jueves, 23 de septiembre de 2021

Prólogo de Juan Gómez-Pamo Guerra del Río

Una nueva ventana a la genealogía canaria

 


Las Islas Canarias cuentan con una gran tradición en los estudios genealógicos. Es muy significativo el hecho de que algunas de las grandes figuras que a nivel nacional han cultivado estas materias, y que gozan de reconocimiento mundial entre los especialistas en esos temas, han tenido una estrecha vinculación con las islas.

 

El Provincial de la Santa Hermandad Gonzalo Argote de Molina (1548-1596), fallecido en Las Palmas y sepultado en su catedral, es el celebrado autor de Nobleza del Andalucía, uno de los más completos y documentados tratados heráldicos y genealógicos de su época, en el que incluyó algunas referencias a familias canarias. Francisco Fernández de Béthencourt (1850-1916), nacido en Arrecife de Lanzarote, miembro de la Real Academia Española y de la de la Historia, es el responsable de Nobiliario y blasón de Canarias: diccionario histórico biográfico, genealógico y heráldico de la provincia, publicado en siete tomos en Santa Cruz de Tenerife y Madrid, entre 1878 y 1886. Esta obra, convertida en un referente clásico en su género, era cada vez más difícil de encontrar, a medida que pasaban los años, incluso en librerías de viejo. A mediados del siglo XX el profesor universitario y editor Juan Régulo Pérez reunió una junta de especialistas para preparar una nueva edición, ampliada y puesta al día, se tituló Nobiliario de Canarias y se publicó en La Laguna en cuatro gruesos tomos entre 1952 y 1967. Argote y Béthencourt representan dos cimas en la investigación genealógica europea.

 

Hay que mencionar que en la Edad Moderna el cultivo de la genealogía tenía mucho que ver con el interés de las familias de la elite social por acreditar su pertenencia a la nobleza o por reunir todos los méritos necesarios para que esta les fuera reconocida. También tenía su utilidad con objeto de atestiguar parentescos que permitieran reclamaciones de herencias, especialmente de mayorazgos y capellanías en los que el fundador hubiera señalado distintos llamamientos en cuanto a su sucesión. La genealogía tenía un carácter fuertemente utilitario. Por este motivo se guardaban celosamente ejecutorias, informaciones, traslados, certificaciones, etc., en los archivos familiares.

 

La obra que el lanzaroteño dedicó a la nobleza de Canarias, Nobiliario y blasón de Canarias, constituyó, con sus limitaciones, un estudio modélico, sin parangón en otros ámbitos del mundo hispánico, en su intento de reflejar el desarrollo de las familias estudiadas desde sus orígenes conocidos hasta la época del autor. Alguna de ellas las puso al día en las sucesivas ediciones de sus Anales de la Nobleza de España (1880-1890) y Anuario de la Nobleza de España (1908-1917). Parecía sentar las bases para la edición de unas publicaciones similares a los celebrados repertorios británicos Debrett’s o Burke’s Peerage. El campo correspondiente al estudio de las familias canarias que formaban parte del estado noble en el Antiguo Régimen quedaba dignamente cubierto. 

 

En las décadas de los setenta y ochenta del siglo XX el joven investigador Miguel Rodríguez Díaz de Quintana, que había estudiado paleografía con el gran Agustín Millares Carlo, rastreó todos los archivos públicos, eclesiásticos y privados de Gran Canaria y recopiló una gran cantidad de información genealógica. Recibió numerosos encargos de particulares interesados en conocer su historia familiar. El resultado, reflejado en una serie de tomos mecanografiados que el autor fotocopiaba con el fin de proporcionar ejemplares para ser consultados en las bibliotecas públicas de Las Palmas, constituyó la más valiosa y documentada aportación al estudio de la genealogía grancanaria desde el ya mítico Nobiliariode Fernández de Béthencourt.

 

Al tratarse de estudios sin otra finalidad que el conocimiento más exacto posible del desarrollo de las generaciones, sin ninguna pretensión de índole nobiliaria o legal, consiguieron lo que podríamos calificar de una democratización genealógica. Los estudios no se ceñían a la nobleza ni siquiera a las familias ilustres, Rodríguez Díaz de Quintana reunía todos los datos posibles de una familia, sin discriminar ramas más o menos brillantes o acaudaladas. Numerosas personas interesadas en conocer sus orígenes han encontrado en los diversos estudios del autor alguna referencia familiar que les permitía remontar su genealogía varias generaciones.

 

En el último cuarto del siglo XX se fundaron el Instituto Canario de Estudios Históricos Rey Fernando Guanarteme y el Centro de Estudios Genealógicos de Canarias Marqués de Acialcázar, este último no ha contado con una excesiva proyección pública, pero ha conseguido, a lo largo de los años, reunir un abundante conjunto de referencias y fichas genealógicas, así como una interesante biblioteca especializada.

 

El Instituto Canario de Estudios Históricos Rey Fernando Guanarteme publicó, entre 1986 y 1989, seis volúmenes de su revista. En ellos figuraban estudios genealógicos relacionados, en su mayor parte, con la antigua realeza insular. A lo largo de varios capítulos Miguel Rodríguez desarrollo la descendencia del último Rey de Gáldar, tanto las ramas ya conocidas como otras que habían permanecido inéditas. En su estudio no se limitaba a las líneas principales, sino que pretendía documentarlas todas y prolongarlas, en muchos casos, hasta el siglo XVIII. Numerosos aficionados a la genealogía descubrieron así su descendencia de Don Fernando y pudieron constatar el hecho de que la mayor parte de los canarios tenemos unos vínculos de parentesco más o menos cercanos. 

