viernes, 7 de abril de 2023

Poemas dedicados a Juan de Quintana

POEMAS A JUAN DE QUINTANA

 

Dibujo de Pepe Socorro
                

AL ENCUENTRO DEL CONQUISTADOR

 

Releyendo los versos de Machado

me dispongo a bordear el Moncayo

para ir al encuentro de mi ancestro

en la soriana villa de Buberos.

Hará como quinientos cincuenta años

partió de allí uno de sus hidalgos,

el aventurero Juan de Quintana,

con servidores, caballos y armas.

Desde Buberos cruzó ambas mesetas

para encontrar la mar por vez primera

y embarcar con su hueste en regia armada

rumbo a la conquista de Gran Canaria.

No se le atribuyen acciones heroicas

al frente de las castellanas hordas

mas, como botín de guerra, reclama

y gana tierras en Tamaragáldar 

y una consorte de sangre real,

la hija de Maninidra Semidán.

Su nuevo nombre es María González

por más que prefiera Ithaisa llamarse.

Se impone con su forzoso bautismo

la pérdida de lengua y libre destino

no solo de la muchacha aborigen.

Toda Canaria fue presa del crimen.

 

 

RECAPITULACIÓN

 

Quien estos versos escribe es el nieto

en décimo sexta generación

de aquel que paras las presas fue cuervo

y para las lides, incierto león.

 

Y  llevando por mis venas su sangre

que fluye con savia guanche mezclada

reconozco que fue el mestizaje

lo que mantuvo con vida a mi raza.

 

Capitán don Juan de Quintana Soria:

que tu memoria sea denostada

como presunto adalid de las hordas 

que conquistaron las Islas Canarias.

 


LA CUNA DEL CONQUISTADOR

 

Emplazada en un repecho

sobre el llano numantino

fue la Villa de Buberos

el comienzo del periplo

de un hidalgo malnacido

por ser cuarto y no el primero.

 

Es hoy un triste paraje,

tan desolado y amargo,

que por sus enlosadas calles,

sumidas en el letargo,

la Muerte pasa de largo

más asustada que nadie.

 

Gentes venidas a menos

lo habitan sin dignidad

pues consienten el saqueo,

con total impunidad,

del pasado medieval

de la historia de ese pueblo.

 

Solo queda en pie una Iglesia,

al Bautista consagrada.

Su románica silueta

y una hermosa cruz de plata

son las únicas estampas

de otros tiempos de grandeza.

 

Y aquella antigua casona 

que fuera mansión ilustre

hoy es campo de amapolas

pues dinteles y techumbres

hace tiempo que se hunden

al embate de la Historia.

 

Del expolio cometido

se preserva en Almenar,

en su grandioso castillo,

los blasones del portal

de una mansión señorial

cuyos techos han cedido.

 

No es este el escudo señero

que hemos venido a buscar,

el del ya mentado ancestro

que partió de este lugar

quinientos años atrás

en busca de un mundo nuevo.

 

Una emotiva inscripción

del fracaso nos consuela

pues reza que allí nació

de Machado la que fuera

breve esposa y musa eterna,

su querida Leonor.

 

 


EL HONOR DE LOS QUINTANA

 

Después de mucho indagar en la trama

vital de nuestro abuelo castellano

resulta que es uno de sus hermanos

el merecedor de honores y fama.

Pidiendo en reparto unas fanegadas

aduce su hijo ante el escribano:

“Mi tío cayó en lid contra canarios

cuando un susmago quebró su coraza”.

Se debe pues la prez de los Quintana

a este familiar suyo cercano,

víctima como él del cruel mayorazgo

que lo condena a salir de su patria

con destino a la isla de Gran Canaria

marchando a su vera su imberbe hermano

como fiel escudero, también a caballo,

para cuidar de sus anchas espaldas.

Será pues, Juan de Quintana

un joven doblemente afortunado 

al recibir como herencia el legado

correspondiente a fraternas hazañas

y al enlazar con una noble dama

de regio abolengo aborigen canario,

sobrina del renegado Fernando,

el guadarteme converso de Gáldar.

Pobre muchacho, venido de España, 

que mucho medraste sin meritarlo:

tus hijos habidos no son sorianos

que son de mestiza sangre canaria,

fecunda estirpe de Tamaragáldar

que enraíza pronto en norteños pagos

para después propagarse a lo largo

de la redonda isla de Gran Canaria.

  



ESCUDO DE SORIA 

 

Los Picos de Urbión, corona nevada,                                    

la coraza pectoral, el Moncayo.                    

y de Castilla eres, loa Machado,                                

el corazón de roble y la muralla

que impone sobre el Ebro su mirada.

Y en el interior de la muralla, un llano,                                

de colinas plateadas circundado,                                           

fue un sangriento escenario de batalla                                   

en torno a ti: ¡Torre del Homenaje!                           

alzada sobre la corva  ballesta                                 

que presenta en tu honor el río Duero.          

¡Leal ciudad de los doce linajes,

cabeza de puente en tierras extremas,

de antigua estirpe de celtas e iberos!

 

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