TRANSCRIPCIÓN DEL DOCUMENTO ORIGINAL REALIZADA POR MANUEL LOBO CABRERA
(Adaptada al castellano actual por Faneque Hernández con autorización del profesor)
1496-9-2 Información de testigos en proceso de Gonzalo Díaz, maestro de azúcar, contra su mujer María Alfonsa, por adulterio con el portugués Juan Alfonso.
AGS, Cámara de Castilla (pueblos), Canarias. 5, 97, 19 fols.
En la villa del Real de Las Palmas que es en la isla de la Gran Canaria viernes, dos días del mes de setiembre año del nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo del mil cuatrocientos noventa y seis años, en presencia de mí, Diego de San Clemente, escribano público de esta dicha isla y de los testigos de suso escritos, dentro de la cárcel pública de esta villa, estando presa por adulterio María Alfonso, mujer de Gonzalo Díaz, maestro de azúcar, que estando el dicho Gonzalo Díaz, su marido, el honrado y discreto varón el bachiller Rodrigo López, alcalde mayor de esta isla, por el magnífico caballero Alfonso Fajardo, gobernador y capitán general de esta dicha isla, por el rey y la reina nuestros señores, dijo y pronunció una sentencia definitiva, su tenor de la cual es esta que sigue:
Visto y con licencia examinado el presente proceso, autos y motivo de que ante sí pende sobre causa criminal de adulterio contra sus consortes, de la una parte Gonzalo Díaz, maestro de azúcar, autor y demandante, y de la otra María Alfonso, su mujer, acusada, reo, y defendiendo con autoridad en presencia de esta autoridad y discernidas por las presentes causas y visto como el dicho Gonzalo Díaz acusó a la dicha María Alfonso, su mujer, criminalmente diciendo que le hubo cometido adulterio con Juan Alfonso, portugués, y visto lo respondido por la dicha María Alfonso, una de las dichas partes, dijo y alegó hasta que el pleito fue concluso y por mí recibido a la primera y visto la probanza que hizo el dicho Gonzalo Díaz con algún número de testigos y al finamiento que la dicha María Alfonso hizo, y vistas las confesiones de la dicha María Alfonso sobre dicho delito de que está acusada, y vista la probanza que la dicha María Alfonso hizo en su defensa, y visto que los dichos testigos y probanzas fueron publicadas así, y vistas las tachas y autos que fueron puestos contra la dicha por los dichos testigos, y vista la probanza que acerca de ello se hizo, y visto como a mayor abundamiento por mí fue pronunciada sentencia para ser sentenciada la dicha María Alfonso a cuestión de tormento, y vista la confesión espontáneamente hecha por la dicha María Alfonso y vistas estas causas //
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y calidades que por su proceso parecen, procurando a Dios nuestro señor ante mis ojos, fallo la intención del dicho Gonzalo Díaz bien probadas y la dicha María Alfonso no probar cosa alguna que aprovechable pueda para defensa suya, por la cual la debo pronunciar y pronuncio haber sido rea y culpada en el dicho delito de adulterio de que fue acusada y que la debo condenar y condeno a que sea entregada en la plaza de esta villa, la dicha María Alfonso y todos sus bienes, al dicho Gonzalo Díaz, su marido, las manos atadas para que pueda hacer de ella y de ellos todo lo que quisiere y por bien tuviere, y más la condeno en las costas de este proceso y así lo pronuncio por esta mi sentencia definitiva juzgando estos respetos e por ellas mando a Francisco de Alcaudete, alguacil de esta isla a que cumpla mi sentencia, … Diego de San Clemente, escribano público.
Y luego el dicho Gonzalo Díaz dijo que recibía sentencia.
Y luego la dicha María Alfonso, presa, dijo en su descargo que apelaba de la dicha sentencia por ante el rey y la reina, nuestros señores, y lo pidió y dio testimonio; testigos que fueron presentes: Francisco Calderón y Diego Fernández Amarillo, carcelero, vecinos de esta isla.
Y después de esto, sábado tres días del mes de setiembre de dicho año, en presencia de mí el dicho escribano, el dicho alcalde mandó dar un su mandamiento que decía de esta guisa: Yo, Rodrigo López, alcalde mayor de esta isla, mando a vos los alguaciles de esta isla a cada uno de vos que … y hagáis apartar e llevéis a debido efecto cierta sentencia criminal que por mí fue dada contra María Alfonso, mujer de Gonzalo Díaz, maestro de azúcar, en cumplimiento de lo cual vos mando que la saquéis de la cárcel con una cadena en el pie, las manos atadas y en la plaza pública de esta villa junto de la picota la deis y entreguéis al dicho Gonzalo Díaz, su marido, para que haga de ella lo que quisiere y por bien tuviere aunque le diera dar mucho? corporal para lo cual le dada todo favor e ayuda e no vos … cumplir la dicha sentencia y no consintáis a ningún que le perturbe la dicha condena, fecha //
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a tres de setiembre de noventa y seis años y Rodericus, bachiller, y Diego de San Clemente, escribano público, diga el pregón de la sentencia que la justicia manda hacer
por el rey y la reina, nuestros señores, a esta manera porque cometió adulterio a su marido mandársela entregar para que haga de ella lo que quisiere.
