martes, 17 de noviembre de 2020

LA POBLACIÓN DE TELDE EN EL SIGLO XVI

 







Por: Jesús Emiliano Rodríguez Calleja.

Doctor en Historia Moderna y Demografía Histórica (ULPGC).    


Nacimiento y consolidación demográfica de la ciudad.


Telde entra en la historia en fechas muy anteriores al proceso de conquista de la isla de Gran Canaria. El interés por las islas Canarias toma nuevo impulso en el siglo XIV con las expediciones genovesas y las pretensiones mallorquinas de asentarse en las islas, por lo que la Santa Sede se plantea la acción misionera y por tal motivo el Papa Clemente VI por la bula Celestis rex regum nombra primer obispo de las Islas Afortunadas a Fray Bernardo Font, que ejerce como tal entre1351 y 1354, aunque no será hasta 1361 cuando el Papa Inocencio VI nombra obispo a Fray Bartolomé, del que hay opiniones diversas sobre su presencia en Telde. El nombramiento de obispos significa la confirmación de Telde como Sede Episcopal y de esta manera adquiere su condición de ciudad pontificia.


Junto con Gáldar, Telde fue un núcleo importante de asentamiento aborigen y tuvo una participación destacada en el desenlace final de la conquista de Gran Canaria. Terminada ésta se dio paso a los repartimientos de aguas y tierras, lo que despertó la codicia de los primeros conquistadores y, para disponer de mayor terreno a repartir, el conquistador Pedro de Vera desplaza a cuantos aborígenes puede, para así disponer de un mayor reparto entre los nuevos pobladores.


La ciudad de Telde, pronto se convirtió en un lugar importante de población tras los primeros repartimientos, y tomando como base los primitivos núcleos de asentamiento aborigen, se irá configurando su trama urbana, con una importante actividad agrícola y comercial, que girará en torno al cultivo y transformación de la caña de azúcar, cuyos beneficios atraen a personas de diferente procedencia, como queda reflejado en los registros bautismales, a partir de 1503, en donde hay constantes alusiones a: “canarios”, portugueses, esclavos, moriscos, flamencos, genoveses, sevillanos y otros, que por el conocimiento de los primeros apellidos recogidos en los registros, se puede deducir la procedencia de algunos de los que inicialmente se asentaron en Telde, como serían los casos de: Alcalá, de Braga, de Burgos, de Burguillos, de Aranda, de Medina, de Tabares, de Niebla, de Zurita, de Zafra, de Oviedo, de Villanueva, de Perales, de Lambarri, de Talavera, de Baena, de Bracamonte, de Salas, de Mayorga, de Moguer, Xerez, u otros como Valenciano, Navarro, Cáceres, Villalón, Madera, Montañés, Inglés, Bristol y Alemán.


La consolidación de la ciudad que se estaba formando, se observa en el reflejo de los oficios que quedaron plasmados en las primeras actas bautismales y así aparecen las diferentes actividades relacionadas con la explotación de la caña de azúcar, pero también otras que dan vida a una ciudad que se transforma hacia la modernidad como son los casos de: carpinteros, herreros, barberos, caldereros, sastres, aserradores, labradores, hortelanos, tenderos, pescadores, toneleros, canteros, vendederas, parteras, camelleros, parraleros, albañiles, cirujanos, espaderos, boyeros, ovejeros, molineros, cerrajeros, escribanos, clérigos, etc. 


Un hecho de capital importancia, fue la creación de la parroquia de San Juan Bautista, ya independiente del Sagrario-Catedral, en 1486, que dará unidad administrativa al territorio y su jurisdicción eclesiástica se extendía por los actuales términos municipales de Telde y Valsequillo, de manera inalterable hasta 1800 en que se creó la parroquia de San Miguel Arcángel, en Valsequillo. A la creación parroquial siguió la de diferentes ermitas, como la hoy desaparecida de San Sebastián y la de Nuestra Señora de la Antigua, que luego pasó a convento franciscano, y la erección del hospital de San Pedro Mártir.


