domingo, 9 de noviembre de 2025

Presentación de Mestizada de Maribel Lacave

PRESENTACIÓN DE MESTIZADA (SUSURROS PARA PAULA)

Faneque Hernández Bautista

Además de a Paula, estos versos de Maribel están dedicados:

-A Tino Contreras que me soportó poseída de cientos de voces.

-A Francisco Tarajano que me puso un cable a tierra cuando estaba volando por otros cielos

-A Faneque Hernández que abrió las  ventanas por donde llegaron volando los susurros

-Y a todas las mujeres de mi familia en especial a mi madre Maruca que nos imprimió en la piel su nostalgia de Gáldar y su orgullo de ser canaria.

 



Mi papel en esta presentación es el de reabrir las ventanas, tratando de poner cara y nombre a las voces femeninas que dicen cosas al oído a Maribel y que a su vez ella las susurra al oído de su nieta Paula. Todo empieza con Maruca, su madre y mi madrina, (un árbol frondoso, todo lleno de vida y alegría) y sigue por América, nuestra abuela (la que cosía y bordaba la ropa que lucían las burguesas de Ciudad Jardín, la que se quedó ciega y un día, sin avisarnos, se volvió a la niñez) y llega  a su culmen con las dos bisabuelas maternas: Agustina, nacida en los riscos de Las Palmas,  y Sinforiana, nacida en el entorno de la plaza de Gáldar. 

Les voy a hablar de esas dos emblemáticas mujeres y también de aquellas que  las anteceden, de los linajes femeninos de los que nunca se habla, de los que no se nombran, porque, por una regla sexista que impera desde hace siglos su apellido se pierde en la oscuridad de los tiempos. Pero esto no fue siempre así. Han de saber que hasta el siglo XV era el linaje femenino el que imperaba en las culturas indígenas de las Islas Canarias y que durante los siglos XVI y XVII, en las familias de los colonos de origen galaico-portugués, que fueron mayoría destacada entre los nuevos pobladores, era también el apellido materno el que se imponía a los hijos.

 A Maribel se la conoce por el apellido de su padre, el brigada Pascual Lacave y por el apellido que hereda de su abuelo, Modesto Bautista. Pero ¿cuáles serían sus apellidos si estos se heredasen matrilinealmente como en épocas pasadas? Hagamos un ejercicio de empatía y pongámonos en el lugar de nuestros ancestros indígenas o portugueses que como hemos dicho primaban la línea materna y veamos a dónde nos lleva el asunto.

Por parte de nuestra adorada bisabuela Agustina Domínguez , (la que se embarcó a Cuba para hacer fortuna, la que no se hizo rica pero sí muy sabia, la que fue feliz, a la que todos quisimos) las voces ancestrales que le dicen cosas en su oído, de generación en generación, de mujer en mujer, son: Teresa Socorro, Bonifacia Mateo, Teresa Gutiérrez, María Rivero (hasta aquí son mujeres que viven en los riscos de Las Palmas; a partir de aquí, campesinas de Tunte) Antonia Baca, María Coruña, María Lorenzo, María Ramos y Ana de los Reyes Hernández, nacida en 1638.  Nuestras pesquisas aún no han alcanzado el momento triste del genocidio de la conquista pero estamos muy cerca y estas voces femeninas nos conducen hasta lo más profundo de las Tirajanas donde aún se escuchan los lamentos por la muerte de Bentejuí, el 29 de abril de 1483, y algunos meses después, el 26 de julio, el triste sonar de chácaras y tamboras que acompañan a la procesión que cruzando media isla supondrá la entrega de Arminda y con ello el fin de una civilización. Así que podrías haberte llamado Maribel Hernández.

Por parte de la otra bisabuela, Sinforiana Domínguez, a quien no conocimos porque murió muy joven (la que ronda, sin embargo, por los sueños de Maribel, la que serpentea por su piel, cuya imagen sepia ondula sus cabellos, la que frente a frente reconoce la marca de su agitado corazón: la cicatriz creciente de sus alas), las entrañables voces que le enseñan el camino son de mujer en mujer, de hija  a madre: Fermina Díaz, Antonia García, María Guerra, otra María Guerra, Luisa Navarro, todas ellas mujeres del barlovento de Gran Canaria en las verdes vegas de Guía y de Gáldar donde entraron un día a sangre y fuego los  ejércitos castellanos sin saber que bajo sus pies bajo tierra permancería por siglos la Cueva Pintada, la Capilla Sixtina del arte en Canarias. Así que podías haberte llamado Maribel Navarro.

Las voces de los ancestros,  los mensajes de la identidad, pugnan desde hace tiempo por subir desde las raíces a las yemas de las ramas más altas del árbol fecundo de Maribel. La ruptura del silencio, el parto de la creación, se ha incubado en su seno materno largo tiempo. Escuchen para comprobarlo  este poema de Maribel de su libro Al sur del mundo titulado ROMPIENDO LOS SILENCIOS.

 

Y en el principio

tan solo una mujer recorriendo la Tierra,

aspirando el perfume

de los bosques umbríos,

nadando desnuda entre las aguas

salpicando sus trenzas y su risa.