Y luego incontinenti este dicho día Diego Fernández y Francisco de Alcaudete, alguaciles, por virtud del dicho mandamiento contenido de la dicha sentencia sacaron de la cárcel pública de esta villa a la dicha María Alfonso atadas las manos y con unas esposas en ellas y con una cadena al pie la cual llevaba el verdugo Juan Verde, pregonando públicamente este pregón la llevaron de la cárcel hasta la picota donde el verdugo la amarró con la cadena dándole dos vueltas y le sacaron la llave con un candado que al cabo de la dicha cadena tenía y así amarrada presente Gonzalo Díaz al cual los dichos alguaciles dijeron que se la entregaban para que hiciese de ella lo que quisiese y lo pidieron por testimonio por ante muchas personas que allí estaban.
Y luego incontinenti vinieron en don Jorge de Vera, maestrescuela y canónigo de esta iglesia de Canaria y Fernán Álvarez y Pedro López de Oro, canónigos, y Francisco González y Antonio de Esquivel y Diego de Troya, racioneros, y Álvaro Fernández, clérigo, y rogaron mucho por la pasión de nuestro señor y con el crucifijo al dicho Gonzalo Díaz que perdonase a la dicha su mujer, el cual no lo quiso hacer.
Y luego incontinenti vinieron dos frailes y el uno de ellos que dicen fray Juan de Carmona, guardián de San Francisco con pena de la dicha María Alfonso, y el dicho Pedro López de Oro, canónigo, vino luego con el corpus cristi con la custodia así como cuando va a comulgar y con los cirios trayendo una campanilla y se humilló a todos los presentes estaban con el dicho Pedro López con el corpus cristo se humilló al dicho Gonzalo Díaz, rogándole por la pasión de nuestro señor había//
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recibido por sus pecados salvar y perdonar a la dicha su mujer y dijo el oficio a Dios y le solicitó que no quisiese matar a la dicha su mujer el cual dicho Gonzalo Díaz no quiso perdonarla diciendo que le hacían fuerza y que la tomaran ellos si quisiesen que él no la quería perdonar y así el dicho Pedro López de Oro con el corpus cristi se juntó con la dicha María Alfonso y el dicho Gonzalo Díaz se fue y desvió de allí a los dichos clérigos con el dicho Pedro López de Oro y pidió al dicho Fernán Álvarez que tomara a la dicha María Alfonso y la llevaron y entraron en la iglesia y los dichos alguaciles pidieron por testimonio como se les hacía la dicha fuerza y asimismo lo pidió por testimonio el dicho Gonzalo Díaz, testigos que fueron presentes Gonzalo Muñoz, Juan Verde, pregonero, Diego Fernández Amarillo, Alfonso de Sandoval, Pedro de Trujillo, Diego Sardina, Antón de Valladolid, Alfonso Lebrón, zapatero, y otras muchas que presentes estaban a la sazón que pasó la dicha fuerza.
Y después de esto, este dicho día, en la iglesia de señora Santa Ana, el dicho Rodrigo López, alcalde mayor susodicho, requirió a don Fernando de Argumedo, chantre e canónigo de la dicha iglesia, provisor de este obispado de Canaria por los señores deán y cabildo de Canaria, que cese de lo dar posada en la iglesia a María Alfonso, mujer de Gonzalo Díaz, que sus clérigos habían tomado en presencia de sus alguaciles, y donde no lo hicieran que vivan sus altezas. Y el dicho provisor dijo que no puede dar la tal licencia. Testigos: Diego de Zorita, regidor, y Diego de San Martín y Cristóbal de Ponte, genovés, y Antón de Valladolid y otros muchos.
Otrosí le requirió que en todo … en que haciendo pesquisa le sea dado licencia para tomar juramento acerca de los dichos clérigos por lo que le pide y requiere le dé licencia señal para que de todos pueda recibir juramento y saber la verdad y el dicho provisor dijo que le placía dar la tal licencia.
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Testigos los susodichos.
Y luego incontinenti Lope de Villera, canónigo de la dicha iglesia, dijo que si el provisor le daba licencia apelaba de ella y que en cosa de … aunque el rey don Fernando se lo mandase que no juraría. Y el dicho alcalde le dijo que callase que si el rey don Fernando se la mandase que lo haría y lo pidió por testimonio. Testigos, los dichos.
Y luego el dicho alcalde dijo que porque quería conocer lo susodicho requería haber información de testigos para saber de qué manera pasó la dicha violencia que fue hecha a los dichos alguaciles y quién la hizo, para que, sabiéndose quién, hacerlo saber e informar a … de todo ello por lo que pedía e pidió a mí el dicho escribano que asentase y pasase los dichos y disposiciones de los testigos que a sí tomase y así asignados los saque en limpio y firmados de mi nombre y se guarden con mi signo e lo dé para lo recibir como dicho es.