La importancia económica y poblacional de Telde, que llegó a disponer de hasta tres ingenios azucareros, durante el S. XVI, hizo que viajeros distinguidos se fijasen en esta ciudad y en 1583 el inglés Thomas Nichols ya alabó su hermosura y sus vinos; en 1590 el portugués Gaspar Frutuoso destaca la laboriosidad de sus gentes y lo bien cuidado que estaban sus campos, con cañas (azúcares), viñas y algodones. Leonardo Torriani, ingeniero de Felipe II, mostró una muy buena impresión de la ciudad pero además levantó un plano de la misma, fechado en 1594, en el que ya se aprecia una configuración urbana bien formada, en torno a la cual se ha ido desarrollando y expandiendo la ciudad hasta llegar al Telde actual.


Datos sobre la población de Telde no nos llegan hasta las décadas finales del S. XVI y son aproximados, puesto que se expresan en cifras redondeadas y en la mayoría de los casos hacen referencia a vecinos, por lo que para transformarlos en habitantes es necesario aplicar un coeficiente multiplicador, que para el S. XVI se ha considerado como el más adecuado el situado entre 5,5 y 6, inclinándonos nosotros por el 6 como número a multiplicar por los vecinos. En 1581 una anotación parroquial deja constancia de haber 2.000 almas en la feligresía de Telde, lo que equivaldría a 333 vecinos, cifra que queda rebajada a 300 vecinos por un informe, de entre 1584-1589, elaborado por el tío del licenciado Valcárcel. Idéntica cantidad se refleja para 1585 en el Vecindario de Tomás López y por el ingeniero Torriani, en 1590, aunque los datos del portugués Gaspar Frutuoso son discrepantes con los anteriores y eleva la población de Telde hasta 500 vecinos en el año de 1590.


Hacia finales del S. XVI parece que hay un descenso poblacional, pues un informe episcopal de 1599 rebaja la población de Telde hasta 200 vecinos, volviendo a incrementarse, hasta 284 en 1601, según una anotación parroquial, y ya en 1600 volver a alcanzar, de nuevo, los 300 vecinos según se recoge en un informe inquisitorial. Con estos datos se puede afirmar que la población de Telde, a finales del S. XVI e inicios del S. XVII quedó estancada en torno a 300 vecinos y los momentos más críticos se situarían en el paso de un siglo a otro como consecuencia de crisis de subsistencia, por falta de trigo; por el ataque holandés a la isla; por una transformación agrícola que afecta a la rentabilidad del cultivo de la caña de azúcar y por la agudización de la emigración hacia América.




Evolución de la natalidad en Telde durante del S. XVI.


Los registros bautismales constituyen la mejor fuente para el estudio de la natalidad en el periodo de la Demografía Histórica, pero presentan la dificultad de ser inexactos, puesto que reflejan a los niños que han recibido el sacramento del bautismo, y que, por consiguiente, no coinciden con el número de nacidos, pero se aproximan y se considera que el desfase entre nacimientos y bautizados puede rondar el 5 %. Otro problema está en que la fecha del bautismo es posterior a la del nacimiento, por lo que el estudio de la natalidad con estos registros, arrastrará estos dos inconvenientes. Aún así al trabajar con estos datos se logra una estimación muy aproximada a la natalidad.


Los registros bautismales comenzaron a recogerse en la parroquia teldense de San Juan Bautista a partir de 1503, y se suceden, de manera ininterrumpida, con algunas lagunas, a lo largo de todo el Siglo XVI, por lo que nos permiten un conocimiento de la evolución de la natalidad anualmente, con ascensos y descensos que vendrán a reflejar momentos de crisis, epidemias, pestilencias y hambrunas, pero también de bonanza y de desarrollo económico. Durante todo el siglo XVI quedaron reflejados en los libros bautismales de la parroquia de San Juan Bautista de Telde, un total de 3.923 bautismos, que son los que se conservan, pero faltan algunas decenas debido al deterioro de las fuentes y a la posterior transcripción de los registros originales.


La evolución de la natalidad en Telde, atendiendo al número de bautismos registrados presenta varias etapas:

1.-  De 1503 a 1522.

     Podemos considerarla como la etapa de inicio poblacional, con grandes altibajos, incluso tendente a la disminución de la natalidad, ya que la década de 1511 a 1520 significó un descenso próximo al 20% con respecto a la década anterior. Sin duda reflejan momentos de crisis, como fueron la pestilencia de 1513 y la falta de trigo entre 1515 y 1517.


2.- De 1523 a 1541.