La lluvia era, entonces,

un regalo del cielo,

y el sol  una caricia 

para su piel morena.

Más tarde habrían de inventarse

el dolor, la tristeza, la soledad y el miedo.

y fueron naciendo las palabras…

Y fueron rompiendo los silencios.

O estos otros versos en los que junto a las de Eva pecadora declara sus señas de identidad citando a las mujeres que han hecho la historia, la historia de los vencidos, la épica de los perdedores, a todas aquellas mujeres que en sus propias palabras “conservaron su sangre y  su memoria como un legado sagrado que habían de traspasar de generación en generación”.

SEÑAS DE IDENTIDAD  (LA PALOMA DORMIDA) 2000

(Poema dedicado a su bisabuela Agustina y  a su nieta Paula)

Soy la mujer

que parió los hijos todos que pueblan el planeta,

soy diosa que camina

buscando paraísos en la Tierra,

siempre amando sin descanso,

siempre creciéndome sin tregua.

A lo largo de los años, gracias a las ventanas de la historia que airean todo cuanto se nos quiso ocultar durante generaciones, las voces se han ido haciendo más nítidas, más cercanas,  más reconocibles. Partiendo desde nuestras bisabuelas hemos podido abrir las ventanas de la canariedad hasta el mismo siglo XVI, hasta el momento mismo  de la imposición a sangre y fuego de nuevas lengua, cultura y religión. Este es la foto de familia de Maribel y de todos los canarios allá por el año 1500.

Por la parte de Agustina, dieciséis generaciones atrás, a principios del siglo XVI, nos encontramos frente a frente con Ana de León (hija de Alonso Adargoma y Catalina García), con Catalina González (hija de Adxoña, mencey de Abona y de una hija del mencey Bencomo), con Antonia Palomares (hija del genovés Francisco Palmaro y la portuguesa María Álvarez), con Catalina Hernández (hija de Tenesor y Abenchara últimos reyes de la isla), con María Lorenzo (hija del hacendado portugués Domingo Hernández y de su esposa nativa Isabel Talavera), con Francisca Núñez (hija de los castellanos Vicente Montesdeoca y Juana Hernández) y con una mujer mora, sin nombre, que vino con su hija  desde Argel  a reclamar sus derechos como esposa de un rescatado.

Por la parte de Sinforiana, dieciséis generaciones atrás nos encontramos frente a frente con Leonor de Quintana (hija de María Maninidra y el soriano Juan de Soria), con Inés Téllez (hija de los canarios Pedro mayor y Marina Fernández) con Catalina Sánchez (hija de los indígenas Hernán Sánchez Bentidagua e Isabel González), con María Perdomo (hija de Margarita de Bethencourt y del vasco Juan Pérez de Munguía), con Catalina de Guzmán (hija de Egonayga el guadarteme bueno  y de Atendiura), con Catalina Fernández (la hija del guayre Autindana), con Beatriz Marrero (hija de la guanche Constanza Antonia Alonso y del colono portugués Gil Marrero).

Las voces que tienen poseída a Maribel hablan guanche, portugués, vasco, castellano y también algo de italiano. Ahora entiendo que Tino Contreras pensara que su compañera y esposa canaria  debía estar embrujada cuando la oía hablar en sueños en tantos idiomas entreverados, y cantar desafinadamente los sones del arrorró y el tajaraste; pero también los aires de lima de Portugal ; y otros cantos andaluces.

Pero es que, la paloma viajera, la mariposa volandera ha aprendido además, con el paso del tiempo, cada vez más bella y más sabia, a tararear himnos saharauis y cantos mapuches. Aun tan lejos, en las arenas del desierto sahárico o en los bosques de araucarias del sur de Chile, Maribel Lacave no deja de retornar cada año al nidal en que naciera: a las arenas blancas donde  correteaban los alcaravanes, a las cuevas de los riscos de Las Palmas donde naciera su “bisa” Agustina o Abenchara, como prefieran llamarla; a la casona de Gáldar, junto a las Huertas del  Rey, en las que naciera su otra bisabuela, Arminda o Sinforiana, como prefieran llamarla, pues por ambos nombres atienden. 

Etnicidad y universalidad son las palabras que definen el arte poética de Maribel Lacave Bautista. Mestizadas es todo eso con la expresión sublime y depurada de una gran poetisa del pueblo canario y de todos los pueblos oprimidos del mundo, necesitados de cantoras. 

Maribel Lacave Bautista (no te olvides de que los hados  de la poesía y el arte te vienen en gran medida de Gáldar) recibió en 2011 por esas virtudes el Premio San Borondón otorgado por el CCPC. Fue un reconocimiento público por su contribución a la lucha por las libertades y la dignidad de los pueblos y por su entrega al desarrollo de la cultura e identidad canaria. En aquella ocasión, pues estaba perdida por Chiloé, en la Araucanía chilena, a 10000 km de distancia, recogió el premio en su nombre  su hija Tamara (un gorjeo de pájaros, la fuerza de un roca) y leyó un reseña artística de su obra quien les habla, su primo, hermano y amigo, (el que abrió las ventanas por donde llegaron volando los susurros). Para aquel momento grandioso, emocionante, tenía pensado recitarle un soneto que había compuesto  en su honor pero oyéndola hablar desde tan lejos, no sé por qué,  me achiqué, guardándolo para mis adentros.