Y luego recibido juramento de las personas de suso que tomadas en forma de derecho siéndoles preguntado de qué manera había sido lo susodicho a cada uno se trató apartadamente luego recibió juramento de Gonzalo Muñoz, vecino de Rociana, quien so cargo del juramento que hizo dijo que vio esta mañana sacar de la cárcel a la dicha María Alfonso para la justiciar por adúltera según decía el pregón y con ella dos alguaciles y un secretario y un personero y un verdugo que la traía por la cadena al pie y venía las manos atadas con una cuerda y con unas esposas y venía junto de ella Diego Fernández, carcelero, que la traía por el brazo y le traía un crucifijo delante y vio este testigo que el pregonero la iba pregonando y llegaron con ella a la picota a donde la amarraron con la dicha cadena y la entregaron al dicho Gonzalo Díaz diciéndole “Gonzalo Díaz está ahí vuestra mujer, haced lo que quisieres de ella” y lo pidieron por testimonio y así estando amarrada junto de ella el dicho Gonzalo Díaz le puso las manos y le hizo
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hincar las rodillas y este testigo y otras muchas personas que allí estaban le rogaban por la pasión de nuestro señor la quisiese perdonar y el dicho Gonzalo Díaz no quiso y en esto llegaron allí a rogarle muchas personas con don Jorge de Vera y Fernán Álvarez y Pedro López de Oro, canónigo, y Francisco González, racionero, y le requirieron mucho la quisiese perdonar y después de esto a poco llegaron allí Alonso de Esquivel y Diego de Troya, racioneros, y todos juntos le rogaron y no lo quiso hacer y estando en esto llegaron dos frailes, el uno el guardián de San Francisco Fray Juan de Carmona y la oyó de penitencia por cuanto espacio y la absolvió poniéndole esfuerzo que miraba como fiel cristiana por lo que había hecho conociendo a Dios Nuestro señor; en esto, el dicho Pedro López de Oro, canónigo, vino con el Corpus Cristi y con la salvillas y con las campanillas y se vino delante del dicho Gonzalo Díaz rogándole que por la pasión de Nuestro Señor Jesucristo la quisiese perdonar y otras muchas palabras de manera que el dicho Gonzalo Díaz tratar no quiso y dijo que si queríais hacer tomarla que yo no la tengo que perdonar y el dicho Fernán Álvarez respondió no quisiera hacer salvo que ruego que la daréis por amor de Dios y en esto el dicho Pedro López de Oro y algunos allí y le dijo fija anunciar con Dios y con el ... Y entonces el dicho Gonzalo Díaz dijo “Tomaisme mi mujer e defendeisla” y el dicho Pedro López dijo que la tomaba y la defiende y en esto el dicho Gonzalo Díaz se desvió y este testigo dijo llamarlo y dele su mujer que no que la terna ninguno y en estas palabras que dijo estaba diciendo oyó la cadena como la estaban amarrando y vio a Francisco González, racionero, estaba bajando y así la arrebataron el dicho Pedro López de Oro con el corpus y el dicho Francisco González y así todos los otros alrededor de ella y así la metieron en la iglesia y los alguaciles dando voces diciéndoles las fuerzas que le hacía y pidiéndole al escribano y al dicho Francisco de Alcaudete //
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de con la espada sacada por… dicha fuerza hasta la puerta de la Iglesia y vio este testigo como el dicho maestrescuela decía contra el dicho Gonzalo Díaz que era mal hombre porque no quería perdonar por Jesucristo que estaba delante que si tuviera un puñal que se lo metería por el cuerpo, preguntado si los dichos frailes ayudaron a hacer la dicha fuerza dijo que no, salió y se fueron a su monasterio, preguntado quienes fueron las que hicieron las fuerzas dijo que los que dicho tiene salvo Fernán Álvarez que no hizo con su persona ni menos vio hacer mucho a Diego de Troya y que así la metieron en la iglesia y dijo como dicho tiene y que esta es la verdad de lo que susodicho vio so cargo del juramento que hizo.-Rodrigo López, bachiller, Gonzalo Muñoz. Diego de San Clemente, escribano público.
Juan Martínez, portugués, testigo preguntado en la dicha causa, juró en forma de derecho por a Dios a santa María y a las palabras de los santos evangelios y de las santas escrituras e de la señal de la Cruz +. Y que puso sus manos de ellas corporalmente que bien y fiel verdaderamente como buen y fiel cristiano decir la verdad de lo que supiese y le fuere preguntado y que es la verdad, dijese que Dios nuestro señor que es todopoderoso lo ayudase en este mundo e que si la verdad dijese que Dios nuestro señor que es todopoderoso lo ayudase en este mundo… de su servicio que se lo demandase mal y le castigase como a mal cristiano y a sabiendas y perjuro de dicho juramento dijo e siendo preguntado so cargo del juramento que hizo qué es lo que sabe en la dicha causa dijo que en dicho día vio amarrada en la picota a María Afonso, mujer de Gonzalo Díaz, que la justicia la entregaba a su marido para que hiciese justicia de ella por adulterio que le había hecho e la vio este testigo sacar de la cárcel amarrada y pregonándola públicamente y estando así amarrada en la picota con una cadena vio este testigo como los abades y otras muchas personas le rogaban al dicho Gonzalo Díaz que la perdonase y él dijo que no que no la perdonaba la había visto este testigo que dende a poco los dichos abades la tomaron y llevaron así como estaba amarrada con la cadena al pie y la metieron en la iglesia y oyó decir allí a los alguaciles quejándose y dando voces como les había fecho la dicha fuerza y lo pidieron por testimonio y asimismo lo pidió por testimonio el dicho Gonzalo Díaz; preguntado
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qué abades eran los que hicieron la dicha fuerza dijo que el más fuerza fue Francisco González y Alonso de Esquivel y Diego de Troya y Pedro López de Oro con el Corpus Cristi y un esclavo guanche que dice Babosa que era esclavo de Pedro de Vera y un clérigo, que esta es la verdad de lo que de suso dicho sabe so cargo del juramento que hizo.-
