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domingo, 9 de noviembre de 2025

Presentación de Mestizada de Maribel Lacave

PRESENTACIÓN DE MESTIZADA (SUSURROS PARA PAULA)

Faneque Hernández Bautista

Además de a Paula, estos versos de Maribel están dedicados:

-A Tino Contreras que me soportó poseída de cientos de voces.

-A Francisco Tarajano que me puso un cable a tierra cuando estaba volando por otros cielos

-A Faneque Hernández que abrió las  ventanas por donde llegaron volando los susurros

-Y a todas las mujeres de mi familia en especial a mi madre Maruca que nos imprimió en la piel su nostalgia de Gáldar y su orgullo de ser canaria.

 



Mi papel en esta presentación es el de reabrir las ventanas, tratando de poner cara y nombre a las voces femeninas que dicen cosas al oído a Maribel y que a su vez ella las susurra al oído de su nieta Paula. Todo empieza con Maruca, su madre y mi madrina, (un árbol frondoso, todo lleno de vida y alegría) y sigue por América, nuestra abuela (la que cosía y bordaba la ropa que lucían las burguesas de Ciudad Jardín, la que se quedó ciega y un día, sin avisarnos, se volvió a la niñez) y llega  a su culmen con las dos bisabuelas maternas: Agustina, nacida en los riscos de Las Palmas,  y Sinforiana, nacida en el entorno de la plaza de Gáldar. 

Les voy a hablar de esas dos emblemáticas mujeres y también de aquellas que  las anteceden, de los linajes femeninos de los que nunca se habla, de los que no se nombran, porque, por una regla sexista que impera desde hace siglos su apellido se pierde en la oscuridad de los tiempos. Pero esto no fue siempre así. Han de saber que hasta el siglo XV era el linaje femenino el que imperaba en las culturas indígenas de las Islas Canarias y que durante los siglos XVI y XVII, en las familias de los colonos de origen galaico-portugués, que fueron mayoría destacada entre los nuevos pobladores, era también el apellido materno el que se imponía a los hijos.

 A Maribel se la conoce por el apellido de su padre, el brigada Pascual Lacave y por el apellido que hereda de su abuelo, Modesto Bautista. Pero ¿cuáles serían sus apellidos si estos se heredasen matrilinealmente como en épocas pasadas? Hagamos un ejercicio de empatía y pongámonos en el lugar de nuestros ancestros indígenas o portugueses que como hemos dicho primaban la línea materna y veamos a dónde nos lleva el asunto.

Por parte de nuestra adorada bisabuela Agustina Domínguez , (la que se embarcó a Cuba para hacer fortuna, la que no se hizo rica pero sí muy sabia, la que fue feliz, a la que todos quisimos) las voces ancestrales que le dicen cosas en su oído, de generación en generación, de mujer en mujer, son: Teresa Socorro, Bonifacia Mateo, Teresa Gutiérrez, María Rivero (hasta aquí son mujeres que viven en los riscos de Las Palmas; a partir de aquí, campesinas de Tunte) Antonia Baca, María Coruña, María Lorenzo, María Ramos y Ana de los Reyes Hernández, nacida en 1638.  Nuestras pesquisas aún no han alcanzado el momento triste del genocidio de la conquista pero estamos muy cerca y estas voces femeninas nos conducen hasta lo más profundo de las Tirajanas donde aún se escuchan los lamentos por la muerte de Bentejuí, el 29 de abril de 1483, y algunos meses después, el 26 de julio, el triste sonar de chácaras y tamboras que acompañan a la procesión que cruzando media isla supondrá la entrega de Arminda y con ello el fin de una civilización. Así que podrías haberte llamado Maribel Hernández.

Por parte de la otra bisabuela, Sinforiana Domínguez, a quien no conocimos porque murió muy joven (la que ronda, sin embargo, por los sueños de Maribel, la que serpentea por su piel, cuya imagen sepia ondula sus cabellos, la que frente a frente reconoce la marca de su agitado corazón: la cicatriz creciente de sus alas), las entrañables voces que le enseñan el camino son de mujer en mujer, de hija  a madre: Fermina Díaz, Antonia García, María Guerra, otra María Guerra, Luisa Navarro, todas ellas mujeres del barlovento de Gran Canaria en las verdes vegas de Guía y de Gáldar donde entraron un día a sangre y fuego los  ejércitos castellanos sin saber que bajo sus pies bajo tierra permancería por siglos la Cueva Pintada, la Capilla Sixtina del arte en Canarias. Así que podías haberte llamado Maribel Navarro.

Las voces de los ancestros,  los mensajes de la identidad, pugnan desde hace tiempo por subir desde las raíces a las yemas de las ramas más altas del árbol fecundo de Maribel. La ruptura del silencio, el parto de la creación, se ha incubado en su seno materno largo tiempo. Escuchen para comprobarlo  este poema de Maribel de su libro Al sur del mundo titulado ROMPIENDO LOS SILENCIOS.

 

Y en el principio

tan solo una mujer recorriendo la Tierra,

aspirando el perfume

de los bosques umbríos,

nadando desnuda entre las aguas

salpicando sus trenzas y su risa.

La lluvia era, entonces,

un regalo del cielo,

y el sol  una caricia 

para su piel morena.

Más tarde habrían de inventarse

el dolor, la tristeza, la soledad y el miedo.

y fueron naciendo las palabras…

Y fueron rompiendo los silencios.

O estos otros versos en los que junto a las de Eva pecadora declara sus señas de identidad citando a las mujeres que han hecho la historia, la historia de los vencidos, la épica de los perdedores, a todas aquellas mujeres que en sus propias palabras “conservaron su sangre y  su memoria como un legado sagrado que habían de traspasar de generación en generación”.