     Es la etapa de consolidación de la población teldense. De 1521 a 1530 hay un aumento considerable de la natalidad, que supuso el 151% con respecto a la década anterior, pese a que hubo momentos de crisis en los años de 1524 y 1527. La década de 1531 a 1540, no mantuvo el crecimiento constante observado en la anterior y los bautismos descendieron en un 10 %. Esta década mostró momentos de crisis en 1531, que fue año de pestilencia; 1535, año de miseria y 1533 y 1538, años de falta de trigo.


3.- De 1542 a 1570.

     Etapa de aumento constante de la población, aunque de manera desigual. La década de 1541 a 1550 fue de un gran crecimiento, que alcanzó el 142 %; la década siguiente fue de un crecimiento poco significativo, del 6%, pero en la siguiente década, la natalidad se volvió a relanzar con un incremento cercano al 25%. Esta etapa sólo contó con dos momentos críticos, debido a la falta de trigo en los años de 1547 y 1560.


4.- De 1571 a 1600.

     Fue una etapa de estancamiento. La población apenas creció y fue debido a varios aspectos, entre ellos, la carencia de trigo en repetidas ocasiones, contabilizándose hasta en seis años (1572, 1578, 1580, 1581,1592, y 1597), y a que se produjo una importante salida de población, en edad reproductora, hacia América. La década de 1571 a 1580 ofrece un aumento del 5%; la década siguiente muestra un porcentaje negativo de casi un 2 %, y la última década del siglo XVI vuelve a mostrar una pequeña recuperación, con un incremento del 2 %.


Si nos guiamos por la evolución de los bautismos registrados en Telde a lo largo del S. XVI, nos encontramos con años de depresión que en la mayoría de los casos son coincidentes con momentos de crisis. Por el contrario, aquellos años de aumento significativo en el número de bautismos, han de interpretarse como momentos de bonanza, o debido a la afluencia de familias atraídas por la demanda de actividad laboral, como consecuencia de buenas cosechas, o por desplazamientos poblacionales desde lugares que están en crisis y buscan en Telde una mejora para sus condiciones de vida.




 

La Natalidad: peligrosidad y tasas.


Según el tipo de bautismo impuesto, podemos averiguar si hubo peligrosidad en el parto. Ha de tenerse en cuenta que los alumbramientos en el siglo XVI se realizaban, en la gran mayoría de los casos, en unas condiciones higiénico-sanitarias muy precarias, contando tan sólo con la ayuda de las parteras, y no siempre, lo que provocaba cierta mortalidad tanto por parto, como por post-parto, así como en los recién nacidos.


Cuando los recién nacidos presentaban síntomas de difícil supervivencia, se procedía a un bautismo de urgencia, generalmente por las propias parteras, o por algún familiar directo que se encontrase presente, por lo que los niños así auxiliados espiritualmente, al acudir a la iglesia eran bautizados “Subconditione” si el cura dudaba de la fórmula empleada por la partera, o tan sólo recibían bendiciones, en el caso de entender que quienes habían realizado el bautismo de urgencia lo habían hecho correctamente. Estas indicaciones de los párrocos son las que nos ponen de manifiesto la peligrosidad en los alumbramientos.


Los beneficiados de Telde comenzaron a reflejar este hecho tardíamente, y así los primeros datos al respecto no los obtendremos hasta 1568, pero no será hasta 1577 cuando se generalicen, por lo que un análisis riguroso sólo podremos hacerlo para el período de 1577 a 1600, en donde, según las anotaciones y de acuerdo con los bautismos realizados por las parteras, u otras personas en el momento del nacimiento, los partos que presentaron problemas y requirieron bautismos de urgencia fueron el 9,70 %.


Realizando un análisis detallado, se observa que en determinados años la peligrosidad en los alumbramientos fue muy elevada, ya que en 1598 y 1591 superaron el 30 % (31,42 % y 30,15 %, respectivamente); el 20 % lo alcanzaron o superaron 1592 (24,24 %) y 1588 (20 %); con porcentajes también elevados se presentan los años de 1599 (18,66 %); 1593 (17,30 %), 1590 (14,55 %) y 1598 (14,54 %).