Alfonso González Dorador, vecino de la ciudad de Jerez de la Frontera, juró en la forma susodicha y siendo preguntado qué es lo que sabe de este hecho dijo que vio en dicho día sacar de la cárcel a María Alfonso, mujer de Gonzalo Díaz, la cual venía amarrada a las manos y con unas esposas la cual sacaron para entregar a su marido que hiciese justicia de ella por adulterio que le había hecho, la cual iba pregonando públicamente y vio este testigo como el verdugo la amarró con una cadena a la picota y le dio dos vueltas y le echó un candado y así amarrada los dichos alguaciles llamaron a su marido y se la entregaron y lo pidieron por testimonio, y estando así el dicho Gonzalo Días le puso las manos a la dicha María Alfonso y la hizo hincar de rodillas y estando así hincada de rodillas vio como vinieron don Jorge de Vera, maestrescuela, y Fernán Álvarez, canónigo, y Fernán González, racionero, y Alonso de Esquivel y Diego de Troya, racionero, y Álvaro Romero, clérigo, y Pedro López de Oro, canónigo y le rogaron mucho al dicho Gonzalo Díaz que la quisiese perdonar y después el dicho Pedro López de Oro vino con el Corpus Cristi y se humilló a rogar al dicho Gonzalo Díaz que la quisiese perdonar y no quiso y así se puso delante de la dicha María Alfonso junto de ella diciendo que con el cuerpo de Dios la quería defender y evitar que no había de matar y vio este testigo como el dicho don Jorge de Vera dijo al dicho Gonzalo Díaz que si tuviera un puñal que él daría con él como si fuera un enemigo y dijo a los dichos abades la tomaran y llevaran por fuerza a la iglesia y los alguaciles dando voces cómo les hacían la dicha fuerza y pidiéndolo por testimonio, preguntado qué abades fueron los que hicieron la dicha fuerza dijo que Pedro López de Oro, y Francisco González y Jorge de Vera y Diego de Troya y Alonso de Esquivel y Álvaro Romero clérigo, fue preguntado si oyó decir a Pedro López de Oro
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qué dijo a la dicha María Alfonso que iba a defender con el cuerpo y llegaron así como pudieron, dijo que le oyó decir Nuestro señor te defiende junto conmigo y evitará que te matara y púsole el corpus cristi en la cabeza y que esta es la verdad de lo que de este hecho sabe so cargo del juramento que hizo.- Alfón González, Diego de San Clemente, escribano público, y Rodrigo de Fran.., bachiller.
Juan Verde, pregonero, juró en la manera que dicho es, y siendo preguntado qué es lo que sabe de este fecho so cargo del juramento que hizo dijo que lo sabe y pasó en verdad es que en dicho día por la mañana fue llamado este testigo para que viniese a la cárcel porque hacer justicia y venido este testigo vio como los alguaciles sacaron de la cárcel a María Alfonso, mujer de Gonzalo Díaz, la cual venía amarrada en las manos con una cadena y unas esposas y la cadena al pie y el verdugo asido de la mano con la dicha cadena y así llegaron para meter y pregonando este testigo en esa mañana y esta es la justicia que manda hacer el rey y la reina nuestros señores de esta mujer porque hizo adulterio a su marido, mandándosela traer para que haga de ella lo que quisiere y así en la mañana que fue la llevaron a la picota adonde el verdugo la amarró con la cadena y le dio dos vueltas y la cerró con un candado que estaba al cabo de la dicha cadena y así amarrada los alguaciles dijeron al dicho Gonzalo Díaz que tomase su mujer e hiciese de ella lo que quisiese y el dicho Gonzalo Díaz le puso las manos en los hombros y le dijo abajaos dueña y ella se puso de rodillas y dijo que otra cosa sabe y luego llegaron ahí Pedro López de Oro y Francisco González y Diego de Troya y dijo el dicho Pedro López de Oro que no fuese su confesor y así que vinieron luego dos frailes, Juan de Carmona e otro fraile con él, y antes que viniesen vio vinieron el maestrescuela y Fernán Álvarez y Francisco González, racionero, y Alonso de Esquivel, y fueron y rogaron mucho del dicho Gonzalo Días la quisiere perdonar el cual dijo así que no quería y vio este testigo como llegaron los frailes y el dicho Pedro López de Oro habló con ellos no sabe qué y al dicho fraile lo oyó de prima y le dijo que se encomendase a Dios y mostrase como buena cristiana y estando así vino el dio Pedro López de Oro con el corpus cristi y se humi-
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lló delante al dicho Gonzalo Díaz rogándole la perdonase y no lo quiso hacer y estando así rogándole oyó decir este testigo al dicho maestrescuela que decía al dicho Gonzalo Díaz cómo era tan cruel y duro que estando el que estaba el cuerpo de Cristo delante no la quiso perdonar y que como era un potro le daría de puñaladas y dijo a los dichos abades que la tomasen por fuerza y el dicho Pedro López le respondió que no se había de defender así y el dicho Pedro López de Oro se puso encima de la dicha María Alfonso con el corpus cristi diciéndole que no hubiese marido que la poder señalar de fruslería y le dijo que se aferrase a él lo más que pudiese y en esto el dicho Gonzalo Díaz se fue y dijeron “Llámanlo acá, llámalo acá” y en esto vido este testigo cómo el dicho Francisco González desató la cadena de la picota y así la tomaron los dichos abades y la llevaron a la iglesia y un guanche, esclavo de Pedro de Vera, que se dice Juan de Babosa arremetió a ella y la asió de la cadena y la llevaba y vio cómo la asió de sus manos y la abrazó y ayudó a llegar a la iglesia y vio este testigo cómo el dicho Jorge de Vera abrazó por detrás al alguacil y Diego Fernández lo tuvo y no lo dejó moverse de un lugar hasta que iba diciéndole puntecillas y así se hizo la dicha fuerza al susodicho, preguntado quiénes eran los abades que hicieron la dicha fuerza dijo que los que dicho tiene, preguntado quiénes eran dijo que Jorge de Vera, maestrescuela, Pedro López de Oro y Alonso de Esquivel y Francisco González y Diego de Troya y Álvaro Romero, clérigo, y que esta es la verdad de lo que de este hecho sabe so cargo del juramento que hizo, Rodrigo López, bachiller, Juan Verde, Diego de San Clemente, escribano público.