Hoy para celebrar la publicación de Mestizadas, teniéndote tan cerca, no me lo voy a guardar. Te lo debo.

 

Con catorce versos damos cálida acogida

a la pispireta mariposa de alas azules

que después de volar por australes latitudes,

por las ondas viaja hoy al país de Siete Islas.

Ni a este, ni al otro lado del charco, Campanilla,

podrá haber quien como ninfa de ensueños te juzgue

pues el tiempo,  gracias a tus  solidarias virtudes,

vino a darte ahora las estrellas merecidas.

¡Maribel Lacave, alada mujer sin fronteras,

te recito, con viva emoción, este soneto

porque sé que, aun tan lejos, aquí estás, en la mesa,

recogiendo en persona, en tu Ciudad de Las Palmas,

el San Borondón 2011, el más que honroso premio

del Centro de la Cultura Popular Canaria!

miércoles, 5 de noviembre de 2025

Testamento de Rodrigo Hernández transcrito por Manuel Lobo

TESTAMENTO DE RODRIGO HERNÁNDEZ, BISNIETO DE JUANA HERNÁNDEZ, NIETO DE CATALINA HERNÁNDEZ E HIJO DE BASTIANA MAYOR





TRANSCRIPCIÓN DE MANUEL LOBO CABRERA A.H.P.L.P., Juan de Quintana, Legajo 2333. Folio 271 r. y ss 1590?. 



