por partida doble son de indudable origen luso tendrá una hija que aunque casa también en Telde terminará su existencia en La Atalaya lugar en el que fallece en 1835, ya bien entrado el siglo XIX.

DE TELDE HASTA LA VEGA

Los eventos sacramentales de las personas que siguen el linaje estudiado se celebran por tanto a partir de ahora en la Iglesia de Santa Brígida. La partida de bautismo de Mª del Pino Benítez, uno de sus descendientes, por quien sigue la línea, certifica el nuevo y troglodítico lugar de residencia:

Iglesia de Santa Brígida (La Vega), Libro 12 - Folio 352 Vto. - Año 1794. 

"En la Parroquia de este lugar de la Vega a 4 de enero de 1794 años yo, Gregorio Alberto de Medina, presbítero teniente de cura de dicho lugar, bauticé, puse óleo y crisma a María del Pino Brígida Antonia hija legítima de Joseph Benítez y Juana Fleitas; abuelos paternos: Cristóbal Benítez y Juliana Rodríguez; maternos: Juan Antonio Fleitas y María de Sosa. Nació a veinte y ocho de diciembre próximo pasado, fue su padrino Gaspar Antonio Torres, fuele advertido el parentesco espiritual. Son vecinos de este lugar de la Atalaya y lo firmé”. Gregorio Alberto de Medina.         

El enigma no resuelto de este  artículo está en saber el motivo por el cual el matrimonio formado por José Antonio Benítez y Juana Fleitas empobrece hasta el punto de irse a vivir a finales del siglo XVIII al lugar más deprimido de la comarca y de la isla: las casas-cueva de La Atalaya donde viven aisladas centenares de personas que, al decir de algunos visitantes, cohabitan entre ellos porque los vecinos de las poblaciones adyacentes “antes se casarían con una negra que con una mujer de La Atalaya”. Quizá una huída de la justicia por parte de su marido o un grave infortunio puedan explicar el grutesco paradero de nuestros ascendientes. 

El cronista de la villa de Santa Brígida, Pedro Socorro, nos aportó desinteresadamente el siguiente texto que nos ayuda a contextualizar  las cosas: 

“Si bien no hay que olvidar que a partir del siglo XVIII las viviendas en cuevas en el barrio de La Atalaya experimentaron una notable expansión como habitación de los grupos sociales desfavorecidos, tales como los pobres de solemnidad, las viudas y, en general, los marginados, en los archivos parroquiales se registran, además, un grupo destacado de emigrantes procedentes de Fuerteventura, especialmente de Pájara y de la Vega de Río Palma. Quizás muchos de ellos llegaron huyendo de las hambrunas que se suceden en la isla majorera a comienzos de esa centuria, pero también llegaron otros como siervos y esclavos para servir al que fuera canónigo de Fuerteventura, Luis Fernández Vega, quien una vez establecido en Gran Canaria construyó entre 1733 y 1737 en la parte alta de La Atalaya la Ermita de La Concepción, una edificación declarada Monumento Histórico Artístico, que aún hoy se conserva, y que tiene la particularidad de contar con siete lápidas en el exterior que se corresponden con enterramientos de la época del cólera morbo (1851).

La evolución de la población de La Atalaya durante el siglo XVIII puede seguirse a través de los censos oficiales, como Las Constituciones y Sinodales del Obispo Dávila, en las que se asegura que en 1734 residían en aquel pago 20 vecinos y en las cuevas 58, en total 78 vecinos. El crecimiento poblacional y de la actividad locera fueron imparables desde entonces, pues en el censo poblacional de 1835 nos informan que en el barrio troglodita existían unas 363 mujeres que podrían dedicarse a la fabricación de la loza, pues este era el único centro locero que surtía a toda Gran Canaria. A partir de ese momento se convierte en un lugar de gran personalidad y muy visitado por los estudiosos extranjeros que llegaron a la Isla en la centuria siguiente, por tratarse entonces del hábitat troglodita más accesible desde Las Palmas que rememoraba la vida primitiva. Muchos fueron los viajeros –científicos, botánicos, escritores, turistas, etc.-  que visitaron el pago en aquellos años iniciales del turismo, y muchos fueron los que transmitieron por escrito sus impresiones y experiencias tras el contacto directo con aquellos curiosos habitantes que practicaban el arte sano”. 

Veamos como ejemplo de lo señalado por el cronista la siguiente descripción de un viajero europeo, Alfred Burton Ellis, de fines del siglo XIX:

“Descendiendo por una brusca pendiente llegué al nivel superior del poblado en el que los cubiles tenían las fachadas encaladas. Las cuevas estaban en su mayoría divididas con esteras en el frente y en el fondo. Montones de ollas con formas anticuadas, parecidas a las etruscas, mostraban el comercio que se daba en el lugar y los montones de papas el sustento vital. Había huecos en las paredes a modo de estanterías y la decoración la formaban varias estampas de la Virgen y otros temas sagrado. Completaban el mobiliario bancos y mesas rudimentarias y muchas tenían esas gigantescas camas que tanto gusta a los aldeanos canarios y a las que hay que subir de un salto tras coger carrerilla. Las aves rapaces, gitanos y demás, bajaban en bandadas desde sus nidos pidiendo a gritos cuartillos sin aceptar un no por respuesta”.

En el árbol Canarii Family Tree, que con mucha paciencia estamos cultivando, son varios los linajes que se establecen en este pago alfarero. Además de posibles pervivencias indígenas, acreditadas por la actividad alfarera sin torno, el lugar debió ser, efectivamente, un refugio para la población marginal de la isla: gitanos, inmigrantes majoreros, mendicantes y gentes de malvivir que huyen de la justicia. En todo caso la miseria de sus gentes, la promiscuidad  y la masificación del poblado debieron constituir un caldo de cultivo para dicha marginalidad.

Los descendientes de Mª del Pino Benítez, nacida en La Atalaya, se extendieron por los pagos vecinos ubicándose a la vera del camino que enlaza la Atalaya con Tasaute, en el  pago del Exmonte en las llamadas Cuevas de Loceros, muy próximas a la actual localidad de Santa Brígida. El nombre de dichas cuevas, donde vivían mis tatarabuelos, con paredes ennegrecidas por el humo que guardo malamente en la memoria, identifica la actividad principal de sus moradores: el modelado a mano y la cocción de tayas y cuencos de loza. La tristeza de aquellas gentes se traslucía en sus miradas y en su vestimenta. Pero déjenme que rememore literariamente a estas entrañables figuras con algunos versos que forman parte de mi epopeya familiar El Árbol  de las octavas

 

Míseros labradores de La Vega, 

perdida su memoria de otros tiempos,

que por no tener no tienen ni tierra

en la que dar descanso a sus muertos,

donde las hijas se quedan solteras

porque a dotarlas no alcanza el dinero.

Vidas repletas de hambre y amargura

de por vida enterradas en las grutas.

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