Diego Fernández Amarillo, carcelero, testigo jurado, en la mañana que dicho es, siendo preguntado que es lo que sabe de este hecho dijo que vio este testigo como sacaron de la cárcel a la dicha María Alfonso amarradas las manos con unas esposas y con unos cordeles ceñidos adelante y así con una cadena al pie la llevaron los alguaciles pregonando públicamente hasta la picota y vio este testigo cómo le dieron dos vueltas a la picota con la cadena y la cerraron con un candado y dieron la llave al alguacil Diego Fernández y así amarrada a la picota los alguaciles la entregaron al dicho Gonzalo Díaz para que hiciese de ella lo que quisiese y el dicho Gonzalo Díaz le dijo a la dicha su mujer que se bajase y le doblase las rodillas//
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delante de muchas personas y vio este testigo cómo el dicho Gonzalo Díaz le puso la una mano en el hombro y el cuchillo en la otra mano y la dicha María Alfonso le dijo a Gonzalo Díaz por amor de Dios le dejase acabar de confesar un poco que me quedó, y este testigo le rogó al dicho Gonzalo Díaz diciéndole que por amor de Dios la dejase acabar de confesar y entonces se envió afuera y fueron a llamar su confesor que era un fraile que decían fray Juan de Carmona y vino el dicho fraile y se confesó y después vido este testigo venir a Pedro López, canónigo, y vio tomar el crucifijo al dicho Pedro López de las manos de la dicha María Alfonso e hincose de rodillas ante dicho Gonzalo Díaz rogándole quisiese perdonar a la dicha su mujer y no la quiso perdonar y después vio venir el corpus cristi cerrado así como cuando va a comulgar y con la cruz y artículo y trayendo la campanilla y lo traía el dicho Pedro López de Oro y vio este testigo cómo el dicho Pedro López de Oro con el corpus cristi, y los clérigos y todo el pueblo se pusieron de rodillas ante el dicho Gonzalo Díaz rogándole la quisiese perdonar y no quiso perdonarla haciendo gran atrevimiento al cuerpo de nuestro señor no queriéndola perdonar y oyó allí decir al dicho Gonzalo Díaz que si la querían tomar por fuerza que la llevasen que así lo quería tomar por testimonio porque él no la quería perdonar y oyó decir al dicho Pedro López de Oro, canónigo, que tomasen el corpus cristi en la mano que no le defendía su mujer y el dicho Gonzalo Díaz volvió las espaldas y se fue y el dicho Pedro López dijo a voces que lo llamase que iba a defender y dijo a la dicha María Alfonso ausentase conmigo que el se había de mandar y la defendería que hoy haría nuestro señor aunque muchos testigos en tal día como estaban ….
Y entonces vido más este testigo a uno de los abades que dicen Francisco González desamarrando a la dicha cadena de la picota y vio como la dicha María se metió debajo los clérigos y otro asió a la iglesia y los clérigos con ella y la llevaron a la iglesia y vio este testigo a los alguaciles, el uno con una espada, estaba dando voces de traidores, traidores y el otro dando voces. Preguntado so cargo del juramento que hizo qué clérigos fueron los que hicieron la dicha fuerza dijo que Pedro López de Oro, canónigo, y Fernán Álvarez y el maestrescuela y Diego de Troya y Francisco González, racioneros, y Alonso de Esquivel, y
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oyó decir al dicho maestrescuela cómo el dicho Gonzalo Díaz tenía algunas cosas que si tuviese un puñal los trataría como un enemigo y dijo a los abades tomémosla por fuerza y que esto es lo que sabe de este fecho so cargo del juramento que hizo.
Francisco de Espinosa, testigo jurado y preguntado en la dicha causa so cargo del juramento que hizo dijo que este testigo al tiempo que llegó a la plaza halló a la dicha María Alfonso al pie de la picota hincada de rodillas con un crucifijo en las manos rogando al dicho su marido que por la pasión de Dios la quisiese perdonar e vio este testigo como vinieron los abades a le rogar los cuales eran Pedro López de Oro, canónigo, y el maestrescuela y Francisco González, racionero, y el dicho Pedro López con el corpus cristi rogando al dicho Gonzalo Díaz la quisiese perdonar a la susodicha y el dicho Gonzalo Díaz se apartó y este testigo se fue en pos del dicho Gonzalo Díaz que iba dejando rehuyendo y así oyó dar gritos a los muchos que allí estaban y este testigo volvió la mirada para ver que sería y vio como los abades llevaban a la dicha María Alfonso de esta parte de la placilla hasta la iglesia y este testigo se volvió luego que no quiso ver más so cargo del juramento que hizo. Rodrigo López, bachiller, Francisco de Espinosa y Diego de San Clemente, escribano público.