En el nombre de Dios amén. Sepan quantos esta carta de testamento e última boluntad vieren como yo Rodrigo Hernandes, vezino del lugar del Agaete, estando como al presente estoi enfermo del cuerpo, sano en la boluntad y en mi juicio y entendimiento natural tal qual Dios nuestro señor fue servido de me lo dar desenado poner mi ánima en la más llana carrera que a mi salvaçión convenga, creendo como creo bien y verdaderamente en todo aquello que cree y tiene la santa madre igleçia de Roma del que un buen cristiano deve de tenerlo siempre en la memo(sic)ria, otorgo que hago e hordeno que hago este mi testamento e última boluntad en la forma y manera siguiente: Primeramente mando mi ánima a Dios, nuestro señor, que la crió e rremedió por su presiosa sangre y el cuerpo mando a la tierra do fue formado que a ella sea redusido y mando que si desta enfermedad en que estoy muriese mando mi cuerpo sea sepultado en el monesterio de señor San Antonio de Gáldar, a donde soy cofrade, de las cofradías que allí ay, en la sepultura que allí se a costa de los cofrades la qual yo tengo señalada y di diez rreales y medio por ella como se verá en la memoria de los cofrades. Yten mando que aquel día siendo ora y si no luego otro siguiente se digan por mi ánima missa de cuerpo presente y nueve días y cabo de nueve días y cabo de año con sus rresponsos ofrendados de pan y vino y cera como es costumbre y a mis albaceas le paresiere y se pague de mis bienes. Yten mando que me entierren en el avito de señor San Francisco por ganar los perdones y por él se pague la limosna ques costumbre//f. 271 v. Yten mando que llevado que sea mi cuerpo deste lugar de Agaete salgan acompañando toda la comunidad del dicho convento y por ello se pague la limosna que se da de mis bienes. Yten mando que se me diga en el dicho convento por el padre guardián la missa del ánima e se pague por la desir la limosna acostumbrada de mis bienes. Yten mando se me digan las trese misas de la Lus porque Dios alumbre mi ánima y se pague la limosna acostumbrada de mis bienes. Yten mando que todos los domingos y fiestas de guardar de un año se ensienda sobre mi sepultura y se me diga un rresponso con su ofrenda rresado y por ello se pague la limosna que es costumbre de mis bienes. Yten mando a las mandas forsosas e rredensión de cautibos a cada una sinco maravedís y se pague de mis bienes. Yten declaro que soy thenedor de los bienes de los menores hijos de Luis Afonso y Gerónima María y lo he sido desde el año ochenta y quatro hasta ahora y yo e rregido y administrado sus bienes de los dichos menores que son bienes los quales siempre e tenido en su casa de la dicha Gerónima María e yo los e alimentado siempre de lo necesario como pareserá por los papeles, libros e quentas que tengo a las quales me rremito, mando quiero y es mi boluntad que conforme a ello se haga la quenta y si yo les debiera se le pague de mis bienes en lo que le alcansa se cobre de los suyos. Yten declaro que Antonio de Castro, segundo marido de la dicha Gerónima María tuvo en su poder la tutela de los dichos menores y yo le dí algunas cosas que son uno y otro que parecerá por la quenta que yo dejo en lo tocante a los dichos menores que dejo de letra de Pablo…. declarolo asi. Yten declaro que soy mayordomo de la iglesia de Nuestra señora de la Consesión deste dicho lugar y dello e dado quenta de algunos años como todo más largamente pareserá por el libro de la dicha yglesia, mando que se den y se rrematen las quentas que están por hazer después que di quenta y si yo debiere se pague de mis bienes. // //Yten declaro que los bienes que tengo son los siguientes: Primeramente, tengo la casa de mi morada deste lugar del Agaete. Yten dos pedasos de parral junto de las salinas, uno marjuelo y otro parral viejo, los quales tienen su casa y lagar que la tierra y agua es de a el quitar por Françisco Palomar, como parece por las escripturas que pasaron ante Diego Flores, escrivano público que fue de estas villas de Gáldar e Guía a las quales me refiero dello dejo quenta desto a dicha mugere…. Yten unas casas que son dos pares vajas terreras, la una donde al presente vibe Alonso Guerrero y la otra Juan de Romera…, sacristán, las quales son junto a la iglesia de Nuestra Señora de la Consesión. Yten tengo en Acusa doze fanegadas de tierras de senbrar, poco más o menos, con dos quevas con sus puertas y cadenados, las quales dichas tierras lindan por un lado tierras de Juan Benítes e por otra banda tierras que fueron de Antón Sereso, que la mitad dellas fueron del dote de la dicha Costansa de Troya, mi mujer, e la otra mitad conpré de Andrés Gómes, xerno de Juan Gonsales, y en ellas entra un pedaso que conpré de Juan Benítes. Yten en el thermino de Artevirgo treinta fanegadas de tierras, poco más o menos, las quales ove e conpré de Juan de Medina, por escriptura ante Diego Flores de San Juan, escribano público, las quales fueron de Coruña? con una sola pieça. Iten otro pedaso de tierra donde dizen El Gamonal en el dicho thermino de Artevirgo en que abían dies hanegadas poco más o menos las quales ove e conpré de Hernan Domíngues, mi hermano, como parecerá por escriptura, las quales …. Yten una queva con un granel de madera en el lugarejo de Artervirgo las queles están ensima de una cueva de Diego Gil. Yten asimismo tengo una cueva con su puerta en la hoya de Coruña.// // Yten en el thermino de Facaracas en la …cona sinqueta fanegas de tierras poco más o menos, las queles ove de Rodrigo Bermúdes, y de Luis de Vega, de las quales tierras tengo escripturas de venta en mis papeles, con un solapón digo que va con su puerta que entra de otra de Melchor Emperial e asemesmo la mitad de un solapón que la otra mitad es asemesmo mía. Yten catorze fanegadas de tierra en la ladera que dizen el thermino de Visvique, las quales fueron de Juan Cardón, que la mitad son del dote de la dicha Costansa de Troya, e la otra mitad compré de Luisa de Ospedal, mujer que fue de Alonso Días. Yten tengo cantidad de tierras en el thérmino de Menguanías, con sus cuevas y sus puertas, las quales son bienes dotales de la dicha mi mujer, decláralo así. Yten tengo sinco esclavos, uno llamado Juan y otro llamado Bartholomé y otro Pedro y otro Antonio y otra Françisca, negra, que el Pedro es de mi capital y los demás los e abido durante el matrimonio con la dicha Constansa de troya. Yten dos yuntas de bueyes de arada y siete novillos de dos y de tres y de quatro años, tengo dado a uno a mi a ….a Juan Rodrígues de Ágüela, y otro a Françisco Lópes, y dose rreses bacunas mayores y otras medianas que por todas vendrán a ser sinquenta rreses poco más o menos. Yten declaro que yo tengo en el ganado de mi sobrino Françisco Lópes, nueve cabras y seis cabritos de los de la era pasada por los cuales yo le dí una vaca llamada Alsojolada, la qual el tiene ya en su poder, mando se cobren las dichas cabras y cabritos. Yten declaro que tengo seis yeguas de trilla, con sus potros, chicos y grandes, henbras y machos. Yten declaro que tengo un asno, llamado Mastuerso, y una burra con dose meses y otra de un año y otra de dos. Yten declaro que tengo cantidad de ovejas y corderos con las de mi hermano Hernán Domingues, las quales están de mi marca, no tengo ahora memoria de la cantidad ques como el dicho mi hermano lo dirá.// //Y si me devieren los de la dicha yglesia se los dellos. Yten declaro que yo fui casado primera ves, según horden de la Santa madre Yglesia, con Leonor de Medina, con la qual no tuve ningunos hijos e por no tener herederos forsosos y me dejó por su universal heredero como parece por el testamento que la suso dicha otorgó el qual yo cumplí como en él se contiene. Yten declaro que segunda vez casé con Costansa de Troya, mujer con la qual al presente tengo dos hijos y dos hijas y a el tiempo que con ella contrage matrimonio yo traje los bienes siguientes (en blanco) y porque al presente no tengo memoria de los que son rremitome a el ynventario que hise por ante Diego Flores de San Juan, escrivano público, que fue de las villas de Gáldar e Guía. Yten declaro que los bienes que la dicha Costansa de Troya trajo para su dote paresera por las escripturas de dote e ynventario que arriba referí, mando que visto lo que yo traje y lo que ella trajo de su dote sacado lo uno y lo otro lo demás son bienes multiplicados de por mitad, decláralo así. Yten declaro que Françisca Hernándes, mujer de Luis Hernándes, paga en cada un año por el mes de setiembre a la iglesia de Nuestra Señora de la Consesión treinta y sinco rreales de tributo como parecerá por la escretura del tributo y yo como mayordomo que e sido e soy de la dicha yglesia tengo quentas con el dicho Luis Hernándes de todos los tributos pasados que se devían hasta el mes de setiembre del año pasado de mil quinientos noventa e le alcanse en dosientos treinta y un rreal a quenta de los quales e resibido en diversas partidas y vezes siento e sesenta e siete rreales, destos rrestan deviendo treinta e quatro rreales y treinta y sinco de la paga que se cunple del dicho tributo por setiembre pasado deste presente año por manera que de rresto de todos los tributos corridos me deve sesenta e nueve rreales , mando se cobre este después desto.// //Yten declaro que yo tengo siertas cabras y cabritos con el ganado que está a cargo de Françisco Espino de los menores de Luis Affonso que están de mi marca y asimesmo cantidad de cabritos machos y henbras que dí a guarda a Juan Cardón él dará quenta de los que son. No se otorgó este testamento porque yéndolo hasiendo comensó el testamentario a devariar y desir cosas mui fuera de lo que avía de tratar y a lo que parecerá estaba mui fuera de juiçio.