Indudablemente, la peligrosidad en los partos protagonizados por las mujeres teldenses, durante el siglo XVI, fue mayor que el que obtenemos a través de los registros bautismales, puesto que éstos sólo reflejan a los niños que sobrevivieron, al menos el tiempo suficiente para que sus padres les acercasen hasta la parroquia para revalidar el bautismo de urgencia y recibir las bendiciones. La falta de registros de defunción durante este siglo nos impide conocer a las madres fallecidas por parto, así como de los propios niños que fueron bautizados con urgencia, fallecidos durante o al poco tiempo del alumbramiento.


Los bautismos de urgencia, a su vez, revelan el dato de una intervención cada vez más constante de las parteras en la administración de este sacramento en el momento del nacimiento. Costumbre ésta que debió hacerse tan frecuente, como para no pasar desapercibida por el obispo Cámara y Murga, hasta el punto que en sus Constituciones Sinodales de 1629 reservó un apartado para corregir esta práctica, por entender que las parteras no conocían correctamente la fórmula bautismal, y las obligó a someterse a un examen ante párrocos y visitadores episcopales, ordenando que en caso de no saber la fórmula de administrar el bautismo, se les privase en el de su oficio de parteras.


Las tasas de natalidad y crecimiento no pueden establecerse en Telde, hasta finales del siglo XVI, cuando se conocen datos concretos de su población. En 1590 la tasa de natalidad ha de situarse en torno al 34,55 por mil, que asciende hasta un 39 por mil en el tránsito del siglo XVI al XVII. Sobre las tasas de crecimiento tenemos que la población de Telde, en la segunda mitad del siglo XVI, creció a un ritmo anual de 1,18 %, superior al que conocemos, para períodos similares en otras localidades como en Las Palmas de Gran Canaria (0,91 %); en Gáldar (0,88 %) y en Santa María de Guía (0,85 %).


La tasa de masculinidad determina la relación que hay entre los nacimientos masculinos y femeninos y que se puede averiguar examinando los nombres impuestos a los bautizados. La relación media-tipo del índice de masculinidad, a nivel general (Sex-Ratio), está establecida en 105 a favor de los niños, lo que significa que por cada 105 niños nacen 100 niñas.


A lo largo de todo el siglo XVI la relación de masculinidad en Telde, fue positiva, pero por debajo de la media establecida de 105, puesto que en Telde representa el 101,28, lo que significa que el 50,32 % de los bautismos reflejan niños y el 49,68 niñas. En un estudio más pormenorizado hemos observado que, durante la primera mitad del siglo XVI, nacieron en Telde más niñas que niños y así el índice de masculinidad, entre 1503 y 1525 fue de 98,07 y de 1526 a 1550 de de 87,37; en la segunda mitad del siglo el nacimiento de niños superó a las niñas y entre 1551 y 1575 supuso el 110,06, para descender hasta 101,43 en el último cuarto de siglo.


Los nacimientos múltiples (gemelos y mellizos) son fácilmente detectables en las anotaciones parroquiales, pero ha de ampliarse la búsqueda realizando reconstrucciones familiares. Pese a todo se cuenta con el inconveniente de que estos partos múltiples tuvieron una peligrosidad añadida y en determinadas ocasiones, sin duda, pudo producirse el fallecimiento de uno de ellos, o de ambos hermanos, lo que nos impediría conocer con exactitud todos estos nacimientos múltiples. Según los datos analizados, hemos encontrado en los registros bautismales 40 nacimientos dobles, que representan el 1,02 % del total. De las tres combinaciones posibles, sobresale la de niña-niña con 16 casos y le siguen, en igualdad de repeticiones, con 12 cada una, las asociaciones de niño-niño y de niña-niño.

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Distribución estacional de concepciones y nacimientos.

Las actas bautismales expresan con claridad la fecha del bautismo que, aunque con unos días de retraso, la asociamos a la fecha del nacimiento. De acuerdo con las fechas bautismales, es fácilmente deducible la fecha de concepción al restar nueve meses, y por tanto los registros bautismales nos indican fechas muy aproximadas, tanto de los nacimientos, como de las concepciones a lo largo de los años, y del estudio de las mismas se obtienen datos para conocer la distribución de ambos aspectos, con separación mensual y estacional, pero teniendo en cuenta que hay factores que influyen en esta distribución, entre ellos:


Factor económico.