Benito Ginovés, boticario, juró en forma de derecho en la manera que dicho es y dijo que este testigo vio salir de la cárcel a la dicha María Alfonso, la cual venia amarrada de las manos y vio como la ataron con una cadena a la picota e después de atada vio este testigo como el alguacil la trajo a su marido y vio como vinieron los abades a le rogar, los cuales //
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eran Pedro López de Oro, canónigo, y el maestrescuela y otro que decían Francisco González y los otros que no sabe cómo se llaman e el dicho Pedro López de Oro con un crucifijo rogando al dicho Gonzalo Díaz que quisiese perdonar a su mujer el cual no quiso y después el dicho Pedro López vino con el corpus cristi y con la campanilla como cuando va a comulgar y se humilló al dicho Gonzalo Díaz rogándole que la perdonase, el cual dijo que no la quería perdonar y el dicho maestrescuela le dijo que pues no quería perdonarla le rogaba con el cuerpo de nuestro señor que no sería cristiano que peor haría que moro y entonces vio este testigo cómo el dicho Pedro López de Oro con el corpus cristi se arrimó a la picota y puso la custodia sobre la cabeza de la dicha María Alfonso diciendo que no la había de matar que allí estaban y no la consentiría matar, y entonces el dicho Gonzalo Díaz se desvió de allí y los dichos abades y el dicho Pedro López la tomaron y la llevaron en peso a la iglesia llevando el dicho Pedro López el cuerpo de Dios en la mano y que esta es la verdad de lo que de este hecho sabe so cargo del juramento que hizo, Rodrigo López, bachiller, y Benito Genovés y Diego de San Clemente, escribano público.
Alfonso Arévalo, vecino de esta villa, testigo jurado, y preguntado en la dicha causa so cargo del juramento que hizo siendo preguntado qué es lo que sabe de este hecho dijo que cuando este testigo estaba en la plaza alcanzó y vio que camino de la cárcel a la dicha María Alfonso la cual venía amarradas las manos y con un crucifijo y el pregonero pregonándola y vio este testigo como la llevaron hasta la picota y vio como la amarró a la picota con una cadena y le dio ciertas vueltas con la cadena a la picota y así amarrada vio este testigo como los alguaciles Diego Fernández y Francisco de Alcaudete//
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llamaron al dicho Gonzalo Díaz y le dijeron que le entregaban a su mujer para que hiciese de ella lo que quisiese y lo pidieron por testimonio y vio este testigo cómo el dicho Gonzalo Díaz echó la capa de un vuelto y echó mano a un puñal para la degollar y vio cómo la dicha María Alfonso estaba hincada de rodillas rogándole por la pasión de nuestro señor la quisiese perdonar y le diese lugar para acabarse de confesar y él le dijo que confesase con un sacerdote que ende estaba que dice Pedro López de Oro, canónigo, el cual dijo que llamase a nuestro señor porque él no la había de confesar y vio este testigo cómo enviaron por un fraile a san Francisco y entretanto el dicho Pedro López de Oro y Fernán Álvarez, canónigo, y don Jorge de Vera, maestrescuela, y Francisco González, racionero, y otras muchas personas le rogaron al dicho Gonzalo Díaz, y el dicho Pedro López con el crucifijo que quisiese perdonar a la dicha su mujer, el cual respondió que la perdonase Dios que él no podía y que le dejase hacer lo que había de hacer porque él no la podía perdonar y así vino un fraile de San Francisco y oyó de pena a la dicha María Alfonso y luego vino el dicho Pedro López de Oro con la sobrepelliz tocada y una estola e con la custodia con el corpus cristi en las manos con una campanilla y con sus otros ardenes como cuando se va a comulgar y los dichos abades con él llegaron a donde estaba la dicha María Alfonso y fueronse de rodillas ante el dicho Gonzalo Díaz rogándole que mirase aquel cuerpo cristi que allí venía y se acordarse que había venido a morir rogándole que por la pasión de nuestro señor la quisiese perdonar y el dicho Gonzalo Díaz hincado de rodillas diciendo que Dios la quisiese perdonar y que le dejase fuera y no le impidiese a su mujer y así rogándole mucho se levantaron y el dicho Pedro López de Oro se llegó a la dicha María Alfonso y le dijo “Hija álzate conmigo que yo te defendiere, no me apartare de ti y no te degollara”. Y el dicho Gonzalo Díaz diciéndole que le dejase su mujer y el dicho maestrescuela le dijo que era mal hombre y hereje y que no era cristiano e injuriaba a Dios que de mejor gracia lo mataría que a un moro y diciendo tomémosla a la fuerza y el dicho Gonzalo Díaz se desvió diciéndole que defendía su mujer y vio este testigo que el dicho Francisco González, racionero, y con él el sacristán desataron la cadena de la picota y los dichos abades asieron mano a la dicha María Alfonso y la levantaron y llevaron a la iglesia y vio como Francisco de Alcaudete, alguacil, echó mano a la espada y así pasó la dicha fuerza de que a este testigo le parece muy mal y poco traer de la justicia, y que esta es la verdad, Rodericus, bachiller, y Diego de Arévalo y Diego de San Clemente, escribano público.//