lunes, 25 de agosto de 2025

Prólogo de Manuel Lobo para "Tres dramas de la historia de Canarias con nombre de mujer"



Ilustración de Pepe Socorro



PRÓLOGO

 

        Manuel Lobo Cabrera

    Catedrático Emérito de la Universidad

               de Las Palmas de Gran Canaria. 

               De la Real Academia de la Historia.

 

 

Faneque Hernández nos sorprende gratamente con su propuesta editorial Tres dramas históricos con nombre de mujer, dos en verso romance, que es a nuestro juicio donde mejor navega el autor por ser la composición poética que mejor se adapta a su propósito, toda vez que la misma fue muy popular en el siglo XV donde se sitúan dos de los dramas y además porque los romances se componían para ser cantados e incluso para ser teatralizados. El otro, una narración a modo de monólogo, está escrito en prosa a modo de una epístola de hija a madre.

En los tres dramas, tal como el autor ya nos tiene acostumbrados, se recuperan para la memoria colectiva acontecimientos que sucedieron en Canarias entre fines del siglo XV, 1496, y comienzos del XVII, 1608, donde las principales protagonistas son tres mujeres: indígenas, pobladoras y libertas.

Los acontecimientos narrados hunden sus raíces en episodios de la Historia de Canarias poco conocidos, pero que se nos presentan como hechos singulares, igual que hiciera con otros episodios que fueron elaborados en poesía, teatro y novela histórica como con La reina de CanariaCantos de mestizajeRomancero sureño y Abenchara, entre otros, donde se detiene en hacer un canto al mestizaje que nos sumerge en la memoria de los distintos pueblos que con su esfuerzo hicieron posible una nueva sociedad, entre ellos, los indígenas, los europeos y los africanos

En el texto que nos presenta, además del drama, del cual son protagonistas tres mujeres de distinta procedencia, -canaria, europea y africana-, el autor se recrea en los textos documentales utilizados para dicho fin cuyos originales se conservan en el Archivo General de Simancas, en el Archivo Histórico Provincial de Las Palmas y en el Archivo del Museo Canario, Fondo Bute. 

Cada uno de los textos narrados bien en verso bien en prosa tiene una problemática distinta pero entre ellos hay alguna convergencia representada por mujeres de distinta extracción social que vivieron aquellos momentos en una sociedad que empezaba a cristalizar con la llegada de nuevos pobladores desde distintos lugares de Europa.

En el primer drama, que el autor titula de María Afonso, nos encontramos con un suceso acaecido en el siglo XV que de acontecimiento local deviene en tragedia aunque con un final feliz gracias a la intervención nada menos que de la cúspide social de la iglesia, el cabildo catedral.

Los personajes, de carne y hueso, vecinos de la Villa del Real de Las Palmas en 1496, cuando esta empezaba a despertar y a ampliarse a partir del campamento militar,  identificados mediante pequeñas biografías que acompañan al texto, conforman tal escándalo en la pequeña urbe, antes nunca visto, que el expediente del proceso y sus particularidades y desencadenantes llega hasta la corte, razón por la cual se encuentra en el archivo más importante de la Edad Moderna.