SEÑAS DE IDENTIDAD  (LA PALOMA DORMIDA) 2000

(Poema dedicado a su bisabuela Agustina y  a su nieta Paula)

Soy la mujer

que parió los hijos todos que pueblan el planeta,

soy diosa que camina

buscando paraísos en la Tierra,

siempre amando sin descanso,

siempre creciéndome sin tregua.

A lo largo de los años, gracias a las ventanas de la historia que airean todo cuanto se nos quiso ocultar durante generaciones, las voces se han ido haciendo más nítidas, más cercanas,  más reconocibles. Partiendo desde nuestras bisabuelas hemos podido abrir las ventanas de la canariedad hasta el mismo siglo XVI, hasta el momento mismo  de la imposición a sangre y fuego de nuevas lengua, cultura y religión. Este es la foto de familia de Maribel y de todos los canarios allá por el año 1500.

Por la parte de Agustina, dieciséis generaciones atrás, a principios del siglo XVI, nos encontramos frente a frente con Ana de León (hija de Alonso Adargoma y Catalina García), con Catalina González (hija de Adxoña, mencey de Abona y de una hija del mencey Bencomo), con Antonia Palomares (hija del genovés Francisco Palmaro y la portuguesa María Álvarez), con Catalina Hernández (hija de Tenesor y Abenchara últimos reyes de la isla), con María Lorenzo (hija del hacendado portugués Domingo Hernández y de su esposa nativa Isabel Talavera), con Francisca Núñez (hija de los castellanos Vicente Montesdeoca y Juana Hernández) y con una mujer mora, sin nombre, que vino con su hija  desde Argel  a reclamar sus derechos como esposa de un rescatado.

Por la parte de Sinforiana, dieciséis generaciones atrás nos encontramos frente a frente con Leonor de Quintana (hija de María Maninidra y el soriano Juan de Soria), con Inés Téllez (hija de los canarios Pedro mayor y Marina Fernández) con Catalina Sánchez (hija de los indígenas Hernán Sánchez Bentidagua e Isabel González), con María Perdomo (hija de Margarita de Bethencourt y del vasco Juan Pérez de Munguía), con Catalina de Guzmán (hija de Egonayga el guadarteme bueno  y de Atendiura), con Catalina Fernández (la hija del guayre Autindana), con Beatriz Marrero (hija de la guanche Constanza Antonia Alonso y del colono portugués Gil Marrero).

Las voces que tienen poseída a Maribel hablan guanche, portugués, vasco, castellano y también algo de italiano. Ahora entiendo que Tino Contreras pensara que su compañera y esposa canaria  debía estar embrujada cuando la oía hablar en sueños en tantos idiomas entreverados, y cantar desafinadamente los sones del arrorró y el tajaraste; pero también los aires de lima de Portugal ; y otros cantos andaluces.

Pero es que, la paloma viajera, la mariposa volandera ha aprendido además, con el paso del tiempo, cada vez más bella y más sabia, a tararear himnos saharauis y cantos mapuches. Aun tan lejos, en las arenas del desierto sahárico o en los bosques de araucarias del sur de Chile, Maribel Lacave no deja de retornar cada año al nidal en que naciera: a las arenas blancas donde  correteaban los alcaravanes, a las cuevas de los riscos de Las Palmas donde naciera su “bisa” Agustina o Abenchara, como prefieran llamarla; a la casona de Gáldar, junto a las Huertas del  Rey, en las que naciera su otra bisabuela, Arminda o Sinforiana, como prefieran llamarla, pues por ambos nombres atienden. 

Etnicidad y universalidad son las palabras que definen el arte poética de Maribel Lacave Bautista. Mestizadas es todo eso con la expresión sublime y depurada de una gran poetisa del pueblo canario y de todos los pueblos oprimidos del mundo, necesitados de cantoras. 

Maribel Lacave Bautista (no te olvides de que los hados  de la poesía y el arte te vienen en gran medida de Gáldar) recibió en 2011 por esas virtudes el Premio San Borondón otorgado por el CCPC. Fue un reconocimiento público por su contribución a la lucha por las libertades y la dignidad de los pueblos y por su entrega al desarrollo de la cultura e identidad canaria. En aquella ocasión, pues estaba perdida por Chiloé, en la Araucanía chilena, a 10000 km de distancia, recogió el premio en su nombre  su hija Tamara (un gorjeo de pájaros, la fuerza de un roca) y leyó un reseña artística de su obra quien les habla, su primo, hermano y amigo, (el que abrió las ventanas por donde llegaron volando los susurros). Para aquel momento grandioso, emocionante, tenía pensado recitarle un soneto que había compuesto  en su honor pero oyéndola hablar desde tan lejos, no sé por qué,  me achiqué, guardándolo para mis adentros.

Hoy para celebrar la publicación de Mestizadas, teniéndote tan cerca, no me lo voy a guardar. Te lo debo.

 

Con catorce versos damos cálida acogida

a la pispireta mariposa de alas azules

que después de volar por australes latitudes,

por las ondas viaja hoy al país de Siete Islas.

Ni a este, ni al otro lado del charco, Campanilla,

podrá haber quien como ninfa de ensueños te juzgue

pues el tiempo,  gracias a tus  solidarias virtudes,

vino a darte ahora las estrellas merecidas.

¡Maribel Lacave, alada mujer sin fronteras,

te recito, con viva emoción, este soneto

porque sé que, aun tan lejos, aquí estás, en la mesa,

recogiendo en persona, en tu Ciudad de Las Palmas,

el San Borondón 2011, el más que honroso premio

del Centro de la Cultura Popular Canaria!