La actividad principal de la población teldense durante el S. XVI era la agricultura, determinada por unos ciclos repetitivos en función de cosechas, recolecciones, vendimias y sementeras, que coincidían con los meses del inicio del verano y del otoño. Si tenemos en cuenta este factor, son precisamente los meses de verano los que ofrecen un menor porcentaje de nacimientos, lo que puede revelarnos una cierta planificación en las concepciones para evitar alumbramientos en el momento que se requiería una importante cantidad de mano de obra y en donde la mujer tenía una aportación destacada. También estos meses ofrecen bajos niveles en cuanto a concepciones, que puede entenderse por la dureza del trabajo físico que se requiere en estos momentos de mayor actividad, lo que genera un cansancio y descenso del apetito sexual, que se contrapone con las épocas de descanso, que propician una mayor presencia en los hogares, con una vida familiar más estrecha que, sin duda, influiría en un mayor acercamiento íntimo.


Factor religioso.

La importancia de la influencia religiosa en la vida familiar fue determinante y así, la Iglesia imponía limitaciones en el uso de la vida matrimonial en Cuaresma, que según la movilidad del calendario eclesiástico coincide con los meses de febrero y marzo. Febrero presenta un porcentaje alto de concepciones, que se manifiesta por ser un tiempo previo a la prohibición y que coincide con la época festiva de los carnavales. Marzo, no obstante, ofrece un porcentaje bajo. El otro momento de prohibición eclesiástica se sitúa en Adviento, que corresponde a noviembre-diciembre y que presenta bajos niveles de concepciones, que pueden estar motivados por las imposiciones eclesiásticas, pero también por una determinada planificación de la natalidad, ya que las concepciones de estos meses producen los alumbramientos en agosto y septiembre.

Ha de tenerse en cuenta que un determinado número de nacimientos, durante un año, está relacionado con las matrimonios que se celebraron con anterioridad y en qué meses se produjeron estas uniones, puesto que la Iglesia también puso limitaciones para contraer nupcias en tiempo Cuaresmal y de Adviento y esto afectará, cuando menos, al nacimiento del primer hijo de cada matrimonio.


Factor cultural.

Las uniones y relaciones íntimas estaban fuertemente condicionadas por las normas de la Iglesia y el acto sexual debía tener la única y exclusiva finalidad de la reproducción, por lo que nos hace pensar que los métodos anticonceptivos y abortivos, aunque no desconocidos, no se prodigasen como consecuencia de una mentalidad muy influenciada por las normas y moral cristiana. Aspectos como el retraso en la edad de casamiento; el celibato y las altas tasas de mortalidad infantil, contribuían a la disminución del número de hijos por familia, pero al contrario de ellos también lo hacían la prostitución, la elevada procreación de ilegítimos y el abandono de niños.


Otros factores.

Entre ellos estarían el clima y el ambiente festivo. En cuanto al clima, no hay grandes diferencias entre estaciones y por tanto su influencia no sería mucha, aunque en primavera se nota una euforia vital, que unida a la poca actividad agrícola, da como resultado que los meses de esta estación, junto con febrero, presenten los mayores porcentajes de concepciones, que tienen su correspondencia en los nacimientos de noviembre y resto de meses invernales. El carácter festivo tiene su mayor significación en febrero, con los carnavales; en junio con la celebración del solsticio y las fiestas patronales de San Juan Bautista, y el mes de agosto con sus romerías y diversas celebraciones festivas. No es de extrañar que estos meses ofrezcan los porcentajes más elevados de concepciones.


En cuanto a los porcentajes de concepciones, los meses de mayo, junio y abril presentan un porcentaje destacado, entre el 10,15 % y el 9,84%. Febrero, agosto, enero y julio, muestran un comportamiento alto, entre el 9,10 % y el 8,77%. Septiembre y marzo presentan un porcentaje moderado de 7,62 % y 7,26 %. Los meses de comportamiento bajo son diciembre, noviembre y octubre, que no alcanzan el 7 %. Estacionalmente, fue en primavera cuando se dio el mayor número de concepciones, próximas al 30 %; en verano y en invierno rebasan ligeramente el 25 %; el otoño presenta los porcentajes más bajos, no superando nunca, a lo largo de todo el siglo XVI, el 20 %.