El romance, donde van interviniendo todos los personajes de acuerdo al orden que guarda el expediente, mediante sus intervenciones y las de un narrador que nos va situando, recoge todos los pormenores del proceso mediante el expediente de información pública que al respecto se hace. Lo inicia el acto judicial por el cual la protagonista María es condenada a ser degollada por su marido, tal como establecía la ley, por haber cometido el grave delito de adulterio. El castigo debía realizarse amarrada a la picota en la plaza mayor de la ciudad, en aquella época la de los Álamos, delante de la iglesia vieja y de la casa del gobernador, y hacia allí la lleva el carcelero hasta la columna del castigo, ubicada en el centro de la plaza, donde debía llevarse a cabo el degollamiento una vez sujeta a la columna. 

En esta primera parte de este drama, repartida en tres escenas, intervienen, según se colige del expediente, por este orden, el escribano, quien da cuenta del pleito y expediente elaborado a partir de la denuncia de Gonzalo Díaz, maestre de azúcar, de origen indígena, de los llevados a Madeira que regresa a Gran Canaria, casado con la portuguesa María Afonso, su mujer, a quien acusa de haber cometido adulterio con el también portugués Juan Alfonso. A continuación, toma la palabra el alcalde mayor, como instructor del pleito y máximo autoridad jurídica en el momento, al no existir todavía la Audiencia, quien lee la sentencia y la correspondiente condena y la entrega al pregonero municipal para que la haga pública y convoque a los vecinos para que sirva de escarmiento.

La pena impuesta es la capital contra la cual la acusada se querella al sostener que todo había sido una intriga de su marido para desposarse con quien ya pretendía, una mujer noble de la antigua estirpe canaria, previo repudio de su marido, Maciot de Bethencourt. Nos referimos, y se refiere la principal actora del drama, a doña Luisa de Bethencourt, conocida en lengua indígena como Tenesoya.

A partir de ahí, las autoridades entregan a María Afonso a su esposo para que cumpla la condena, momento en que los miembros del cabildo catedral, advertidos de lo que iba a suceder por ser testigos presentes dada la cercanía de la catedral, se convierten en figuras destacadas dentro del drama, al impedir primero con las palabras, luego con actos litúrgicos y finalmente con la fuerza que María fuera degollada. 

El cortejo catedralicio lo formaban figuras eminentes como los canónigos Jorge de Vera, hijo del gobernador Pedro de Vera, López de Oro, Fernán Álvarez, junto con los racioneros Esquivel, González, y Troya, con el acompañamiento del clérigo Álvaro Hernández y el sacristán de la catedral.

En efecto, ante la insistencia de los capitulares y la tozudez del marido, los primeros optan por llevarla en andas e introducirla en el interior de la iglesia catedral, evitando así que el esposo la pudiera ajusticiar. El acto de fuerza y de violencia realizado por los abades sorprende a los presentes, entre ellos a las autoridades civiles, razón por la cual el expediente, ante el conflicto generado entre la justicia real y el cabildo catedral, es elevado al Consejo Real de Castilla para que dictaminara sobre el mismo.

El romance continúa en una cuarta escena añadida por el autor, más allá del expediente, con la presencia ante escribano de doña Luisa de Bethencourt, esposa que había sido del indígena y maestro de azúcar Gonzalo Díaz, con quien pudo casar al aplicársele divorcio por el adulterio cometido por su mujer. En esta última parte Tenesoya es la protagonista aclarando no solo su descendencia sino también los derroteros de su vida y el repudio que posteriormente aplica también a Gonzalo Díaz.

Los indígenas están presentes tanto en este drama como en el siguiente, mujeres principales y hombres singulares, y ponen en evidencia algunas de las prerrogativas concedidas por los reyes a las mujeres, posiblemente a las pertenecientes al linaje regio, aunque pensamos que pudo ser extensivo. Mujeres principales fueron doña Luisa de Bethencourt, nuestra Tenesoya, hija del guayre Aymedeyacoan o del guanarteme del Telde, aquí se contradicen los historiadores, y Catalina Hernández Guanarteme, hija de don Fernando Guanarteme, la única de nuestras princesas nacida en tierra peninsular y la única de la que solamente conocemos su nombre castellano. 

En dos de los dramas están presentes estas mujeres de linaje regio, por un lado, Luisa, como segunda esposa del principal personaje de la primera trama, y por otro, Catalina, como narradora de sus vivencias y de su situación y del repudio que su madre Abenchara le hiciera a don Fernando Guanarteme por haberla dejado atrás con su hija en el alcázar de Córdoba, cuando retornó de su primer viaje a la Península.

Abenchara, castellanizada como Juana Fernández, Luisa y Catalina tienen en común, que ambas son del principal linaje de la isla, y ambas también coinciden en el hecho de que repudian legalmente  a alguno de sus maridos. Luisa repudia a un personaje linajudo, Maciot de Bethencourt, de consideración social por descender de los primeros conquistadores de las islas señoriales. Catalina por las mismas fechas repudia a un destacado conquistador de la isla llamado Pedro de Vega, apodado el rey. Y con antelación a todo esto Juana Hernández había repudiado a don Fernando Guanarteme. 