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Y luego el dicho alcalde recibió juramento en forma debida de dicho (Vicente Tabordo) en la manera que dicho es y siendo preguntado qué es lo que sabe de la dicha razón dijo que estando en la plaza con otros dos o tres hombres hablando oyó un pregonero que pregonaba y fueron a ver qué pregonaba y qué es lo que decía en él y vieron venir la mujer de Gonzalo Díaz con unas esposas en las manos y con cordel atados los brazos y una cadena en los pies y un crucifijo en las manos y venía el verdugo con la cadena a rastras y el crucifijo traído por la dicha mujer y un alguacil de un lado y otro de otro y Diego de San Clemente, escribano, con ellos, desde que llegaron a la picota en la plaza los alguaciles dieron dos o tres vueltas a la cadena en la picota e desde que esto hubieron hecho dijeron los dichos alguaciles “Gonzalo Díaz tenéis aquí vuestra mujer, haced de ella lo que quisiéredes” y esto fueron dicho una o dos que no se acuerda este testigo más y que entonces dijo Gonzalo Díaz ciertas razones que no oyó que razones fueron ya que los dichos alguaciles hicieron desviar la gente y el dicho Gonzalo Díaz sin perjuicio que ninguno le hicieron llegó y la hizo abajar e hincar de rodillas y que entonces dijeron algunas personas que no se acuerda quién y cree que el fue el canónigo Pedro López de Oro después de haber mucho ruido y otros abades e otros clérigos pues decía que quería confesar y entonces el dicho Gonzalo Díaz se volvió un poco y dijo que el comisario de antes se había confesado y después vino el comisario y la confesó y la absolvió y en esto estando vino Pedro López de Oro con otros abades con el corpus cristi y un crucifijo en su mano de rodillas delante de Gonzalo Díaz para que perdonase y él respondió que no la perdonaría en ninguna manera tomadla bien podáis entonces dijo el maestrescuela que no diréis ser cristiano pues tenéis el corpus cristi delante y vos haréis tantos vivos y no hacéis nada para ello entonces dijo el dicho maestrescuela “Debéis ser moro” entonces vino el que tenía el corpus cristi y púsose arrimado a la mujer y dijo que no estaría el día todo o defender vos somos y que no ... que en razón de estos fueron y entonces Gonzalo Díaz se fue de allí y vinieron cuatro o cinco abades y estando el otro casi arrimado a la mujer con el corpus cristi y dis que le desataron la cadena de la picota//
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y echaron mano de la mujer y lleváronla así cogida hasta la iglesia y luego como echaron mano de la cadena vino Diego Fernández, alguacil, y abajó por echar mano de ella y no lo dejaron, entonces la tomaron a la espalda y vino el maestrescuela y abrazola por detrás y túvola hasta que la dicha mujer fue a la iglesia y Alcaudete alguacil fue con la espada sacada para defender que no la llevasen hasta la iglesia y que esto es lo que sabe y se acuerda y se lo hicieron entonces por el juramento que hizo, Vicente Tabordo, Rodrigo …, bachiller, Diego de San Clemente, escribano público.
Francisco Calderón, testigo, jurado en la manera que dicho es preguntado qué es lo que sabe en la dicha razón, dijo que sabe y vio este testigo cómo sacaron de la cárcel a la dicha María Alfonso e la llevaban a justiciar y entregar a su marido la cual la entregó a su marido amarrada en la picota con una cadena y estando así amarrada vio este testigo cómo los abades vinieron entonces a le rogar al dicho su marido la quisiese perdonar e eran Jorge de Vera y Francisco González, racionero, y Pedro López de Oro, canónigo, y Alonso de Esquivel y Alonso Mora, sacristán, y después que le rogaron el dicho Pedro López de Oro vino con la custodia del cuerpo de Cristi y con los cirios encendidos con la capa como cuando van a comulgar y se puso delante de la dicha María Alfonso rogando al dicho Gonzalo Díaz y él diciendo que no la quería perdonar y así dijo el dicho Gonzalo Díaz pues que antes hicieron fuerza y se desvió y fue de allí y el dicho Francisco González desamarró la cadena de la picota y así todos los dichos abades la tomaron y llevaron en peso con la dicha cadena amarradas las manos como estaba a la iglesia y fue preguntado este testigo qué palabras dijo el maestrescuela don Jorge de Vera al dicho Gonzalo Díaz culpo? que no quería perdonar por su ruego dijo que lo que oyó decir que era hombre duro que no quería perdonar y si un puñal tuviera como a un enemigo lo mataría y volviéndose así a los otros abades y dijo mejor es tomársela por fuerza y vio este testigo que al tiempo que hicieron la dicha fuerza el dicho Jorge de Vera se encaminó con Diego Fernández, alguacil, e no le dio lugar por sus voces de justicia e estaba que la dicha María Alfonso no fuese llevada a la iglesia como la llevaron, preguntado si vio otras personas ayudar a hacer la dicha fuerza dijo que el dicho Alonso Mora, sacristán, asió de la cadena y la llevó fasta la iglesia y que esto es lo que sabe so cargo del juramento que hizo. Rodrigo, bachiller, Diego de San Clemente, escribano público .