 

En el siglo actual las nuevas tecnologías han permitido el rápido acceso a archivos y documentos que hasta fechas recientes eran asequibles para muy pocos y presentaban ciertas dificultades para su consulta. Nos han proporcionado la esperanza de poder reunir, en poco tiempo, toda la información genealógica disponible y completar, en gran medida en algunos casos, las lagunas de los archivos locales.

 

En Arona, Tenerife, se han celebrado con notable éxito unas Jornadas de Genealogía, la quinta en 2014. Asimismo, en 2012 se había fundado en esa isla La Sociedad de Estudios Genealógicos y Heráldicos de Canarias SEGEHEC. Algunos investigadores que acudieron desde Gran Canaria a esas convocatorias consideraron la posibilidad de organizar un encuentro similar en su isla. En un primer momento la propuesta pudo parecer inmadura o utópica, sin embargo, la brillante gestión de sus promotores unida al interés de la propia materia consiguieron que el I Encuentro de Genealogía Gran Canaria, celebrado en la sede de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de esta isla en noviembre de 2014, concitara un gran interés. Las aportaciones de los participantes iban desde la genealogía tradicional hasta acercamientos desde otras disciplinas y, lo más significativo, se presentaron nuevas propuestas metodológicas que evidenciaban que la genealogía tiene por delante un largo recorrido por desarrollar, no se trata de una mera ciencia auxiliar que da sus últimos coletazos. La propuesta de Faneque Hernández en ese encuentro puso de manifiesto la incuestionable vigencia de esta disciplina, mostró la posibilidad de utilizar avances científicos como los estudios sobre el ADN para ofrecer una visión mucho más completa y sugerente de la realidad social de una comunidad.

 

El interés por la genealogía en nuestras islas no ha decaído en el siglo XXI, aunque habíamos llegado a pensar que su misión se limitaba a una mera continuación del trabajo de los investigadores citados y a completar y poner al día los repertorios existentes. Recientemente hemos podido comprobar con alegría que se abren nuevos horizontes a nuestras disciplinas. Este libro que tienen en sus manos es un claro y definitivo ejemplo.

 

Una ascendencia canaria de cinco siglos es fruto de un trabajo compartido entre Faneque Hernández Bautista y Juan Ramón García Torres. El primero ha concebido la tarea con el ímpetu y la decisión, sin concesión al desaliento, con los que ha enfrentado sus estudios genealógicos y que le han convertido en poco tiempo en un especialista consumado. Juan Ramón García Torres ha aportado la documentación, producto de sus pesquisas y del dominio de las fuentes, que ha facilitado el desarrollo de un proyecto tan ambicioso. La propuesta de los autores se materializa en este grueso volumen estructurado en tres bloques bien diferenciados y que comparten esa mirada enriquecedora al pasado familiar. 

 

Una primera parte incorpora la ponencia presentada en la Real Sociedad Económica, en el marco del citado encuentro genealógico, sobre ADN e historia familiar. La segunda parte, que da título a todo el volumen, Una ascendencia canaria de cinco siglos, cuenta con veintidós capítulos referidos a otras tantas parejas originarias, vivas a comienzos del siglo XVI, y su descendencia hasta llegar a los hijos de Faneque. Constituyen una selección actualizada de los artículos publicados en el blog Genealogías Canarias. De esas parejas desciende también una gran parte de la actual población insular, son los abuelos comunes de muchos grancanarios. Los autores no se limitan a aportarnos el resultado de sus laboriosas indagaciones, sino que nos ofrecen también el camino que les ha llevado a reconstruir el árbol familiar y las hipótesis más plausibles para recomponer las lagunas que se presentan en algunos casos. El relato se convierte en un manual de investigación genealógica donde se percibe el latir de la vida de nuestros antecesores. Por último, se incorpora la conferencia pronunciada en 2014 en Gáldar, con motivo del acto académico anual del Instituto Canario de Estudios Históricos Rey Fernando Guanarteme, titulada precisamente Los viajes de Tenesor a la corte de los Reyes Católicos. Constituye un valiente acercamiento a un tema proceloso, la biografía de don Fernando Guanarteme o Guadarteme, cuya sangre corre también por las venas de muchos canarios actuales.

 

Los autores han conseguido que su búsqueda de datos familiares se convierta en un viaje en el que el lector les acompaña. No solo nos proporcionan los resultados de sus pesquisas, sino que, de una manera muy sugestiva, nos implican en sus descubrimientos, hipótesis de trabajo y acertadas conclusiones. La condición de poeta y persona culta y sensible de Faneque le lleva a incorporar al texto, con total naturalidad, alguno de sus romances y también apreciaciones poco corrientes en los estudios genealógicos tradicionales y que enriquecen sobremanera la lectura y la comprensión de las situaciones que describe.

 

Este libro de Faneque Hernández Bautista y Juan Ramón García Torres, Una ascendencia canaria de cinco siglos, constituye una emocionante búsqueda, al modo de un viaje iniciático, que asciende en el árbol y se remonta hacia atrás en el tiempo, desde unos jóvenes canarios de este siglo hasta sus más remotos antepasados conocidos. Por otro lado, se erige en un acercamiento novedoso, que tiene mucho de revolucionario, a una disciplina que se muestra ante los que no la conocen con la apariencia de una materia estática y anquilosada. Tal como nos sugiere la cubierta de Alberto Lacave, que representa un portillo entornado que nos permite ver el tronco y las ramas de un viejo árbol, este trabajo abre una ventana y ofrece una perspectiva nueva en los estudios genealógicos canarios.

 

Juan Gómez-Pamo Guerra del Río

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