La explicación a estos hechos, avalados por la iglesia, puede estar en relación con los pactos suscritos en Calatayud y en Córdoba entre los representantes de la población indígena y los reyes católicos, en donde se daba dispensa para que sus mujeres principales, toda vez que eran matrimonios entre desiguales, pudieran rechazar a sus maridos. No obstante, esta situación no fue exclusiva de Gran Canaria, pues en Tenerife encontramos algo similar, en donde una guanche, Catalina, da poder en 1508 para que su representante pueda conseguir la nulidad de su matrimonio. En esta causa la indígena alega el motivo de que su marido no la engendraba tal como mandaba la santa madre iglesia, y por ello daba poder a un personaje de apellido Villagarcía para que actuara en todos sus pleitos y causas, y especialmente para que reclamara ante los jueces civiles y eclesiásticos sobre su matrimonio, pues ella estaba casada con otro indígena, el guanche Miguel, quien al parecer  no hacía vida marital con ella por lo cual se encontraba en la situación de que no podía engendrar por todo lo cual pide que se ponga remedio a la situación que vive.

 Las razones alegadas, falta de convivencia y la resignación no eran razones suficientes para mantener el matrimonio, por lo que se decide acudir a los tribunales eclesiásticos, lo que indica en este episodio cierta integración en los nuevos modelos de actuación. Aunque en este caso no se alude a malos tratos, las razones señaladas eran más que suficientes para fundamentar su petición. También observamos en este ejemplo como la esposa, al igual que acontecía en otros lugares, adquiere total protagonismo cuando se trata de solicitar la separación matrimonial ante los jueces eclesiásticos de la diócesis de Canarias. A ello debe unirse, el hecho de que tampoco fuera extraño que la indígena pidiera el divorcio de su marido por no ser engendrada. No obstante, detrás de todo este aparato jurídico, se escondían otras razones, pues el tal Miguel, no es otro que Miguel de Azate o de Güímar, y Catalina es Catalina de Güímar, posiblemente mujer principal del citado bando de paz.

La aceptación aquí de la nulidad, solicitada por una indígena, quien la pide quizá para facilitar la unión de Miguel con otra mujer principal, Isabel de Abona, hermana del mencey del mismo bando, en quien hubo descendencia, demuestra que la denuncia apoyada en que el varón no la engendraba era falsa, pero según su antigua costumbre se evidencia que por este hecho un hombre podía ser repudiado. Sin embargo, Miguel en su segundo matrimonio sí hubo hijos, lo que puede darnos a entender que en este caso hay otras razones, quizá políticas, para favorecer la unión de dos notables indígenas de bandos de paces: Güímar y Abona. 

En dos de los textos literarios, el primero y el tercero, existe la coincidencia de que se narra el pecado de adulterio, que venía a significa pecar contra un sacramento, el del matrimonio, instruido por Dios. Este delito parte de una relación extraconyugal, bastante frecuente en aquella época que era considerada socialmente muy grave, lo que va unido en ocasiones a un elevado índice de conflictividad y de violencia. 

La legislación eclesiástica lo consideraba a todas luces como un grave pecado, como una ofensa moral que merecía un castigo en correspondencia con su gravedad, y a la vez lo aceptaba como motivo de divorcio si el cónyuge engañado así lo estimaba, que es lo que sucedió en el caso de María Afonso. Asimismo, la justicia civil, ante quien se denunciaba el delito actuaba con mayor dureza y con mayor eficacia incluso en la represión de dicho pecado, al considerarlo como un crimen repudiable, y por tanto la mujer podía ser condenada a cárcel o incluso a ser ajusticiada.

El segundo drama con el que Faneque nos recrea a través de una narración, a partir de una última carta que Catalina Hernández Guanarteme, ficticiamente, escribe a su madre, residente en Tenerife. En el texto se nos cuenta la historia de la hija de Abenchara y de Tenesor Semidán, nacida en Córdoba y llamada Catalina, a la vez que se nos ilustra, a través de sus confesiones, acerca de cómo el linaje matrilineal, aunque las mujeres siguieran manteniendo ciertas prerrogativas, se va ir desvaneciendo en la nueva sociedad al quedar la mujer relegada a un segundo plano. Ambos personajes han merecido la atención literaria y la querencia de Faneque, tanto por las circunstancias como por los tránsitos vividos por ambas mujeres.

En este caso el relato nos sitúa en Agüimes, en el mismo momento, febrero de 1526, en que Catalina Hernández Guanarteme, así se llamaba la hija de don Fernando y Abenchara, dictaba su testamento y su memoria de bienes a Blas Rodríguez, su tercer esposo, mestizo con sangre indígena en sus venas, mientras que los anteriores eran peninsulares, un leonés y un navarro. En la misiva que, moribunda, le dicta a su esposo, Catalina tiene un recuerdo final para su madre, la Abenchara indígena, y relata sus últimos pensamientos para que su marido le haga entrega de la epístola a sus hermanos de madre.