En cuanto a nacimientos, la máxima natalidad se produjo en los meses de febrero, marzo y enero, que corresponden con las concepciones de mayo, junio y abril. Es destacable el alto número de nacidos en febrero y pese a ser el mes más corto ocupa el primer lugar. Los meses de noviembre, mayo, octubre y abril, tienen porcentajes altos, mientras que los de junio y diciembre son moderados. Con un porcentaje bajo, inferior al 7 % se sitúan septiembre, agosto y julio, que corresponden con las concepciones de diciembre, noviembre y octubre. Estacionalmente es en invierno cuando se da el mayor número de nacimientos, coincidiendo por tanto con una etapa de quietud a nivel de actividades agrícolas, pero también como consecuencia de las concepciones primaverales; siguen la primavera y el otoño, siendo el verano la estación con menor número de nacimientos, lo que parece indicarnos que pudo haber cierta planificación de las concepciones otoñales para procurar no tener impedimentos en el trabajo durante el verano, por aspectos relacionados con el parto, su recuperación y lactancia en los momentos de mayor actividad laboral.



La ilegitimidad.


El fenómeno de la ilegitimidad es conocido en Canarias desde la finalización de la conquista de las islas, sin duda propiciado por la presión de los conquistadores, exclusivamente hombres, sobre la población aborigen. La Iglesia no fue ajena a esta circunstancia y así en el Sínodo de 1497, del obispo D. Diego de Muros, ya se mandó especificar si los bautizados procedían, o no, de matrimonios legítimamente establecidos, por tal motivo los niños ilegítimos quedan perfectamente diferenciados en los registros bautismales. A partir de este momento se levanta una barrera difícilmente de superar, y el rechazo social hacia estas personas comienza a fraguarse desde el momento de su nacimiento, e incluso antes, al conocerse el embarazo ilegítimo de sus madres.


El porcentaje de ilegitimidad en Telde para todo el siglo XVI fue del 4,21 %, pero no constante a lo largo del siglo, con un importante aumento durante el último cuarto del mismo. Durante la primera mitad del siglo, la ilegitimidad no fue muy destacada y entre 1503 y 1525 representó el 2,59 % del total de los bautismos, para descender hasta el 1,54 % entre 1526 y 1550, descenso que puede ser debido a una normalización de las familias tras las primeras décadas después de la conquista, con la llegada de mujeres o matrimonios consolidados, sustituyéndose la figura del conquistador por la del colonizador. A partir de mediados del siglo XVI la ilegitimidad va en aumento, y entre 1551 y 1575 alcanza el 3,32 %, para ascender durante el último cuarto de siglo hasta el 6,54 %. Como dato comparativo indicamos que entre 1498 y 1528 el porcentaje de ilegitimidad en Las Palmas de Gran Canaria se situó en torno al 4 %. En algunos años los porcentajes de ilegitimidad en Telde fueron muy elevados, entre el 8 y el 11%. Destaca la secuencia continuada de ilegítimos entre 1582 y 1586.


Si analizamos el sexo de los ilegítimos, observamos que hay un predominio de las niñas (52,12 %), sobre los niños (47,87 %). Ya conocemos que la relación de masculinidad, en todos los nacimientos a lo largo del siglo, fue favorable a los niños, mientras que ahora se invierte y aparecen más niñas ilegítimas, lo que puede inducirnos a pensar que hubo cierta predisposición a no aceptar a determinadas niñas fruto de relaciones ilícitas.


La concepción de ilegítimos, en cuanto a su estacionalidad, ofrece diferencias destacadas con respecto a la generalidad y los mayores índices de concepción de ilegítimos los obtenemos durante meses festivos o primaverales y así destacan agosto, con un 15,76%; enero y abril, con 11,52 %, y mayo con 10,29 %. La primavera recoge el 31,51 % de las concepciones de ilegítimos; el verano el 27,27 %, el invierno el 26,07 % y el otoño ofrece un porcentaje muy reducido con el 15,15 %.


De acuerdo con las anotaciones que reflejaron los párrocos es fácil establecer una tipología de los ilegítimos, siguiendo su filiación o falta de ella, si es total o parcialmente. De esta manera la ilegitimidad puede agruparse hasta en cuatro tipologías diferentes, que son las siguientes:


1.- Hijos de padres desconocidos.

La filiación de estos niños no se refleja para ninguno de sus progenitores, bien por desconocimiento (difícil de creer en una población reducida y donde todos se conocen), o sobre todo por una complicidad de los allegados al bautizado, o del propio cura, que no quieren revelarla. Con este ocultamiento, en caso de conocer la identidad, se trata de encubrir relaciones no consentidas y protegen de una afrenta y escándalo público. Esta tipología representó el 25,45 % del total de ilegítimos.