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Diego Sardina, testigo jurado en la manera que dicho es, preguntado qué es lo que sabe en la dicha razón, dijo que vio este testigo como sacaron de la cárcel a María Alfonso, mujer de Gonzalo Díaz, para la entregar a su marido que hicieron justicia de ella y la acercó a la picota y la amarró con una cadena a la picota y le dieron otras vueltas y estaban las manos atadas y así la entregaron al dicho Gonzalo Díaz, y vio este testigo como vinieron ende don Jorge de Vera, maestrescuela y Pedro López de Oro, canónigo, y Fernando Álvarez y Francisco González, racionero, y rogaron al dicho Gonzalo Díaz perdonase a su mujer y no quiso, y después vino ende un fraile a oír de primicia a la dicha María Alfonso y oyó decir al dicho Pedro López de Oro hablando sobre el dicho fraile que si le ayudaba a tomar a la dicha María Alfonso y le respondió que no lo podía hacer y en esto el dicho Pedro López se volvió a la iglesia quedando el fraile confesando a la dicha María Alfonso y viole después venir con el corpus cristi en sus manos casi como cuando va a comulgar con los cirios encendidos y usando una campanilla y los abades con él y le guio a donde estaba la dicha María y se humillaron al dicho Gonzalo Díaz rogándole que por la pasión de nuestro señor que quisiese perdonar a la dicha su mujer y él distraído que no la quería perdonar que bien la podía tomar diciendo que le diese por testimonio cómo la tomaba su mujer y así se fue de allí y antes de que se fuese oyó este testigo decir al dicho Pedro López de Oro que él se ponía con el cuerpo de nuestro señor sobre ella, con el cuerpo de nuestro señor la defendería y no la dejaría matar y entonces se puso sobre ella poniéndola la custodia sobre la cabeza y oyó asimismo de haber escuchado a Jorge de Vera, maestrescuela, que decía al dicho Gonzalo Díaz que era mal hombre e mal cristiano, hereje, porque no quería perdonar a su mujer y así se conoció ser allí junto los dichos abades y se desenvolvieron la cadena de la picota y tomaron en peso a la dicha María y la llevaron y metieron en la iglesia y que esto es lo que vido so cargo del juramento que hizo.- Diego Sardina, Rodrigo López, bachiller, Diego de San Clemente, escribano público.
Antón de Valladolid, testigo jurado en la manera que dicho es, dijo que vio sacar de la cárcel a la dicha María Alfonso, pregonándola Juan Verde, pregonero, diciendo “Manda el rey e la reina, nuestro señores, entregue esta mujer a su marido porque le hizo adulterio” e iba del brazo Diego Fernández, carcelero, y con ella los alguaciles, la cual traía una cadena al pie y una esposas en las manos y un cordel a los brazos y la llevaron a la plaza pública y la amarraron a la picota con la dicha cadena y llamaron al dicho Gonzalo Díaz, su marido, y se la entregaron y pidiéronlo los alguaciles por testimonio, el cual dicho Gonzalo Díaz dijo a los dichos alguaciles que la echasen en el suelo y los alguaciles dijeron que la echase él y luego el dicho Gonzalo Díaz echó el cielo de la capa teniendo un puñal en la mano se llegó a la picota
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y en esto estando llegó Francisco González, racionero de la iglesia de Canarias, dijo al dicho Gonzalo Díaz que por amor de nuestro señor Dios que no la matase aún y que la dejase confesar el dicho Gonzalo Díaz y llegaron luego ende algunos otros de propio de esta villa y le rogaron por amor de nuestro señor Dios que la quisiese perdonar hasta en tanto que hubieron de venir dos frailes de señor San Francisco, el uno de ellos la oyó de primicia y estándola así confesando vino ende Pedro López de Oro, canónigo de la iglesia, con el corpus cristi en sus manos como cuando van a comulgar, el cual se humilló al dicho Gonzalo Díaz con el corpus cristi que en sus manos tenía que la quisiese perdonar diciendo que pues que nuestro señor perdonó que él quisiese perdonar y el dicho Gonzalo Días no la quiso perdonar y tornó otros vecinos y el dicho Pedro López de Oro a le rogar con el corpus cristi que la perdonase y él no quiso jamás perdonarla de manera que como que le importunaron el dicho Gonzalo Díaz a que se hubo de ir de la plaza diciendo que no la quería perdonar salvo cumplir su voluntad que vía que la podía tomar por fuerza porque él no la quería perdonar y en esto el dicho Pedro López de Oro con el corpus Cristi en las manos le dijo al dicho Gonzalo Díaz “Venid y tomad acá que no vos tomar a vuestra mujer ni vos la quiera tomar que no hay quien vos la tome ni defienda salvo el cuerpo de nuestro redentor e salvador Jesucristo que esta aquí presente que vos viene a rogar que la perdonéis” y en esto ido el dicho Gonzalo Díaz vino el dicho Francisco González, racionero, y quitó la cadena estando la dicha María algo asida con el dicho Pedro López de Oro que tomó el corpus cristi y con el dicho Pedro López de Oro hubo de quitar el dicho Francisco González, racionero, la dicha cadena a que estaba atada a la dicha picota y ella desatada se fue huyendo que la llevaban en peso mucha gente a la iglesia e iba tras ellos Alcaudete, alguacil, con una espada sacada diciendo “Dejad, dejad la dicha mujer que la lleváis por fuerza”, y esto hasta la dicha iglesia el dicho alguacil con la dicha espada sacada e a todo esto fueron presentes los dichos alguaciles e que esta es la verdad de lo que de esto sabe so cargo del juramento que fecho había.- Antón de Valladolid, Rodrigo López, bachiller, y Diego de San Clemente, escribano público.
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Así el dicho Diego de San Clemente, escribano público, sobredicho que fue presente a todo lo que dicho es, en uno con el dicho alcalde, que por su mandado con pedimento la presente probanza y testimonio escribí e hice escribir en nueve fojas de papel de dos… que va mi signo en fin de cada hoja e hice mi signo aquí.- Diego de San Clemente