En esta memoria última Catalina hace un recuento de su vida pasada y presente, pues hace partícipe a su progenitora de la enfermedad que le lleva a la muerte. La distancia que el tiempo había tejido entre ellas hace que rememore sus primeros años, allá en el alcázar de Córdoba, y el abandono que sufrió siendo niña, al quedar al cuidado, como menina, de la infanta María, hija de los reyes católicos. En recorrido mental hace recuento de sus hermanos, habidos por su madre, de dos enlaces posteriores, y de las vicisitudes y atropellos sufridos por ella a manos del gobernador Pedro de Vera, hasta que finalmente es liberada gracias a la intercesión de otros indígenas y a la buena voluntad de la reina Isabel.

La tristeza que desprende su relato es notoria, y así lo quiere hacer destacar Faneque, pues ambas nunca volvieron a encontrarse a lo largo de tiempo, y ambas pasaron humillaciones y vejaciones, que pudieron quebrar gracias al derecho que las asistía como miembros del linaje real indígena para anular uno de sus matrimonios por no haber tenido el marido con ellas la dignidad y respeto que merecían. Catalina casó tres veces y su madre hizo lo mismo y ambas tuvieron hijos de sus tres maridos, tal como recoge el relato y los hechos históricos así lo confirman.

El tercer drama, escrito y verseado en romance trata sobre otra mujer, en este caso liberta y mulata, de color loro, a partir del proceso inquisitorial incoado a María García, hija de un prieto y de una morisca, vecina de Teror, acusada de hechicería, que se encuentra en el Archivo de la Inquisición, colección Bute de El Museo Canario.

La historia hunde sus raíces en el sistema esclavista implantado en Canarias después de la conquista, con la presencia de cautivos africanos en la isla. Los mismos, tanto si estaban en cautiverio como si eran ahorrados, solían unirse en matrimonio con personas de su misma condición, pues el sacramento estaba respaldado y defendido por la iglesia. También es cierto que muchas de estas esclavas casaban con hombres libres, como es el caso de María, que se une a un viejo portugués.

Comienza el drama con la exposición que hace la mulata, a través del discurso de su vida, en la parte final del proceso, antes de que los inquisidores dieran su sentencia definitiva, donde la acusada relata no solo sus antecedentes familiares sino sus venturas y desventuras en el seno de la sociedad, desde su nacimiento hasta su matrimonio. Así relata su infierno personal y las tentaciones que la llevaron a ser violada por mediación de una alcahueta con grave quebranto de su persona al ser sorprendida por su marido, un viejo poblador portugués impotente a quien habían dado aviso de lo que iba a suceder.  Fue de enorme magnitud la resonancia social del hecho a la vista del espectáculo que supuso su procesamiento por adulterio, al igual que aconteciera en el primer drama, aunque en este caso María García, después de sufrir dos años de cárcel, fue liberada al condenar la Audiencia a la mediadora como responsable del acto violento. 

El repudio informal que le hace su marido, quien se niega desde entonces a convivir con ella, el abandono de sus familiares y la muerte de su madre, según sus palabras, la sumieron en la soledad, de ahí que, para ganar su sustento, pasara a echar suertes, a hacer buenos servicios con sus hierbas curativas y a conseguir enlaces con sus sortilegios. Todo ello se narra a través de los versos que desembocan en la defensa que ella hace de sus quehaceres, alegando que nada de eso era brujería sino tan solo supersticiones que va desgranando con sus tipos y formas como medio de ganarse la vida. Sin embargo, la sentencia del tribunal fue condenarla por hechicería imponiéndole como castigo en día festivo y a mitad de la misa salir caminando desde la catedral, desnuda de cintura para arriba, con la soga al cuello, la coroza puesta, y una vela encendida en sus manos, hasta la plaza mayor donde, después de escuchar su sentencia, abjura de su pasado.

En este drama se demuestra que la hechicería era considerada como un acto reprobable y sancionable ya que afectaba tanto al alma cuanto al cuerpo de una persona, porque se entendía que quebrantaba su libre albedrío y modificaba su voluntad a la vez que podía deteriorar la salud, puesto que en algunas ocasiones el hechizado podía morir a resultas de los brebajes que la hechicería le ofrecía. Sin embargo, esta hechicera, tal fue la acusación, ni hacía pactos con el diablo ni utilizaba magia negra, y actuaba sola, aunque había aprendido hechizos de otra mujer negra, y al acudir a ella el vecindario se viene a confirmar que era aceptada en su entorno.

Estas son las historias y los dramas que encierran los romances y el relato epistolar que Faneque, con su capacidad literaria, nos ofrece, donde nos cuenta tres tragedias, aunque alguna tuviera un final benévolo, que aspiran a ser representadas en un escenario. Los tres se convierten en un relato literario inspirado en hechos reales con fidelidad histórica. En la ejecución de la composición, el autor demuestra su facilidad para poner en verso dos episodios históricos, lo que viene a corroborar las dotes poéticas que ya nos ha demostrado en otras composiciones suyas, combinando así su faceta de historiador, compositor, genealogista y dramaturgo, tal como nos lo ha manifestado en obras similares. Por todo ello agradecemos al autor que nos haya acercado a la historia de estas tres mujeres que sufrieron la injusticia de sus maridos y de las autoridades.