2.- Hijos de madre conocida y padre desconocido.

En esta variante queda oculta la identidad de los padres y con respecto a la de las madres, los curas suelen afianzarla con otros datos como: etnia, vecindad, ocupación o estado civil, para que una identificación posterior no ofrezca dudas. En este grupo se encuentra el mayor número de ilegítimos, el 52,73 %. Hecha la reconstrucción familiar de estos niños para comprobar si tras ellos se esconde la práctica de la prostitución, por parte de sus madres, hemos observado que en la mayoría de los casos estas madres no son reincidentes y así de los 87 casos controlados, ocho de estas mujeres tuvieron dos hijos bajo esta circunstancia; otras cinco mujeres tuvieron tres y dos mujeres procrearon, en esta condición, a siete hijos cada una, lo que en estos caso, de tener más de dos hijos, bien podríamos estar ante situaciones, forzadas por la necesidad, de una prostitución más o menos clara.


3.- Hijos de padre conocido y madre desconocida.

Tipología que ofrece el menor número de casos, el 3,64 %. Esta clasificación acarrea ciertas dudas y dificultades puesto que los curas tan sólo reflejan el nombre del padre, dejando oculto el de la madre o insinuándolo al referirse a ella como manceba o criada del progenitor de sus hijos. Estamos ante un caso claro de ocultación por parte de los propios padres que no quieren revelar los nombres de las mujeres con las que han cometido infidelidad. También es lógico pensar que se trata, en algunos casos, de niños concebidos con anterioridad a contraer matrimonio y para proteger a la futura esposa, se oculta su identidad y en ocasiones podría ser debido como consecuencia de estar esperando una dispensa matrimonial por ser familiares, entre sí, los posibles contrayentes. También podría darse el caso de que la madre de quien se ocultaba la identidad fuese esclava, y al no revelar su identidad la nueva criatura no adquiría tal condición de esclavo.


4.- Hijos de padres conocidos.

Variante que representó el 18,18 % del total de ilegítimos. Podemos considerar que estos niños son fruto de relaciones, aunque no consagradas, más o menos estables y cuando menos conocidas por la sociedad y por ello los anotadores adjudican la paternidad con la expresión de: “y según se dice es hijo de”, lo que demuestra el conocimiento de la relación y que la misma no se mantiene oculta ni a escondidas. Entre los progenitores de estos niños destaca su estado de soltería, aunque también hay casos de viudos y viudas.


Con las identidades conocidas podemos saber que el fenómeno de la ilegitimidad en Telde, durante el siglo XVI, se extendió por todas las capas de la sociedad, aunque los privilegiados traten de ocultar su paternidad, pero ello no nos ha impedido detectar a hombres prominentes, de linajes destacados de la sociedad teldense, como a Juan Perdomo, hijo de Diego Jara, y a Juan Vélez de Valdivieso, El Mozo. Hay un importante número de esclavas liberadas entre las madres de ilegítimos, que nos pone de manifiesto que la ilegitimidad tuvo una importante asociación con la esclavitud. Alguna de estas madres de ilegítimos pertenece a la servidumbre y procrearon con sus dueños.


En relación a la asociación de la ilegitimidad con la esclavitud, avanzamos que un importante número de bautizados provenía de la relación entre un hombre desconocido con una esclava, pero que no podemos incluir en este apartado de ilegítimos (que lo son), sino como esclavos puesto que estos niños al ser hijos de esclavas pasaban a ser propiedad de los dueños de las madres, convirtiéndose de inmediato en esclavos.


Hemos mencionado que en algunos casos de reiteración podríamos deducir una determinada prostitución, pero también en determinadas ocasiones se adivina un cierto amancebamiento, que existía con relativa frecuencia, pero que trataba de ocultarse puesto que la Iglesia perseguía esta práctica y para erradicarla imponía sanciones, tanto espirituales como económicas, así como evitaba que se celebrasen matrimonios clandestinos.




Biblio: 
De su obra titulada: La Población de Telde en el Siglo XVII (2007).

Premio de Investigación Histórica 650 aniversario de la Fundación de la Ciudad de Telde.


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